Se lleva tiempo hablando de la soberanía energética, un concepto muy ligado con la cooperación y los países en vías de desarrollo. Pareciera que en el primer mundo no necesitásemos reclamar ningún derecho sobre nuestro consumo eléctrico. Pero no es así.
La soberanía energética reside en la capacidad de una comunidad de gestionar la producción de energía que consume. Algo para lo que todavía queda mucho tiempo (y voluntad política). Pero la bajada del coste del kWh solar y eólico, la liberalización del sector eléctrico y los gobiernos de algunos ayuntamientos fomentan esta soberanía energética. ¿Cómo lo hacen?
¿Cómo es el modelo energético tradicional y por qué habría que cambiarlo?
Para empezar, hay muchas voces que señalan que el modelo energético tradicional no es sostenible. Usa en buena parte combustibles fósiles altamente contaminantes de las que todos (bueno, casi todos) conocemos las consecuencias sobre el medio ambiente. A esto hay que sumar que la producción está centralizada.
Tanto físicamente (las centrales guardan una distancia muy grande con respecto a los puntos de consumo) como en el aspecto económico, se depende de unas pocas empresas productoras. Esto hace que los precios puedan ser dirigidos con facilidad por esas compañías.
Este modelo acaba generando pobreza energética, desigualdad y clientes cautivos. Estos últimos se ven incapaces de elegir otro tipo de proveedor fuera de un puñado de empresas líder a las que nadie hace competencia.
Parece, por tanto, que hay que hacer algo y cambiar el modelo actual hacia otro. El nuevo reto de la economía es redistribuir la riqueza generada, y la electricidad es un tipo de riqueza no monetaria a la que hemos puesto un precio.
El modelo futuro para alcanzar la soberanía energética
Si la concentración de producción y poder son un problema, muchos expertos señalan que lo recomendable es una red eléctrica descentralizada en la cual se usen fuentes de energía renovables y a la que toda la ciudadanía tenga acceso a bajo coste. Pero decirlo es más fácil que hacerlo.
Existen numerosas barreras que hay que ir limando, como la inclusión de más proveedores en la generación; evitando la compra de energía sucia, o directamente tirando abajo, como será el caso de las centrales térmicas a lo largo de las próximas décadas. A este cambio se le ha llamado transición hacia la soberanía energética o, simplemente, transición energética.
Muchos ciudadanos, sabedores de que a finales de 2014 se alcanzó la paridad de red solar predicha en muchos informes (el coste del vatio solar bajó por debajo del precio generalista de compra de electricidad), se preguntan por qué no vemos más placas solares. Aunque no sea sobre los edificios. Este dato viene ratificado, por ejemplo, en un informe del Deutsche Bank, de donde hemos rescatado la gráfica de arriba.
La soberanía energética futura no se entiende sin la generación de energía limpia, así como la generación local. Una placa solar da el mismo servicio a 50 km que colocada en km 0, sobre nuestras cabezas. Con la diferencia de que no se pierde energía en el transporte, y que desaparecen los intermediarios. Esto supone un coste importante para el ciudadano.
¿Qué están haciendo los ayuntamientos?
Los ayuntamientos, preocupados por el medio ambiente y por la soberanía de sus ciudadanos, están dirigiendo sus políticas públicas hacia la compra de energía verde y asequible a nivel municipal. Los objetivos son varios: aumentar la soberanía energética en el ámbito municipal, reducir el impacto ambiental, garantizar un suministro básico y fomentar la creación de puestos de trabajo relacionados con la instalación local de fuentes limpias, como la solar o la eólica, entre otros.
Ciudades grandes como Zaragoza, Barcelona o Madrid hace tiempo que trabajan en esta línea de aprovisionamiento de energía. Pero también lo hacen municipios más pequeños como Rivas Vaciamadrid, Córdoba, Móstoles, San Sebastián, Villaba y Alicante, entre otros.
La idea clave tras los distintos proyectos es la de alcanzar el autoabastecimiento, de modo que un territorio dependa de sí mismo y no requiera ayuda, apoyo o interacción externa para su consumo eléctrico.
¿Qué puede hacer el ciudadano, hoy, en busca de su soberanía eléctrica?
Cuando el sector de la energía se liberalizó en 1997, surgieron algunas voces críticas porque, por aquel entonces, había muy poca (o nula) competencia, y da igual que un sector esté liberalizado (poder elegir el proveedor) si solo son muy pocas las empresas que generen electricidad que podamos comprar.
Sin embargo, a medida que el coste de la inversión de las fuentes renovables ha ido bajando de manera drástica, más y más proveedores han empezado a generar energía limpia. Ponemos el caso de la energía solar, cuya eficiencia (ordenadas) no ha hecho más que mejorar a lo largo de los años (abscisas), pero lo mismo se podría decir de la energía eólica.
Por toda la geografía española han ido surgiendo parques eólicos y solares a medida que la Ley de Swanson se ha ido cumpliendo. Esta señala que, cuando la producción de paneles solares duplica sus ventas, el coste de producción cae un 20%.
Esto significa que cada hogar puede elegir cuál es su proveedor de energía. Eso sí, conlleva un trabajo que muchos no están dispuestos a realizar. Pero para aquellos preocupados por el medio ambiente es importante señalar que es posible comprar energía 100% limpia son sellos de calidad y garantías.
En otras palabras, los expertos subrayan que la ciudadanía puede crear una masa crítica y dejar completamente de lado la generación de energía de las centrales térmicas en pocos años, por no hablar de las centrales nucleares. Y, por cierto, ahorrando en el proceso.
Imaginemos lo que supondría para la economía la demanda constante de paneles solares y molinos eólicos si una gran parte de la ciudadanía buscase proveedores limpios. No cabe duda de que el futuro es eléctrico, y con bajas o nulas emisiones de CO2.
A falta de una legislación nacional proactiva, dependemos de que los ayuntamientos den voz a la ciudadanía. Y de esta última generando una masa crítica en su busca de proveedores limpios. La soberanía eléctrica está en nuestras manos (si la buscamos).
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