A veces, dice, se ve a sí mismo como una especie de Don Quijote, persiguiendo gigantes que no existen. Quizá sea porque se leyó el libro de Cervantes dos veces en los 88 días que pasó en una balsa hecha de botellas de plástico navegando entre California y Hawái. A bordo de Junk, Marcus Eriksen y su Sancho Panza, Joel Pascal, querían llamar la atención sobre la problemática de la acumulación de plásticos en los océanos.
Así, 15.000 botellas de plástico y una cabina de una avioneta dieron forma a un viaje de más de 4.800 kilómetros a través del Pacífico. Los resultados: un libro, una ONG y una lección sobre cómo ser activista desde la ciencia. Es increíble todo lo que la basura puede contar del mundo que la produce.
-¿Cuánto plástico hay ahí fuera?
269.000 toneladas formadas por más de cinco trillones de partículas. Esta es la última estimación, publicada hace ya dos años, y es un dato que no deja de crecer a medida que mejoramos los sistemas de medición. Cada vez hay más plástico acumulado en nuestros océanos.
-¿Y se está haciendo algo para pararlo?
Es muy importante que nos centremos en reducir su producción al principio de la cadena si queremos parar esta riada de basura. No se está haciendo, aunque sí existen algunos proyectos para impedir que la basura llegue al mar. Soy optimista al respecto, cada vez se está trabajando más para frenar este tipo de contaminación.
-Si no generamos menos basura, al menos alguien está intentando que no llegue al mar…
Ahí es donde está el desafío, hoy por hoy. La industria del plástico tiene una idea de cómo solucionar las cosas y las ONGs y los ecologistas tienen otra.
No creo que los plásticos de origen vegetal y los biodegradables sean la respuesta. La solución está en los materiales duraderos y reutilizables
-¿Y qué papel juega la industria tecnológica en todo esto?
Un papel bastante importante, sobre todo la tecnología de los materiales. Hoy por hoy, los plásticos biodegradables que existen no son un sustituto real de los plásticos de un solo uso, como los que se usan en las bolsas o los vasos.
También juega un rol importante a nivel energético. La basura que se quema hoy en día en las incineradoras genera energía, pero es igual que generar electricidad quemando petróleo. Así, otro de los grandes debates que existen es si se podría quemar plástico de origen vegetal y conseguir la misma energía.
-No pareces muy convencido de que esta sea la solución.
No creo que los plásticos de origen vegetal y los biodegradables sean la respuesta. La solución está en los materiales duraderos, reutilizables, no en los de un solo uso. Cubos, cajas… objetos que duren 10 años y que, si alguna vez acaban en el océano, sean biodegradables.
-¿Y por esto te lanzaste al Océano Pacífico a bordo de Junk?
Todo empezó en 2003, cuando recorrí el río Mississippi en una balsa casera. Fue un viaje increíble, me enamoré del río y de la gente que me encontraba a mi paso. Pero cuando vi toda la basura que bajaba por el río me impactó muchísimo. Pensé que algo estaba fallando para que dejásemos que aquello pasase.
Tenía que hacer algo. Por eso, cuando mi mujer y yo decidimos empezar con 5 Gyres Institute, pensamos que lo más natural era inaugurarlo con un viaje así. El viaje a bordo de Junk y la ONG nacieron de la mano.
-¿Cuál era el objetivo principal de este viaje?
No existen las islas de basura. Sabíamos que eran un mito. Existe una zona de acumulación temporal de residuos plásticos y es algo mucho más peligroso. Teníamos que acabar con este mito.
No creo que la gente fuese consciente de que existía este nivel de contaminación antes de que los medios creasen este mito
-¿Por qué nos hemos inventado estas islas de plástico? ¿No era lo suficientemente negativa la realidad?
La imagen de una gran mancha de basura nació de la mano de los medios y el sensacionalismo. Un científico hablaba de una zona contaminada del tamaño de Texas. Otro científico señaló la existencia de áreas en los océanos donde se acumulaba la basura. Los medios pusieron las dos ideas juntas y dijeron: “Tenemos una isla de plástico del tamaño de Texas en medio del océano”. Puedes caminar sobre ella o comprarte allí una casa. Y lo ilustraban con fotos de basura en ríos o zonas de costa.
¿Fue necesario para llamar la atención? Seguramente, ha contribuido. No creo que la gente fuese consciente de que existía este nivel de contaminación antes de que los medios creasen este mito.
-Si la isla no existe, ¿cómo lo llamamos?
Creo que esmog sería una metáfora más acertada. No son botellas enteras ni grandes trozos de basura. Es una especie de niebla formada por millones de partículas, de micro-plásticos.
-¿Podríamos llegar a limpiar la basura, a acabar con la niebla de plásticos?
No. No podemos. Ese plástico que ya está en el océano se va a hundir o acabará en nuestras playas. No se puede limpiar. La única solución es dejar de tirar plástico al mar, así de sencillo.
hay que diseñar los objetos y los materiales para que sean reciclables. Los productos de un solo uso no pueden seguir siendo parte de nuestra economía
-¿Dónde encajamos aquí el reciclaje?
Es importante, pero, para que sea realmente efectivo, hay que diseñar los objetos y los materiales para que sean reciclables. Si no se hace, no se puede cerrar el círculo. Los productos de un solo uso no pueden seguir siendo parte de nuestra economía. Hoy en día, en Estados Unidos, se recicla el 9,2% del plástico que se desecha.
-¿Y qué se hace con el resto?
Se entierra, se incinera, se acumula, se vende o exporta a terceros países… y llega al mar.
-Y del mar, a la cadena alimenticia. ¿Cuál es el efecto de la ingestión de plásticos sobre los animales y sobre nosotros mismos?
No se sabe, realmente. Sabemos que hay micro-plásticos en nuestros pulmones, se está investigando su presencia en nuestro sistema circulatorio… El problema son los químicos que se liberan por contacto con estos plásticos. Son pequeñas dosis de químicos que se ingieren día a día. Es como el caso del bisfenol A, un componente desarrollado a partir de una hormona sintética que se ha usado de forma masiva en la fabricación de plásticos. En el cuerpo humano, se ha probado que funciona como un disruptor endocrino que afecta al desarrollo.
-Volviendo sobre el reciclaje. Si, hoy por hoy, no funciona, ¿qué puede hacer el consumidor?
Para empezar, lo mejor es mirar la lista de la compra y pensar: ¿en dónde va a acabar todo esto? Tenemos que pensar que no solo estamos comprando un producto, sino un paquete o un envoltorio. Puedes decidir entre comprar un bote de mermelada de plástico, uno de cristal o ir a una tienda en la que te permiten rellenar tu propio envase. Es posible reducir de forma importante la basura no reciclable que generamos.
-Pongamos que uno de cada 10 consumidores llega a hacerlo, sería muy frustrante ver que no se soluciona nada a pesar de tu esfuerzo.
Sí, por eso siempre defiendo que la responsabilidad de cambiar las cosas no puede ser del consumidor. A las compañías que producen el plástico les encanta decir que los individuos y los ayuntamientos son responsables de los residuos que generan. Es un enfoque incorrecto. Si seguimos así, cada vez se gastará más dinero en gestionar nuestra basura en lugar de destinarse a infraestructuras importantes.
Las grandes compañías tienen poder real de cambiar las cosas, de llevar a cabo una verdadera revolución en el diseño de materiales.
A los productores de plástico les encanta decir que los individuos y los ayuntamientos son responsables de los residuos que generan. Es un enfoque incorrecto
-En tu libro nombras algunas experiencias de basura cero (zero waste) que han tenido éxito. ¿Por qué no se desarrollan a mayor escala?
Existe una gran resistencia a este movimiento, que busca la reutilización total de los recursos. Si todo el mundo deja de usar bolsas de plástico, las compañías que las fabrican se quedan sin negocio. Aun así, cada vez hay más países y ciudades que prohíben el uso de plásticos no reutilizables o no reciclables.
-Más allá de las bolsas o las botellas, tampoco hay que olvidar que el plástico es un aspecto central de nuestro mundo.
El plástico tiene su sitio, es importante. El plástico salva vidas, lo usamos en hospitales y equipos de salvamentos, lo usamos en la tecnología. Lo que es incorrecto es crear productos de un solo uso, que se sabe que van a acabar en la basura y no se pueden reutilizar. Es una especie de obsolescencia programada.
-El debate de fondo de todo esto gira alrededor de la economía circular. Te lo preguntas varias veces en el libro: ¿podemos desarrollar la tecnología y la industria para vivir en un sistema cerrado en el que nada se desperdicia?
Hemos nacido y crecido en un sistema abierto y lineal. Así funciona la naturaleza, los animales y las plantas. Si hay recursos, las poblaciones crecen y consumen el máximo. Cuando se acaban los recursos, todo es sufrimiento y muerte y las poblaciones se reducen drásticamente. ¿Podemos luchar contra nuestro propio destino?
Yo creo que sí. Eso sí, necesitaríamos reorganizarlo todo y planear el mundo de otra manera. Por ejemplo, en el espacio se están empezando a utilizar impresoras 3D para fabricar una y otra vez las herramientas que se necesitan, cuando se necesitan. Reutilizando los materiales. ¿No sería increíble poder hacerlo aquí abajo?
La idea de que la ciencia es objetiva no es cierta. está muy influenciada por la industria, y los científicos tienen que pensar qué se está haciendo con su ciencia
-Para terminar, hay una afirmación de tu libro que me gustaría comentar. “La ciencia pura no existe, todo científico adopta una posición”.
Es cierto, incluso si no estás haciendo algo de forma activa, estás posicionándote mediante la inacción. La idea de que la ciencia es objetiva no es cierta. La ciencia está muy influenciada por la industria, y los científicos tienen que pensar qué se está haciendo con su ciencia.
Cuando nosotros empezamos a señalar la existencia de los micro-plásticos de los cosméticos [las esferas de los exfoliantes o los detergentes] en el agua, se nos combatió con una campaña, apoyada por estudios científicos, que decía lo contrario.
-¿Crees que la gente es consciente de la influencia de los lobbies en la ciencia?
No. Y si lo son, no saben qué hacer al respecto. Es como el escepticismo alrededor del cambio climático. Vas poco a poco, creando dudas y la gente se vuelve escéptica. Y la mejor forma de generar estas dudas es contratar a un científico para que lo haga. Así hay estudios con los que rebatir los hechos.
Por otro lado, Internet también ayuda. En la web siempre hay alguien o algo que te va a dar la razón, que va a apoyar las ideas preconcebidas que tengas.
En Nobbot | 8.300 millones de toneladas de plástico son un problema de peso
Imágenes | Marcus Eriksen, 5 Gyres Institute, NOAA