La expansión del ecosistema digital y el uso de las redes sociales debilita la función de filtro y de tutela de la opinión pública de los medios de comunicación tradicionales, en un momento histórico definido por el paso de la democracia de partidos a la democracia de audiencias, según ha señalado Fernando Vallespín en un foro sobre democracia y digitalización organizado por la asociación Digitales. El experto vaticina el fin de los intermediarios tradicionales, ya que «el poder está ahora en los intermediarios que ponen las bases para la desintermediación».
desintermediación y economía de la atención
En opinión de este politólogo, el espacio público de hoy se distingue por tres fenómenos: perdida de “autorictas” de toda posición de poder, crisis generaliza de la intermediación y una lucha feroz por el mercado de la atención.
El experto recurre a una cita del filósofo griego Epicteto –“No son los hechos los que estremecen a los hombres sino las palabras sobre los hechos”– para definir un tiempo donde lo que importa es captar la atención en una democracia de audiencias, donde todo es fugaz. Y es que, en opinión del politólogo, la gran revolución que surge a partir de la digitalización es la percepción del tiempo. “Pensemos que Felipe II tardó 36 días en enterarse de que había ganado la batalla de Lepanto», recuerda Vallespín.
“La democratización de la comunicación -señala Fernando Vallespín- ha cambiado el reparto de papeles entre audiencia y líderes de opinión o medios, ya que todos somos medios y audiencia”. Por ello, quizás ahora más que nunca, no hay mayor poder que poder definir lo real y hay una competencia casi infinita para captar la atención de la audiencia, seduciéndola con un discurso que le permita hacerse una idea de la realidad.
los medios sufren una cierta paranoia que les obliga a ofrecer novedades de forma permanente.
En esta competencia feroz por la atención, los medios han perdido parte de su esencia. “En inglés, la palabra verdad (truth) tiene la misma raíz que confianza (trust) y esa era la virtud principal de los medios de comunicación tradicionales que, sin embargo, ahora participan de una lógica del entretenimiento para captar la atención de la audiencia”.
“Por ello –explica el que fuera presidente del CIS– los medios sufren una cierta paranoia que les obliga a introducir novedades de forma permanente en un sistema que envejece muy rápido y, como consecuencia, la política se ve muy condicionada para atender las necesidades de esa especie de monstruo que se alimenta de novedades».
la lógica del enjambre
La realidad, que antes definían los medios de prestigio, ya no existe y operamos sobre una realidad construida en una máquina de filtro que ha sustituido a las anteriores. “Roosevelt fue el presidente de la radio, Kennedy el de la televisión y Obama fue el primer presidente de las redes sociales”, explica Vallespín.
No hay mayor poder que poder definir lo real y hay una competencia casi infinita para captar la atención de la audiencia.
La aparición de las esferas públicas desorganizadas, que planteó Habermas, conlleva una pérdida de un mundo público común y su sustitución por un consumo fragmentado guiado por la lógica del enjambre, la privatización o las cámaras de eco. “Superponemos grupos y no coincide la forma en la que percibimos el mundo en las distintas subesferas de las que participamos, por lo que hemos perdido una idea común de lo público, no todos participamos de un mundo común”, reflexiona Vallespín.
balcanización del discurso
De esta forma, en opinión de Vallespín, nos hallamos en medio de una balcanización del discurso público, en el que prima la emocionalidad e, incluso, el resentimiento. Un fenómeno que se distingue por la creación de comunidades entre afines, su reactividad –no se argumenta o dialoga- y la creación de una realidad paralela, como se da en el caso del populismo, al que Fernando Vallespín no considera una ideología sino una forma de generar una realidad a partir de la simplificación emocional.
La desintermediación y esta imposibilidad de conocer la realidad -por otra parte, un sentimiento tan postmoderno- genera “patologías”, como la ficcionalización de los hechos y la factificación de las ficciones, la posverdad y el triunfo del individualismo narcisista frente a la conciencia cívica.
el triunfo del individualismo narcisista frente a la conciencia cívica lleva a una ficcionalización de los hechos y factificación de las ficciones.
En este contexto cobra especial importancia la construcción de “marcos” de interpretación. “Si te anticipas al otro –afirma Vallespín- defines la realidad”. El catedrático pone como ejemplos de “frames” exitosos el caso del “derecho a decidir” de Cataluña, -“un marco imbatible, porque ¿quién se va a oponer a algo así?”- o el cuestionamiento del cambio climático.
Sin embargo, y pesar del este auge de “las tecnologías del yo” que podría dar lugar a una visión apocalíptica de las nuevas tecnologías, el politólogo concluye que estas también son un instrumento positivo para la democracia, ya que facilitan la movilización ante cuestiones sociales y constituyen una útil plataforma para el activismo.