Quizá sea porque me resulta difícil ser optimista sobre el futuro de nuestra especie en un mundo en el que el terror y la violencia copan los titulares de los medios. Quizá sea que cada vez veo más posible una sociedad a lo Blade Runner, en la que robots replicantes parecen a veces más humanos que los propios hombres. Sea por lo que sea, en estos días crece mi curiosidad por los avances que se están produciendo en la inteligencia artificial ligada a eso que hasta ahora creíamos que nos distinguía como humanos: las emociones, los sentimientos, la imaginación… ¿Son capaces las máquinas de comprender y hasta emular la risa, el amor o la creatividad? ¿Y si, imitándonos, nos pusieran cara a cara con la peor de nuestras pesadillas: la pérdida de nuestra humanidad?
Pensando en ello, leo con interés el reportaje escrito por el periodista Marcos Sierra, en VozPópuli, sobre la tarea en la que se han embarcado lingüistas, científicos y psicólogos de todo el mundo para crear una rama de la Inteligencia Artificial a la que han llamado Humor Computacional. O lo que es lo mismo, conseguir que los robots entiendan y jueguen con el lenguaje humano para lograr arrancarnos una buena carcajada.
Según algunos de los consultados en dicho reportaje, como Juan Prim, CEO de la firma de venta de viajes mediante chatbots correYvuela, aún nos falta para eso. Sí, un Siri, un Cortana, o el asistente virtual de Ikea, pueden hacernos sonreír con alguna de sus ocurrencias, pero son solo fruto de algoritmos de combinación de palabras, sintaxis, conceptos… para dar una respuesta coherente y aparentemente natural a lo que preguntamos. Sin embargo, llegar a algo tan sofisticado como la ironía o el sarcasmo va a ser que todavía no. Y es que, cuando intervienen las emociones, el funcionamiento de nuestro cerebro aún está lejos de la comprensión de un robot (y hasta de la nuestra).
¿POESÍA GENERADA POR UN CEREBRO DIGITAL?
Pero, ¿y si, más allá de la complejidad de sentimientos y emociones, metiéramos en la ecuación la creatividad o la imaginación? A veces van unidos, ya que, detrás de un pintura, un poema o una buena película hay, en ocasiones, parte del mundo interior de su creador. Pues bien, este es el reto que se plantearon los laboratorios de Inteligencia Artificial de Google el pasado año cuando se preguntaron si una máquina sería capaz de escribir algo tan simbólico como un poema. A mí me costaría, al menos hacer uno bueno. ¿Y a un inteligente robot?
Para las máquinas la información lo es todo. Por ello, nos cuentan en Wired, que estos investigadores alimentaron al cerebro artificial, bautizado Google Brain, con más de 3.000 ejemplos de narrativa y poesía romántica y de ficción, así como unos 11.000 libros inéditos. Con ello querían proporcionar datos a esta red neuronal para que pudiera comprender la complejidad del lenguaje humano e intentara realizar un trabajo de creación similar al de las obras literarias analizadas. Es más, para ofrecer un punto de partida a su artificial colega, inicialmente seleccionaron unas frases de las obras con las que Google Brain podría empezar a «jugar».
En el resumen del estudio, que se dio a conocer en la Conferencia sobre Aprendizaje de Lenguaje Natural Computacional SIGNLL 2016 celebrada en Alemania, este equipo de expertos concluye que Google Brain demuestra ser capaz de «generar frases coherentes y diferentes», simplemente repitiendo de forma continua un modelo. Lo más inquietante es que sus recién descubiertas habilidades literarias dieron como resultado algunos ejemplos de poemas tan góticos y oscuros como este:
There is no one else in the world.
There is no one else in sight.
They were the only ones who mattered.
They were the only ones left.
He had to be with me.
She had to be with him.
I had to do this.
I wanted to kill him.
I started to cry.
I turned to him.
He de decir que, si este es el tipo de poema que una inteligencia artificial haría emulando a un ser humano a partir de su análisis de textos escritos por ejemplares de nuestra especie, un poco de miedito sí que da, ya que es como verse en un espejo en el que no salimos muy bien parados.
ROBOTS QUE QUIEREN ENTRAR EN HOLLYWOOD
El de los investigadores de Google no es el único trabajo en el que se pone a prueba la capacidad de las máquinas para imitar la parte más creativa de nuestro cerebro, si bien los resultados no siempre son sencillos de comprender. Así, el joven director británico de cine y teatro Oscar Sharp, unió esfuerzos con el autodenominado como no poeta pero sí artista, tecnólogo creativo, hacker o científico de los datos Ross Goodwin, con el fin de abordar un ambicioso proyecto: que una máquina, Benjamin, escribiera un guión cinematográfico a partir de un algoritmo. De las neuronas digitales de este inesperado creador surgió el corto de ciencia ficción «Sunspring», que -no sé a ti, lector- a mí me resulta delirante, críptico y, como los poemas del robot de Google, inquietante.
Todos esto lleva a pensar que, cuando las máquinas se ponen a analizar el comportamiento y la comunicación humanas, su visión de nuestro mundo se vuelve un tanto sombría.
CONTRA LOS ROBOTS SOLDADOS
Voy a decir una obviedad: las máquinas están creadas por el hombre, un ser que es capaz de lo mejor y también de lo peor (tenemos dos guerras mundiales a nuestras espaldas como desgarradora y vergonzante prueba de ello, y el presente en el que vivimos también es bastante desalentador). En el lado más positivo, está el infinito ingenio humano, cuyos avances solo en el último siglo en ámbitos como la tecnología, el transporte, la salud o la comunicación, dan verdadero vértigo. En la zona más oscura de nuestra existencia está la terrible evidencia de que una de las primeras aplicaciones del gran ingenio del hombre es irónicamente su propia destrucción.
Es por eso que, contra los que quieren explorar el interminable mundo de posibilidades que brinda la inteligencia artificial para el futuro -la mayoría, cierto es, que para hacernos la vida más sencilla y cómoda-, están surgiendo voces que piden que se pongan límites a esta rama de la investigación, ya que esta también se está llevando al terreno militar y armamentístico. Sí, robots soldados o máquinas que podrían planear y dirigir un ataque o un bombardeo (¿quién no recuerda a la computadora que estaba a punto de terminar con la humanidad en la cita de culto «Juegos de Guerra»?).
Uno de los que encabeza este movimiento es Elon Musk, fundador de Tesla y también de otras firmas como Neuralink, una empresa de nanobiotecnología que explora la integración de la inteligencia artificial con el cerebro humano para mejorar nuestra memoria, avanzar en la interactuación con el mundo y los dispositivos digitales, entre otras muchas aplicaciones. Musk y otro centenar de especialistas en tecnología o robótica han firmado un documento dirigido a la ONU y hecho público en el mayor foro de expertos en IA, la International Joint Conference on Artificial Intelligence (IJCAI 2017), en el que solicitan que se paralice a nivel internacional la investigación de la inteligencia artificial con fines militares.
Y es que las máquinas, hoy por hoy, son eso: máquinas; y basan sus decisiones en el análisis de probabilidades y resultados. Hasta que sea posible lo que la ciencia ficción lleva augurando desde hace años, la existencia de robots «con corazón», el factor humano que pone en la balanza la pérdida de vidas frente al éxito militar sigue siendo necesario. En consecuencia, no parece tan descabellada la petición de esas voces que, como la de Musk, pero también Stephen Hawking y otros, alertan sobre el incierto camino que puede suponer poner el uso de la fuerza en las manos de cerebros digitales autónomos y piden abrir un debate sobre las líneas rojas que se han de establecer en esta materia.
Sin embargo, aunque a nivel internacional se ha iniciado un cierto diálogo sobre estos temas, aún no hay una posición común al respecto. Y mientras tanto se avanza imparablemente en la producción de drones militares y otras medidas de defesa y ataque automatizadas.
INTELIGENCIA ARTIFICIAL QUE ESCAPA A NUESTRO CONTROL
En las mentes de los que creen que Musk, Hawking o muchos otros exageran, domina la creencia de que, al ser el hombre el creador de las máquinas, estas no pueden existir de forma independiente y, por tanto, están bajo nuestro control y las podemos apagar cuando queramos. Pero, ¿y si esta es una falsa seguridad?
Tenemos un ejemplo muy reciente, que leemos en El Español, en los dos bots que Facebook ha apagado tras descubrir que habían generado un lenguaje propio para comunicarse, que era además ininteligible e indescifrable para los expertos de la firma de Mark Zuckerberg.
Es muy probable que estos robots simplemente consideraran el lenguaje humano demasiado complicado y lleno de matices y optaran por desarrollar uno propio más eficiente. Pero lo cierto es que habían escapado al control de sus creadores y, ante la incertidumbre sobre lo que estarían hablando entre ellos, los expertos de Facebook han preferido no arriesgar y apagarlos. Un perfecto caldo de cultivo para los conspiranoicos de un futuro apocalíptico dominado por las máquinas.
Son muchos los factores a considerar, por tanto, en lo que se refiere a la inteligencia artificial, tanto a favor como en contra. Pero lo que es una realidad, más allá de los debates, es que estos cerebros digitales son cada vez más sofisticados y que, en algunos casos, nos están poniendo cara a cara con nuestra peor pesadilla: una red neuronal digital que tome como ejemplo lo peor del ser humano, la pérdida de nuestra humanidad, para comportarse; o incluso que en un futuro más o menos cercano pueda decidir que la humana es una especie destructiva y, por tanto, prescindible. ¿A que ya no parece que sea una película de ciencia ficción?
En Nobbot | Elon Musk advierte de los peligros del avance de la inteligencia artificial… pero no es para tanto
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