Son las cuatro de la mañana. Suena el despertador. A duras penas consigo levantarme de la cama. Afuera hace mucho frío. Tanto que unos guantes y un gorro no son suficientes. Me asomo por la ventana y ahí están Adelma y Rolando. Ella, sonriente, mira el reloj apurada. »Para llegar a tiempo deberíamos haber salido hace dos horas. Si llegamos cuando haya amanecido las mujeres habrán salido con los animales a pastar, y los hombres andarán de camino a la ciudad más cercana para desempeñar sus quehaceres»; piensa. Él, por su parte, revisa el coche para cerciorarse de que todo está correcto. Imagino que no debe de ser fácil que la seguridad de todo un equipo recaiga sobre tus hombros. Cierro la puerta de mi pequeño cuarto, ese que se ha convertido en mi hogar, y en el que solo hay una cama de madera y muchas horas para pensar. Ya han llegado los demás, nos subimos al todoterreno y en silencio nos confesamos la admiración mutua que sentimos. Aquí cada día es una aventura. Empieza la de hoy.
El Programa de Desarrollo puesto en marcha por el consorcio conformado por las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) Salud Sin Límites, Madre Coraje y Sicra luchan día a día por transformar la realidad de cientos de indígenas que conviven en las comunidades andinas. A más de 4.000 metros de altitud los trabajadores de estas organizaciones hacen frente a grandes cambios de temperatura y transitan por dificultosos caminos fruto de las inclemencias de la orografía. Con su labor buscan mejorar sus instalaciones, construyendo cobertizos donde sus animales puedan guarecerse en caso de grandes tormentas, baños ecológicos con los que impedir que ciertas enfermedades se expandan de forma indiscriminada y cocinas en las que el humo no se propague, evitando las tan frecuentes y temidas enfermedades respiratorias. Para ello, los trabajadores de dichas organizaciones ponen al servicio de los beneficiarios su conocimiento y buen hacer. Mano a mano trabajan por transformar la realidad de su entorno.
comunicación como herramienta de desarrollo
En todas las labores implementadas por el consorcio, la comunicación juega un papel esencial. De ello fui testigo durante mi estancia en Lircay, municipio ubicado en la provincia de Angares, una de las más pobres de todo Perú. A través de programas radiofónicos tratábamos de sensibilizar a la población sobre la importancia de mantener hábitos de vida saludable. Lavarse las manos antes de comer, evitar el consumo de agua no potable, o impedir que los animales estén en contacto con los utensilios de comida, eran entre otras las enseñanzas que capitalizaban los microprogramas que se emitían a través de la radio comarcal. Con un lenguaje sencillo y en su propio idioma –quechua– buscábamos acercarnos a todas aquellas personas no habían tenido acceso a una educación, y que desconocían la relevancia de estas prácticas. Para su elaboración participaron muchos jóvenes y adultos de las diferentes comunidades, quienes enseguida adoptaban esos nuevos hábitos y los difundían entre sus compañeros, vecinos y familiares. Perú fue el escenario en el que descubrí el poder de la comunicación como herramienta de desarrollo. Sin embargo, no fue la única ocasión en la que pude contemplar de cerca su importancia en el devenir diario de poblaciones subdesarrolladas.
La oficina de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, organización que agrupa las Asambleas Nacionales de los distintos países, ubicada en Panamá, trabaja en la gestión de desastres. De forma individual, cada una de estas sedes trata de frenar la propagación de enfermedades contagiosas como el virus del zika o el chikungunya, además de prevenir y reducir las consecuencias generadas por grandes desastres naturales. La labor del gabinete de comunicación de este gran organismo es la de ser capaces de informar a la población ante la llegada de huracanes y/o terremotos, darle las herramientas necesarias para que estos sepan cómo actuar, y ofrecerle los conocimientos necesarios para que sean capaces de sobreponerse a este tipo de crisis. Saber gestionarlas es uno de los puntos más importantes, y en ello la labor de concienciación y sensibilización que lleva a cabo este grupo de expertos es vital. Para ello, es necesario elaborar informes que recojan todas las pautas a seguir en casos puntuales, documentos que reflejen los principales síntomas de algunas enfermedades como, por ejemplo, el dengue, carteles que recuerden la importancia de mantener ciertos hábitos, como el de usar repelente, vestir ropa blanca que cubra el cuerpo por completo, y no salir cuando se pone el sol o está amaneciendo. En este caso, al igual que en el anterior, la comunicación salva vidas.
educación para quién más lo necesita
La organización de eventos, la convocatoria a medios nacionales, la publicación del Informe Mundial sobre Desastres, la constitución de foros, y la puesta en marcha de congresos y seminarios, fueron algunos de los instrumentos que utilizamos para llegar a quiénes más lo necesitan. En este contexto, voluntarios de las diferentes asambleas de la Cruz Roja de toda América aportaban su tiempo y conocimiento a la causa. Su experiencia conseguía que los manuales que se confeccionaban fueran fieles a la realidad, compartían prácticas de mejora, y creaban redes que ayudaban a mantener vivo el espíritu solidario.
Al igual que la comunicación, en este tipo de contextos, la educación se torna esencial. Tal y como afirma la joven activista pakistaní Malala Yousafzai, »existen pocas armas en el mundo que sean tan poderosas como una niña con un libro en la mano». Convencida plenamente de ello, me trasladé hasta Smara, uno de los cinco campamentos de refugiados que existen en Tindouf, en el desierto de Argelia, con el objetivo de dar clases de español y francés a jóvenes. Allí aprendí el valor de la ayuda al desarrollo y la importancia de la cooperación internacional. Este fue el comienzo de todo, lo que me abrió los ojos y que me empujó a querer formar parte de este mundo. Descubrí que hay otra realidad más allá de nuestras fronteras, y decidí plantar cara a las injusticias sociales. Fue entonces cuando decidí hacer el Máster de Cooperación para el Desarrollo de la Universidad de Granada y comencé a formarme en esta materia. Fue entonces cuando comencé a trabajar en diversas ONGs que utilizan la comunicación como el instrumento principal, para educar y concienciar.
una herramienta eficaz
Actualmente, más de 700 millones de personas en el mundo no tiene acceso a alimentos de forma regular. La gran mayoría vive en países en vías de desarrollo, donde el 12.9% de la población presenta desnutrición, tal y como afirma el Programa Mundial de Alimentos. En 2015, diez millones de personas fallecieron a causa de la tuberculosis, una enfermedad actualmente erradicada en los países occidentales. Más del 95% de estas muertes se produjeron en zonas subdesarrolladas. La labor de empleados y voluntarios se torna esencial para mejorar las condiciones de vida de muchas personas.
Es aquí donde la Educación para el Desarrollo, la concienciación y sensibilización toman un rol esencial. Pero en ocasiones, la comunicación se convierte en la herramienta más eficaz, por no decir la única, que puede salvar vidas. Sin medios ni tiempo y lejos de grandes medios de masas, un compromiso firme por parte de la población de países en vías de desarrollo de difundir un mensaje adecuado al resto de la comunidad puede ser vital.
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