Un día te llama tu madre desde un número que no reconoces. «Anda, hijo/a, pásame 5 euros al Twyp de este teléfono, que es de una amiga a la que debo dinero y nunca llevo suelto. ¿Vale? Venga, te dejo que estoy liada». Es su voz, la reconocerías en cualquier parte. Después de todo, es tu madre.
El problema es que, aunque sea su voz, no es ella la que habla. Lo hace una máquina capaz de simular su voz a la perfección, y te pide una nimiedad. ¿Por qué ibas a desconfiar? Como apuntaban algunos de los más reconocidos futurólogos, visualizar el futuro es complejo. No obstante, nos aventuramos y anotamos algunos delitos que es probable que nos acompañen en el futuro.
Los delitos telefónicos del futuro
Si hace diez años nos hubiesen dicho que los falsos secuestros exprés serían una estafa frecuente en el futuro (nuestro presente), habríamos puestos los ojos en blanco. «Sí, sí, cuéntame más, que me interesa mucho». Sin embargo, estas llamadas en las que una voz al otro lado nos dice que han raptado a un familiar son relativamente frecuentes, y la gente pica y manda dinero. Pero los delitos telefónicos del futuro no pararán aquí.
Probablemente todos reconozcamos la voz de Loquendo, el sintetizador de tantos y tantos dispositivos en el que era fácil distinguir a una máquina detrás. Pero se han hecho avances desde entonces. En el traductor de Google podemos escuchar cualquier frase en decenas de idiomas desde hace años, y la dicción y realismo de las voces han ido mejorando poco a poco.
En el audio de arriba podemos escuchar cómo algunos políticos estadounidenses dicen unas pocas palabras. Seguramente la mayoría de los oídos reconozcan a dos presidentes de EEUU: Obama y Trump. Pero esas frases no las ha pronunciado ninguno de ellos, sino un programa de inteligencia artificial de la compañía Lyrebird.
Se espera que la inteligencia artificial permita sintetizar cualquier voz humana de la que se tengan algunas pistas de audio. ¿Y luego? Luego empezarán los delitos, que nos obligarán a desarrollar algoritmos de contraataque para evitar ser objeto de manipulaciones.
Los cacos sabrán cómo vivimos (y cuándo salimos de casa)
Aunque ya haya objetos del IoT sorprendentes, el desarrollo del Internet de las Cosas todavía está en pañales. Por ejemplo, no lo tenemos implantado en nuestras ciudades a gran escala. Y en nuestras viviendas apenas sí tenemos unos pocos sensores: el móvil, alguna pulsera de actividad o el termostato, entre otros. Pero pronto nuestros muebles estarán conectado en red.
Al menos, ese es el objetivo de IKEA, que empieza a experimentar con las luces inteligentes, una tecnología que quiere extender a todos sus productos. Y la teoría suena maravillosa. Imagina que tu cama te informa sobre tus patrones de sueño y te ayuda a descansar mejor; o que tu sofá te avisa cuando lleves más de X horas sentado:
«Colega, tu pulsera de actividad me ha dicho que hoy no has hecho deporte y llevas tres horas sentado viendo la tele, ¿salimos a correr un poco?»
Simplemente genial, innovador e incluso saludable.
Ahora bien, una vivienda en la que los muebles estén conectados a Internet tiene que guardar un nivel de seguridad que todavía no conocemos. Imaginemos que alguien hackea nuestro sofá. Sabría exactamente el tiempo que pasamos en la vivienda, o al menos una idea aproximada. Así como nuestros hábitos o el número de personas que hay.
Nuestra nevera pirateable, blanco de trolls
Se sabe que una tostadora inteligente no aguanta más que 40 minutos libre de intentos de hackeos. (Sí, las tostadoras conectadas existen, y de hecho el primer objeto del IoT fue una tostadora). Tras esos 40 minutos, nuestro electrodoméstico del IoT podría contener malware de todo tipo. Y, por supuesto, ser controlado a distancia.
No hablamos de futuro, ya ha pasado con neveras, lavadoras, tostadoras y otros objetos del prematuro IoT. Pero las neveras, por sus opciones de compra a supermercados online, son un blanco jugoso para «los malos».
Imagina que compras una nevera y a la semana alguien te envía un tetrabrick de leche. «Qué raro», piensas, «Debe de ser un error». Pero al día siguiente te envían dos, al otro cuatro y tras varias semanas tienes envíos de cientos de bricks que tú no has pedido. Alguien te está troleando desde el otro lado del mundo, y tú lo único que puedes hacer es vértelas con el supermercado.
Accidentes remotos en carretera
A los seguidores de The Good Wife les sonanará. Menos gracioso que una broma de mal gusto es que alguien piratee nuestro vehículo autónomo. De ahí que los fabricantes añadan capa tras capa de seguridad a estos vehículos que veremos circular en apenas un par de años por nuestras carreteras.
Como dice Belén Aranda, responsable para Europa del proyecto Conducción Autónoma de BOSCH:
«La ciberseguridad del vehículo debe de ser crucial y Bosch trabaja en una arquitectura que haga muy difícil a un hacker lanzar un ataque serio. Si el hacker entrara en el sistema, éste debe reconocer e ignorar sus mensajes […] Siempre van a estar presentes. Nuestro objetivo es ponérselo lo más difícil posible y, sobre todo, que sus ataques no afecten a sistemas claves.»
Que un cracker consiga el control de un coche puede poner en peligro decenas de vidas. Por ejemplo convirtiendo el vehículo en un kamikaze. Pero, dado que el resto de vehículos todavía pueden esquivarle, el peligro es todavía bajo. Los problemas vienen cuando un black hat consiga controlar una flota de coches completa, causando accidentes masivos y una nueva forma de atentar a distancia.
Pero lo cierto es que no es necesario piratear el vehículo. Como vimos hace un tiempo, un mapa equivocado puede hacer que un vehículo se dirija directamente a un pantano. A 120 km/h, basta con desviar ligeramente la dirección de un carril para provocar un accidente grave.
Por suerte para futuros usuarios de la vía, todas las empresas de vehículos están lo suficientemente preocupados por este tipo de delitos que la seguridad de los coches inteligentes es casi impenetrable.
Sé cómo es tu vivienda gracias a tu aspiradora
Otro punto importante, aunque pocos lo tienen en cuenta, es el robot aspirador. No importa si es el asequible Roomba o marcas como Dyson o LG Hombot, porque todos los robots de este tipo mapean la vivienda. Es decir, trazan un mapa de por dónde avanzan.
Los más potentes del mercado, como el mencionado Dyson, cuentan incluso con una cámara 360º que ven (literalmente ven) la vivienda mientras aspiran. Para los ladrones, poder piratear este tipo de robots es la fuente de información perfecta de cómo es nuestra vivienda, dónde están las ventanas por las que es fácil entrar o cuándo dejamos la casa.
Por suerte, estos robots cuentan con bastantes capas de seguridad. Además de tener que descifrar nuestra clave del router, los potenciales ladrones tendrían que hacerlo también con la clave alfanumérica de nuestro robot particular (que podemos cambiar), más hackear nuestro móvil y entrar en la app. No es fácil, aunque tampoco es imposible.
Como abríamos el artículo, predecir el futuro es bastante difícil. Pero teniendo en cuenta cómo integramos la tecnología en todos los objetos que nos rodean, es probable que los delitos electrónicos sean los más frecuentes en el futuro, como ya lo son del presente. Incluso por ahí se habla de piratear el cerebro.
Los ingenieros de seguridad electrónica tendrán el trabajo asegurado lidiando con estos delitos del futuro. Para los que surgirán técnicas de contraataque que los mantengan a raya, del mismo modo que hoy día usamos antivirus en nuestros dispositivos.
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