¿Por qué uno es guapo o feo? ¿Por qué resulta atractivo o atractiva a la sociedad? ¿Te parecen atractivas las personas de arriba? Independientemente de nuestras orientaciones sexuales, como individuos podemos juzgar si alguien con quien nos topamos por la calle resulta atractivo o no. Pero, ¿te has planteado los motivos? ¿Sabes quiénes son los dos voluntarios elegidos para ilustrar el artículo?
Los científicos llevan siglos tras el concepto de belleza humana, y los filósofos varios milenios. No tenemos todas las claves, pero sí que vamos comprendiendo cada vez mejor la mente humana. En este limitado artículo nos orientaremos solo a los rostros que podemos ver pasar un día cualquiera en el metro, dejando a un lado cualquier tipo de interacción con la persona.
La belleza de la simetría y la distorsión del rostro
La mayoría de los neurólogos han llegado a una conclusión que ya conocían los grandes artistas del pasado: los rostros más simétricos nos resultan más atractivos, indistintamente de otros factores, como tono de piel, etnia o sexo.
Un hombre cuyos ojos se encuentren a la misma altura nos parecerá más guapo que uno que tenga un ojo un milímetro más bajo, y alguien con una sonrisa centrada en el rostro nos parecerá más guapo que quien la tenga ligeramente ladeada.
Hasta tal punto que llamamos a esto último mueca, y se ha convertido en un distintivo de los malos del cine, junto con otras características asimétricas como granos, cicatrices, chepas, falta de miembros, parches… La historia ha adaptado el concepto de belleza y ha asignado la falta de simetría a la maldad.
Esta belleza de lo simétrico puede ponerse a prueba a lo largo del día, cuando vemos de refilón a una persona que consideramos extraordinariamente atractiva, pero una segunda mirada nos la muestra con algún “defecto” de simetría que la coloca, junto al resto de nosotros, en un rostro más del montón.
Es debido a que la distorsión del rostro puede dar como resultado el borrado de ciertos elementos de nuestro rostro que “restan” belleza, y es el motivo por el que hay toda una corriente en Instagram que usa con exceso el añadir brillo a una fotografía. Saturando de brillo una imagen, borramos ciertas “imperfecciones”.
Rostros medios, neutros y mediocres, los más atractivos
Las palabras medio, neutro y mediocre son muy usadas en estudios sobre la percepción de la belleza, pero no de un modo despectivo, sino puramente estadístico.
Pongamos un ejemplo con la nariz, que juega un importante papel como centro del rostro. Imaginemos que representamos sobre una campana de Gauss el tamaño de todas las narices humanas. El grueso de la humanidad tiene una nariz de tamaño medio, por lo que se moverá cerca de la zona media del gráfico, mientras que unos pocos tendrán una nariz pequeña (izquierda) y otros tantos la tendrán grande (derecha).
Cuanto más grande busquemos la nariz, más nos costará dar con esas personas, y lo mismo se aplica a narices pequeñas. Ocurre que el grueso de las narices del mundo son medias, neutras o mediocres: se encuentran en la zona central de la campana de Gauss, y nos resultan más atractivas que las que se encuentran en los extremos.
Esto mismo puede aplicarse a numerosas características del rostro: ojos, nariz, labios, forma de la barbilla, distribución del pelo en el rostro y sobre la cabeza… Cuanto más mediocre es una persona, más atractiva nos parece, y es que nuestro cerebro usa la calculadora para evaluar el atractivo.
¿Consideras atractivas a estas personas? La razón es matemática
Edmund Burke, escritor y filósofo, dijo en 1756 que «la belleza es, en su mayor parte, una cierta cualidad en los cuerpos, que actúa mecánicamente sobre la mente humana por la intervención de los sentidos». Y no se equivocaba.
Cuando una persona (tú, por ejemplo) ve a otra persona por la calle, realiza complejas operaciones matemáticas para comprar ese rostro con el resto de rostros que has visto a lo largo de tu vida. Pongamos un ejemplo: ¿Te parecen atractivos estos 10 varones?
En la imagen superior hay dos filas. En la primera, de la a a la e, se ve la fotografía de cinco voluntarios del Face Research Lab London. En la fila de abajo ha empezado la “magia” computacional. La primera fotografía es la mezcla matemática (media) de a y b, la siguiente incluye a c, d, e… ¿Reconoces el varón que finaliza la lista?
Este varón es el mismo que encabeza el artículo, y del mismo modo que la mujer a la que acompaña en la imagen de arriba, no existe. Ambos han sido generados mediante un software matemático que emula cómo nuestro cerebro compone el ideal de belleza, como cuenta Semir Zeki, neurobiólogo. Y ambos rostros son simétricos y carecen de rasgos como granos, cicatrices o berrugas. La belleza no se elige, como decía Burke, viene impuesta por el cerebro.
Para considerar a una persona atractiva, nuestro cerebro hace uso de algoritmos de suma y ponderación, creando por un lado el ideal de la belleza con rostros cercanos (nuestra familia, amigos, parientes, compañeros de trabajo…), y luego compara esta imagen mental media, neutra o mediocre, con la persona que tenemos delante. Si esta se acerca a la media, la consideramos atractiva.
Veamos un par de ejemplos más, esta vez diferenciando a las distintas personas en base a su tono de piel, pero sin filtrar por rasgos como tono de pelo, color de ojos u ojos rasgados, entre otros:
Este tipo de estudios resultan muy interesantes de cara a la comprensión de la belleza en distintas poblaciones, y por qué no existe un estándar de belleza mundial (aunque tendemos a él gracias a la mezcla).
Estadísticamente, hay más probabilidades que el rostro de la derecha sea percibido como el más atractivo por personas que vivan en núcleos poblacionales de gente con piel oscura, mientras que el de la izquierda será percibido como el más atractivo en poblaciones en las que predominen rostros más pálidos.
Eso no quiere decir que las otras tres fotografías no reciban ninguna puntuación en belleza, recordemos la campana de Gauss y el tamaño de la nariz, y el hecho de que nuestra mente es el resultado de una lucha constante entre decisiones inconscientes.
Además, gracias a la globalización y la posibilidad de la movilidad mundial, cada vez es más frecuente encontrar colectivos de alta densidad mixta, que tendrán en la fotografía 2 y 3 su ideal de belleza. Mientras que en el pasado las poblaciones han evolucionado segregadas, en el presente y futuro la mezcla será una constante. Dentro de unas décadas será más frecuente ver personas más parecidas a los modelos no reales de varón y mujer, y la razón también es matemática.
Gracias a Lisa DeBruine y Benedict Jones por su trabajo en la Face Research Lab London, cuyas imágenes, algoritmo de mezclado de imágenes y conclusiones cuentan con licencia (CC BY 4.0).
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Imágenes | Iqr (CC BY-SA 3.0), Marcos Martínez en base a los estudios de DeBruine et al.