En una serie de imágenes generadas por la inteligencia artificial Midjourney podemos contemplar a grupos de personas, de distintas latitudes, en diferentes contextos históricos. Todas tienen en un elemento en común: la sonrisa. Esa expresión facial, en apariencia inocente, reproduce un sesgo cultural.
Damos por sentado que sonreír es un gesto universal que transmite emociones positivas pero eso no es así. De hecho, la sonrisa que nosotros identificamos con felicidad o confianza se corresponde con un sesgo cognitivo asociado al mundo occidental, educado, industrializado, rico y democrático.
Por ejemplo, tal como señaló un grupo de investigadores en la revista Journal of Nonverbal Behavior, en un artículo sobre la percepción de la sonrisa en distintas culturas, un conocido proverbio ruso dice “sonreír sin razón es un signo de estupidez”. En países como Noruega o Polonia, causa extrañeza y se percibe negativamente cuando alguien sonríe a un desconocido por la calle. Incluso Darwin escribió sobre «la gran clase de idiotas que son quienes sonríen constantemente».
44 culturas y no todas sonríen
Para su estudio, estos investigadores recopilaron datos de un total de 5216 encuestados en 44 culturas en seis continentes obteniendo resultados sorprendentes: por ejemplo, en seis de las 44 culturas analizadas, los individuos fueron percibidos como significativamente menos inteligentes cuando sonreían. Además, cuanto más corrupta es una sociedad, menos confianza se debe otorgar a una sonrisa, según esta investigación. En sociedades altamente corruptas, los individuos están expuestos a comportamientos injustos o falsos relativamente frecuentes y, por lo tanto, el escepticismo sobre las intenciones positivas que subyacen a una sonrisa puede estar bien fundamentado y justificado.
Tras analizar la información obtenida en las encuestas, estos expertos determinaron que cuanto mayor sea el índice de corrupción de un país, más individuos sonrientes serán percibidos como deshonestos. En otras palabras, la «corrupción corrompe» el pegamento social evolutivo de la sonrisa que con tanta frecuencia nos muestra la inteligencia artificial.
los rusos se ríen poco
En 2006, como parte de su tesis doctoral, «El fenómeno de la sonrisa en las culturas rusa, británica y estadounidense», Maria Arapova, profesora de lengua rusa y estudios interculturales en la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú, pidió a 130 estudiantes universitarios de los Estados Unidos, Europa y Rusia que imaginaran que acababan de hacer contacto visual con un extraño en un lugar público, en la parada de autobús. cerca de un ascensor, en el metro, etc.
A continuación, les preguntó qué harían a continuación entre 3 opciones: A) sonríe y luego mira hacia otro lado B) mira hacia otro lado C) mira sus ojos, luego mira hacia otro lado. El 90% de los estadounidenses y europeos eligieron la primera opción. Solo el 15% de los rusos lo hizo.
En lo que tiene que ver con la expresión no verbal del poder, mientras que en occidente la sonrisa de un presidente transmite confianza, solvencia y proximidad, en otras culturas como la rusa, esa expresión puede ser percibida como signo de inseguridad y poca inteligencia, incluso de corrupción mal disimulada.
la siniestra sonrisa de putin
Kuba Krys, investigador de la Academia Polaca de Ciencias, explica que «los rusos interpretan las expresiones de sus funcionarios y líderes de manera diferente a los estadounidenses. Los estadounidenses esperan que las figuras públicas les sonrían como un medio para enfatizar el orden social y la calma. Los rusos, por otro lado, consideran apropiado que los funcionarios públicos mantengan una expresión solemne en público, ya que se espera que su comportamiento refleje la naturaleza seria de su trabajo. Una «sonrisa de dominio» de una importante figura pública estadounidense inspira sentimientos de confianza y promesa en los estadounidenses. Los rusos esperan, en cambio, una mirada severa de sus líderes destinada a demostrar intenciones serias y confiabilidad».
sesgo estadounidense de la inteligencia artificial
En su libro How Emotions are Made: The Secret Life of the Brain, Lisa Feldman Barrett, neurocientífica y profesora de psicología en la Universidad Northeastern, escribe: «La mayor parte de la investigación científica sobre la emoción se lleva a cabo en inglés, utilizando conceptos estadounidenses y palabras de emoción estadounidenses (y sus traducciones)».
Según la destacada lingüista Anna Wierzbicka, el inglés ha sido una prisión conceptual para la ciencia de la emoción. «Los términos ingleses de emoción constituyen una taxonomía popular, no un marco analítico objetivo y libre de cultura, por lo que obviamente no podemos asumir que palabras en inglés como disgusto, miedo o vergüenza sean pistas de conceptos humanos universales o de realidades psicológicas básicas».
En un interesante artículo que recoge estos y otros testimonios, Jenka Gurfinkel, experta en diseño tecnológico aplicado a la salud, concluye que “de la misma manera que los conceptos emocionales en inglés han colonizado la psicología, la IA dominada por fuentes de imágenes influenciadas por Estados Unidos está produciendo una nueva monocultura visual de expresiones faciales”.
Por su parte, Hope Schroeder, del laboratorio Media Lab del MIT y miembro de los Investigadores de la Creatividad Humana, señala a SINC que la clásica sonrisa estadounidense se convierte en un rasgo importado a imágenes generadas de otras culturas y de diversas épocas. “Este ejemplo puede parecer inocuo, pero este tipo de comportamiento de los modelos de inteligencia artificial también puede dar lugar a estereotipos perjudiciales de algunos grupos, en particular los que están infrarrepresentados en los conjuntos de datos utilizados para entrenar”.
La próxima vez que sonriamos a la cámara pronunciando la palabra «cheese» pensemos que esa sencilla técnica para ofrecer una buena imagen en las fotos se la inventó un periódico local en 1943. «¿Necesitas poner una sonrisa?, preguntaba el titular, «Así es cómo puedes conseguirlo: Di queso'». Y sí, el pequeño periódico local era estadounidense.