La economía colaborativa es esa tendencia imparable que mueve cada vez más el mundo y que tiene un aliado imprescindible en lo digital. Si hasta hace poco nos referíamos al co-working como una moda que nos sorprendía, este concepto parece ya totalmente implantado y, como no podía ser de otra forma en unos tiempos que evolucionan tan rápido, ya podemos hablar de otras ideas que nacen al rebufo, como el co-living.
El co-living, compartir es vivir
Como decimos, el co-living nace del concepto del co-working. Por si hay alguien que ha estado criogenizado en los últimos años, explicaremos muy brevemente que este concepto significa compartir espacio de trabajo con otras personas, que quizá no tienen ninguna relación profesional con nosotros.
El co-living da un paso más allá en esta idea y se define por compartir, además de una «oficina», un lugar en el que vivir. Los protagonistas del co-living no son sólo los típicos compañeros de piso al uso, pues su relación está totalmente vinculada con sus actividades vitales. En muchas ocasiones, el espacio de co-living se da en el mismo lugar de trabajo, por lo que las interacciones entre individuos fluctúan entre la vida personal y pública.
Se crea una atmósfera en la que la creatividad y el dinamismo van de la mano en unos hogares en los que los miembros de esa «familia» tienen proyectos profesionales que pueden apoyarse los unos en los otros. Y sí, también son compañeros de piso. Cada uno tiene su espacio, su privacidad, su forma de organizarse… pero la diversión, el disfrute y la experimentación están presentes en cada una de estas aventuras. El co-living pretende ser, sobre todo, un estilo de vida, en el que el intercambio de experiencias y la sostenibilidad son pilares fundamentales.
Silicon Valley es la cuna del co-living. Allí, muchos jóvenes emprendedores se vieron en la necesidad de buscar alojamientos para poder desarrollar después sus proyectos profesionales. Pero se encontraban con el problema de la escasez de la vivienda, que provocaba unos precios muy elevados. Así, muchas empresas comenzaron a ofrecer no sólo un espacio de trabajo, sino un lugar en el que los diferentes profesionales pudieran vivir. Las inquietudes humanas hicieron lo demás. Los trabajadores descubrieron que no sólo podían compartir un espacio físico, sino un centro en el que se multiplicaban las ideas y los contactos.
La economía colaborativa, cada vez más
La economía colaborativa, la interacción de personas que trabajan unidas en pos de un beneficio común, aportando cada una sus recursos, su capital o incluso su entusiasmo hace tiempo que dejó de verse como una moda pasajera impulsada por ideales ingenuos. La realidad (y las cifras económicas) nos revelan cada día el impulso que han tomado las diferentes startups vinculadas a este concepto. El uso de Internet, que permite estar en contacto con personas del otro lado del mundo, ha sido clave.
Según un estudio de Juniper Research publicado en julio del año pasado, se espera que este nuevo modelo económico genere una industria de más de 40.000 millones de dólares en 2022. Los datos que se manejaron en el evento Sharing Madrid, celebrado en junio, manifestaban que este tipo de empresas ya representan el 1,4% del PIB de nuestro país.
Por otra parte, la tendencia co-living no puede extrañarnos, pues está totalmente vinculada con el cambio en el modo de vida que representa la generación millennial. Los co-livers suelen ser jóvenes vinculados a las nuevas tecnologías, autónomos, creativos, emprendedores… Su propósito al compartir vivienda no es tener únicamente un espacio que puedan permitirse pagar, sino crear una comunidad inspiradora y participativa. Las actividades de todo tipo: culturales, deportivas, artísticas… se incluyen en este modo de vida en el que todos hacen crecer a todos de un forma intelectual, profesional y personal.
Así, se construyen comunidades de individuos que comparten objetivos comunes y el espacio de residencia es un caldero en ebullición de nuevos proyectos e ideas. Dentro de esa mentalidad millennial se encuentra el hecho de preferir compartir un servicio a contratar una hipoteca para una casa, pero también las necesidades de nuestro tiempo, en el que la precariedad laboral puede dificultar el acceso a la vivienda.
Este concepto se relaciona además con el de nomadismo digital. Se trata de un tipo de profesional que ha consolidado su presencia gracias a la revolución tecnológica. Son trabajadores que usan las herramientas informáticas para realizar sus tareas, por lo que pueden permitirse trabajar desde cualquier lugar del mundo. Así, viajar y un estilo de vida sin ataduras de horarios son algunas de las ideas vinculadas. El profesional puede llevar a cabo su faceta más aventurera y vivir en diferentes residencias de co-living de manera temporal.
Nombres propios
Es hora de hablar de algunas de las empresas que están dinamizando el universo co-living.
WeWork es una de las startups más conocidas vinculadas al co-working. Resulta fácil entender que haya creado WeLive, que funciona en Estados Unidos. Los co-livers cuentan con espacios públicos como lavandería, jacuzzis, salas de descanso y unidades personales equipadas con sala de estar, de dormir, cocina y baño. Meses o semanas, la empresa potencia la idea de flexibilidad.
Rainbow Mansion nos presenta una casa comunitaria que bien podría ser el escenario de la sitcom más moderna. En ella conviven, según sus propias palabras, ingenieros de realidad virtual, aspirantes a astronauta o exploradores de la Antártida. Organizan comidas dominicales para que los interesados pueden conocer mejor su forma de vida.
En Copenhage existe también Nest. Se trata de cuatro apartamentos en los que viven 20 empresarios. Como ellos mismos explican, potencian la cultura del «sí» y de la diversión.
Y en España
En nuestro país, el co-living está empezando a dar sus primeros pasos. Hub Fuerteventura se encuentra en las Islas Canarias y se ofrece como un punto de encuentro para profesionales del mundo de la tecnología a los que le guste la playa, el surf o el relax. Sun and Co. se sitúa en Alicante y ofrece además una «academia» con una estancia de siete días para empaparse de su esencia. Bedndesk, en Mallorca, también trata de aproximar el concepto de trabajar en un lugar de ensueño. Nomadismo digital del más puro, con la playa a un minuto y una comunidad activa.
Imagen | Pixabay
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