Según Nicholas Negroponte, en 30 años se habrán desarrollado píldoras cargadas de información que, una vez ingeridas, nos harán adquirir conocimientos y habilidades. Y no hablamos de las típicas energéticas que nos quitan el cansancio y nos ayudan a concentrarnos. Éstas vendrán cargadas de bits y llegarán al cerebro directamente por el torrente sanguíneo.
Diferentes pirulas, diferentes temáticas. Que quieres aprenderte Hamlet en versión original, la pastilla roja; que quieres destripar el código civil en busca de un supuesto, la pastilla azul; que quieres aprender a pilotar un helicóptero, pastilla verde; que quieres cocinar sushi, pastilla amarilla. Diferentes píldoras podrían darnos un conocimiento diferente, de la literatura a los idiomas.
¿Por qué tener que pasarte veinte años de tu vida pegado a los libros de texto haciendo horas en tristes aulas declinando lenguas muertas, si con un blíster podrías tener todo ese conocimiento instalado en tu “disco duro”? A Nicholas Negroponte, insigne fundador del Media Lab en el MIT y el proyecto One Laptop per Child, se le dan bien las predicciones, ya dijo en 1984 en su primera TEDtalks que los ratones serían sustituidos por pantallas táctiles y aquí estamos con los smartphones y las tablets, y en 1995 dijo que compraríamos libros y periódicos en línea y los leeríamos en las pantallas y el Kindle sigue siendo el regalo estrella por navidades.
Esto de los chutes de información lo soltó en otra TEDtalks en Vancouver hace apenas tres años: «Mi predicción es que podremos ingerir información. Vas a tomar una pastilla y saber inglés. Vas a tragarte una pastilla y conocer a Shakespeare”. El truco está es poder hacer que las diferentes piezas se depositan en los lugares correctos del hemisferio cerebral. Negroponte dijo que él no es el único científico que piensa que tal hazaña de aprendizaje puede ser posible en los próximos 30 años.
¿Pastilla roja o pastilla azul?
Parece que en unos años y antes de que acabemos muchos de pagar la hipoteca, el Morpheus de turno nos abordará con aquello de “¿Pastilla roja o azul? La roja: te muestra la vida como es en verdad, las guerras, lo mal que va el mundo; pero al fin y al cabo, la realidad. Aquí eres infeliz. La azul: te muestra que la vida es perfecta, pero es una apariencia, nada más, como vivir en una burbuja que no te permite ver lo demás. Aquí eres feliz”. ¿Cuál elegirías?
Estas pastillas representan la elección entre abrazar la a veces dolorosa verdad de la realidad (roja) y la dichosa ignorancia de la ilusión (azul), y en la trilogía de las (ahora) hermanas Wachowski cada paso de Neo, Cypher y Trinity nos sumergen en un vertiginoso mundo de dilemas y contradicciones filosóficas.
El problema es que cada persona tiene una sola oportunidad de elección sin ninguna posibilidad posterior de arrepentimiento: “Esta es tu última oportunidad. Después de esto, no hay vuelta atrás. Toma la píldora azul: el cuento termina, despiertas en tu cama y creerás lo que quieras creer. Toma la píldora roja: permaneces en el País de las Maravillas y te mostraré qué tan profundo llega la madriguera. Recuerda, todo lo que estoy ofreciendo es la verdad, nada más”.
Y todo para descubrir que los cuerpos de los habitantes humanos son almacenados en masivas plantas eléctricas, complacidos en su prisión mental, con el fin de convertir su temperatura y su energía «bioeléctrica» en poder para el consumo de las máquinas. Al final parece que hasta los que eligieron la pastilla roja se arrepienten: “La ignorancia es una bendición”.
ya se está trabajando en pastillas digitales con sensores tan afinados como saber en qué zona de la lengua se han colocado
Pero bueno, siguiendo con la ficción, o con la ciencia-ficción, los que no quieran vivir en Matrix y prefieran que la luz de la razón se la procesen en una fórmula anónima -y se fíen de los laboratorios (clandestinos o no)-, podrán echar mano de las recetas que expenda en este caso profesores y catedráticos como el de Breaking Bad antes que médicos y psiquiatras. ¡Pero cuidado con los efectos secundarios!
Pastillas digitales chivatas
Volviendo al presente, tenemos ya a varias empresas que están desarrollando pastillas “digitales”, cuyo target son los ancianos, los enfermos mentales, la población reclusa y cualquier persona que sufra problemas de corazón, diabetes, hipertensión y otras afecciones crónicas o derivadas de desordenes sexuales y adiciones varias. Pastillas que llevan incorporado un sensor digerible que avisa al médico y al cuidador que han sido tomadas, y que en un futuro podrán tener otros diseños que informen de su impacto en el organismo y de su efectividad.
Hace apenas unas semanas, a mediados de noviembre, llegaba el primer ensayo clínico de los laboratorios Bristol-Myers Squibb aprobado por la FDA, la “agencia del medicamento” estadounidense. Corresponde al Abilify (una versión del antipsicótico aripiprazol), utilizado para el tratamiento de la esquizofrenia, la fase maníaca aguda y episodios mixtos asociados con el trastorno bipolar, y la depresión clínica, “y sin embargo, en el grupo de medicamentos más de moda, los neurolépticos como Zyprexa o Risperdal, que se les está recetando a multitud de personas sanas con cualquier excusa”, apunta Miguel Jara, consultor y abogado en temas de salud. También los metilfenidatos, como el Rubifen o el Concerta que se usan en niños para la misma indicación médica (el más que cuestionable Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad o TDAH).
Y la polémica está servida. ¿Son precisamente este tipo de pacientes paranoicos los más indicados a dar su consentimiento a ser monitorizados? ¿De verdad no había otro target menos susceptible de verse perseguidos y sentir voces ocultas?
Psiquiatras como Peter Kramer, autor del libro Listening to Prozac, insisten en el peligro que conlleva recetar medicamentos con funciones de espía a la sombra. Sin embargo, los responsables sanitarios de EEUU dicen que el incumplimiento de las prescripciones médicas le cuesta a la sanidad estadounidense cerca de 100.000 millones de dólares al año por empeoramientos derivados de no tomarse la medicación que les corresponde.
Estas novedosas pastillas emiten la fecha y la hora en las que son ingeridas, gracias a un sensor comestible que envían un mensaje a un parche y este a su vez transmite la información a una aplicación que tratará los datos electrónicos desde un teléfono móvil. Los enfermos deberán consentir voluntariamente y dar acceso a los datos a sus médicos y hasta a otras cuatro personas, lo cual supone un papeleo añadido de permisos, LOPD y GDPR, pero siempre podrán desestimar, revocar y cancelar el consentimiento.
Esta es sólo la primera medicación aprobada de estas características, pero ya se está trabajando en otras con todo tipo de sensores, tan afinados como saber en qué zona de la lengua se ha colocado la pastilla, y su uso se extenderá a otros campos de la industria médica. Hasta las compañías aseguradoras han revelado su interés en esta fórmula para introducirlo en sus contratos de salud, incluso mediante incentivos, como ya se hace con las cámaras situadas en los vehículos asegurados. Y es que en EEUU no todas las pastillas digitales exigen la aprobación de FDA, lo que ha permitido que se pongan en marcha varios proyectos piloto basadas en estas tecnologías.
La Red está tan llena de experiencias en primera persona como de falsas pastillas que se venden sin ningún tipo de garantía, y sin maestro armero al que reclamar
“Algunas farmacéuticas ya han puesto el foco en las personas mayores, para las que esta tecnología podría resultar útil a la hora de recordarles los fármacos que deben tomar. Sólo que el principal problema hoy de las personas mayores (y de la población psiquiátrica y en general) es que están sobrediagnosticadas y sobremedicadas. Esta polimedicación acarrea una menor adherencia a los tratamientos, así como un incremento de la posibilidad de interacciones, de errores de medicación, de reacciones adversas y de ingresos hospitalarios. Su ingesta correcta se reduce conforme aumenta la receta de tratamientos y estos en muchos casos son la causa de su muerte. ¿De verdad tras leer esto alguien cree que la tecnología de las píldoras digitales llega para cuidar a nuestros mayores?”, señala Miguel Jara en su blog.
Smart pills
De vuelta al asunto de las pastillas para la inteligencia, se pueden encontrar en el mercado multitud de “complementos” vitamínicos o simplemente químicos que pregonan sus bondades en detener la pérdida de memoria y otros deterioros inevitables de la edad. ¿Sabías que a partir de los 30 años y hasta que nos morimos se pierde el 70% de nuestras neuronas? ¿Y que sólo utilizamos el 10% de nuestra capacidad cognitiva?
Las llamadas smart pills prometen revigorizar la actividad cerebral, estimular la oxigenación y la propagación de neurotransmisores. Marcas como Adderall y su mejorado Adderum a base de modafinilo, Brain Plus IQ hecho con fosfatidilserina, Modafinil o Alpha Brain están haciendo su agosto por Internet; también otras con “ingredientes” como la acetil-L-carnitina, la pregnenolona, el ácido docosahexanoico, la fosfatidilcolina y la dimetilaminoetilamina aparecen en todo tipo de “nootrópicos” (fármacos del conocimiento) indicados en principio para pacientes clínicos con lesiones cerebrales, Alzheimer o el mal de Korsakoff.
Incluso con receta médica como la Elvanse de Shire a base de lisdexanfetamina dimesilato “a un precio ridículamente desorbitado”, pero legal en las farmacias, porque técnicamente no produce su efecto hasta que se metaboliza en el cuerpo y se transforma su espídica molécula; lo mismo aplica para las antes mencionadas, cuya compra en sí no está prohibida en la UE, solo su venta sin receta facultativa (por eso se recurre a la Web para saltarse este escollo). Pero hay hasta quien incluye también a las bebidas energéticas a base de taurina y cafeína, que, enriquecidos con ciertos aminoácidos, es posible encontrar sin complicaciones en la tienda de la esquina.
¿Se puede colegir que lo que funciona para los “impedidos” cerebrales, a los sanos debería hacerlos súper listos? ¿O más bien es un efecto placebo? No hay evidencias claras, y algún ensayo clínico lo que demuestra es la presencia de efectos colaterales indeseados como insomnio, náuseas, trastornos gastrointestinales, dolores de cabeza o catarro nasal.
No todos los cuerpos reaccionan igual, y la Red está tan llena de experiencias en primera persona como de falsas pastillas que se venden sin ningún tipo de garantía, y sin maestro armero al que reclamar. La mayoría son réplicas de las patentes originales realizadas en laboratorios farmacéuticos de la India o Egipto. “De alguna forma fue decepcionante no haber tenido la oportunidad de sentir los efectos positivos del modafinilo que había escuchado, pero también fue un alivio saber que no me estaba perdiendo nada”, contaba Benjamin Zand en un testimonio a la BBC. “Los efectos secundarios y la falta de productividad significaron que no se trata de una píldora mágica, y definitivamente no me siento tentado a probarla otra vez”.
Lo que está claro es que lo que antes era legal, después estaba prohibido. Y lo que ahora parece impensable, vete tú a saber cómo será en unos años. ¿Pero tendremos plan B si las pastillas digitales fallan y despertamos metidos en una dinamo como un sarcófago eterno?
En Nobbot | ¿Y si darnos descargas eléctricas nos hiciese mejores personas?