“¿Qué es el blues? Si lo tienes que preguntar es que no lo vas a entender…”
Anónimo[i]
Reconozco que cuando desde nobbot me sugirieron la idea de escribir algo sobre blues me entusiasmé mucho y pensé que era una buena oportunidad para contar a los profanos la música que más me apasiona. Pero, inmediatamente, me pilló el “síndrome del escritor ante la hoja en blanco” y me entró la parálisis. ¿Por dónde comenzar? ¿Cómo contar el blues en un medio dedicado a la tecnología? Ahora, ya pasado el pánico, intentaré transitarlo con una mirada, sino original, al menos entretenida para los no conocedores.
Es notable comprobar que, a pesar de ser una música minoritaria, todo el mundo tiene una opinión sobre el blues. Tal vez sea así porque se ha escrito mucho sobre él, su historia y su música; aunque también es eso y su larga viuda lo que lo ha hecho propenso a albergar tópicos y definiciones que, de tanto usarlas, se han gastado y ya no cumplen su función.
Por mi parte, tengo una afirmación al respecto y que será la hipótesis que utilizaré para guiar este texto: estoy convencido que a todo el mundo le gusta el blues, pero no lo sabe…
Espero que luego de su desarrollo, donde haré un poco de historia para contextualizar y me meteré en algunos tópicos para desentrañar su persistencia, haya dado suficientes razones a muchos para que ese gusto sea con fundamentos.
blues: Un poco de historia
Como el flamenco, el tango y muchas otras músicas de raíz popular el blues nació fundamentalmente como necesidad expresiva de un grupo social excluido u oprimido, en este caso los afroamericanos esclavizados en el sur de Estados Unidos a fines del siglo XIX y principios del XX. Estos, al igual que otras etnias como los gitanos, llevan la música en su cultura – “en la sangre”, como se dice popularmente – y se sirven de ella para contar su vida y sus sufrimientos, pero también sus alegrías y momentos de felicidad. Así fue en América porque así era para sus ancestros en Africa, donde esas comunidades nativas vivían (y viven) la música como algo cotidiano y que atraviesa cada momento de sus vidas; a diferencia de Occidente, donde si queremos hacer música debemos… ir a una escuela de música y pagar a un profesor.
campos de algodón
Por ello sus semillas germinaron en los campos de algodón, en la construcción de los ferrocarriles y en todos los sitios donde los negros eran la mayoría de los trabajadores… o los presos, porque las cárceles fueron otro gran semillero del género. Por lo mismo, es totalmente habitual que en esas comunidades la música está presente en todos los acontecimientos de la vida de sus integrantes, como las bodas, comuniones, funerales -¿quién no querría para el propio una carroza fúnebre como en New Orleans?- y cualquier reunión que congregue a dos o más personas[ii]. Aunque es necesario señalar que, al igual que otros géneros populares, también se nutrió de otras vertientes musicales no tan raciales, en su mayoría procedentes del folklore blanco americano, pero que contribuyeron a su configuración e identidad musical[1].
También es bastante conocido el hecho que el blues tuvo un origen rural –principalmente en el Delta del Mississippi- y, a mediados de la década del 40, fruto del desarrollo de la industria del automóvil, plantó sus semillas más fértiles, y en modo eléctrico- en las grandes ciudades del norte como Detroit y Chicago.
Sin embargo, a diferencia de su “hermano de parto” el jazz, que tuvo un reconocimiento importante desde las primeras décadas del siglo XX, el blues permaneció en el ostracismo hasta las décadas del 50 y 60 donde ocurrieron dos hechos relevantes: en primer lugar, dentro del propio Estados Unidos algunos avezados programadores y locutores radiales[iii] comenzaron a percibir la buena receptividad que los ritmos “endiablados” de la música negra empezaba a tener en la juventud blanca y decidieron darle un impulso cambiando sus nombres para hacerlos más potables, y por ende comerciales, a la comunidad blanca –así, el rythm’n blues pasó a llamarse rock’n roll– y luego promoviendo artistas blancos, de los cuales Elvis fue el exponente más destacado. Como señaló con cierta ironía Muddy Waters, uno de los pioneros del género: “El blues tuvo un hijo y lo llamaron rock’n roll”.
el blues y los grupos ingleses de los 60
El otro hecho relevante fue el reconocimiento que comenzó a tener el blues y sus músicos –mayoritariamente de raza negra- por parte de muchos artistas y grupos emergentes de los 60 en Inglaterra, como los Rolling Stones[iv], Peter Green, John Mayall y Cream con Eric Clapton, Led Zeppelin o incluso Los Beatles[v].
Este reconocimiento por parte de los británicos posibilitó no solamente que los ninguneados bluesmen empezaran a gozar de ciertos beneficios – como viajar a Europa, tocar ante multitudes y cobrar decentemente por sus actuaciones- sino que también empezaron a gozar de cierto reconocimiento también en su país de origen, que además en esos momentos estaba viviendo una revolución cultural con la cultura hippie y el descubrimiento de la música de raíz americana.
De esos momentos hasta nuestros días la historia es bastante más conocida y, si bien nunca ha sido una música de masas –salvo en situaciones muy puntuales-, hay una gran cantidad de artistas que han gozado de un merecido reconocimiento popular por su difusión del blues, no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Vaya el ejemplo de B. B. King y sus giras mundiales para ilustrar este hecho, o que artistas famosos como Eric Clapton o Los Rolling Stones –que empezaron como bluesmen pero que no cimentaron sus carreras en el blues- dediquen álbumes enteros al blues[vi].
Punto y aparte: lo esencial es invisible a los ojos
Como decía la principio, no era mi intención contar toda la historia del blues aquí –no es el lugar y hay gente mucho más preparada que yo para hacerlo[vii]– sino marcar algunos de sus hitos más destacados para contextualizar y entrar de lleno en lo que pretendo demostrar: que el blues, potencialmente, le gusta a “todo el mundo”, pero su desconocimiento y el ninguneo del mainstream de medios hace que permanezca como una música underground.
Un primer punto a señalar es que, como digo más arriba, el blues es el “padre” del rock’n roll y que, a su vez, fue la matriz generadora de casi toda la música moderna: el rock y el metal; el soul, el funky y la música disco, el hip hop y sus variantes, etc. No cuesta mucho relacionar todo esto con músicas como el pop, el indie y todos sus derivados, que inundan las cadenas en la actualidad.
el blues y el flamenco
Esta conexión original hace que al escuchar un blues cualquier oído no acostumbrado a ese sonido sienta una familiaridad y –me arriesgo aquí- un placer que tiene su explicación en que es el sustrato de la mayoría de la música moderna. Una comparación con el flamenco, una vez más pero con efectos contrarios, puede ayudar a explicarlo mejor: es mucho más difícil un acercamiento primario al cante jondo, que resulta muy duro para oídos novatos y requiere cierto recorrido para ser apreciado toda en su dimensión.
El segundo aspecto para señalar es que si algo caracteriza al blues –aquí otra vez, como otros géneros de raigambre popular- es que es una música para disfrutar principalmente en directo y, aún mejor, en garitos y reductos no muy grandes[viii], allí donde se diluye la frontera entre artista y público. Porque, como dijo un periodista musical argentino[ix]: “el blues es la música menos intrascendente que hay”. Esta afirmación es otra manera de decir algo que es moneda corriente en el ambiente y que apela al “sentimiento” al tocarlo y al escucharlo, a la emotividad, a aquello que decía Camarón de la Isla de que “lo importante es trasmitir”; en resumen, a esa conexión músico-aficionado que genera un estado que no deja indiferente y desencadena un estado de emoción básico pero muy profundo.
Y me sirvo aquí de palabras de otro estudioso para describir esa expresividad del blues, compartida también con el flamenco:
“… las letras de blues y de flamenco transmiten una patética indefensión para hacer frente a los grandes problemas existenciales: el amor, la injusticia, la muerte. Hacen aflorar unos sentimientos que reflejan la faceta más desamparada del ser humano: aquella que no sabe encontrar respuestas a los grandes porqués. Por eso, las voces de los negros y los gitanos se acercan a veces más al grito que a la palabra; y por ello resultan tan conmovedoras y universales. Las palabras hablan desde un lenguaje más intuitivo que el de su significado formal: desde el lenguaje de las emociones. Así pues, la música resulta ser, con frecuencia, un medio para expresar y trasladar emociones profundas; finalmente, para librarse de ellas. Y descargar también, aunque sea momentáneamente, las del oyente. Debido a esta transferencia emocional, el canto/cante ejerce un efecto de catarsis tanto en el intérprete como en el espectador.”[x]
Y en este punto agregar que, desde un punto de vista exclusivamente musical, esa expresividad se consigue con muy pocos recursos, ya que la técnica musical del blues es muy sencilla –los famosos doce compases, que a algunos hace decir que “suena todo igual”- y lo realmente difícil es transmitir con esas pocas herramientas[xi]. Porque, a diferencia de otros géneros más “cultos” o sofisticados, el blues no es nada pretencioso. Su épica apela la economía de la madurez, su verdadero desafío es decir más con menos.
leonard cohen, un gran amante del género
Que es una “música triste y melancólica” diría un último tópico muy habitual. Al respecto sólo cabe repetir las palabras de Leonard Cohen, otro gran amante del género: “Nunca he pensado en esos términos. Nunca decimos que un cantante de blues es triste. Si una canción es auténtica expresión del sufrimiento de una persona, entonces el sufrimiento es trascendente y no llega como queja, como lamento, aunque ese haya sido su origen. Se experimenta como alivio, empatía, complicidad, consuelo y placer”[xii].
Y probablemente sea eso mismo lo que le ha permitido sobrevivir a las modas, conservar una legión de seguidores muy fieles y seguir ganando nuevos: en estos tiempos de fugaces imposturas, la autenticidad es un valor que no se consigue en el mercado.