A lo largo de 2018, algunos ayuntamientos, como es el caso de Madrid, van a instalar un cubo de basura más de cara a residuos orgánicos, el cubo marrón. En él irán los restos de comida, los posos del café y té, el papel de cocina, los tapones de corcho, las cerillas… En definitiva, aquello orgánico biodegradable orientado a aumentar la “pureza” de nuestros residuos.
Residuos más puros (plástico con plástico, metal con metal, etcétera) implican mayor eficiencia y efectividad en el reciclaje, y por tanto un menor impacto ambiental, pero es posible que dentro de unos años renunciemos por completo a los diferentes cubos de basura. La empresa sueca Envac Group, focalizada en la tecnología ambiental y, por tanto, en la gestión de residuos urbanos, tiene un nuevo plan: la Optibag.
Cómo funciona Optibag, el sistema multibolsa o de cubo único
Optibag (optimized bag o bolsa optimizada) es un sistema que persigue que el grueso de la separación se realice, como viene siendo hasta ahora, en nuestros hogares, con la salvedad de que el cubo de basura en la calle será único y se minimizarán los errores en el reciclado. Es en casa donde tendremos diferentes bolsas de colores orientadas a diferentes materiales:
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- Amarillo para envases
- Naranja para orgánico no biodegradable (colillas, compresas, la arena del gato…)
- Marrón para orgánico biodegradable (restos de comida, papel de cocina…)
- Verde para vidrio…
A día de hoy estos colores son elegidos por cada vecino, pero el objetivo es que el tipo de residuo determine el color de la bolsa. De este modo, mi basura biodegradable será distinguible de los plásticos sin necesidad de abrirla. Aunque, si todos los vecinos de una ciudad o país clasificamos de este modo, ¿de qué sirven los diferentes contenedores?
La respuesta es que no sirven para nada, ya que los vecinos podríamos juntar sin miedo todas las bolsas de basura en el mismo contenedor; y el mismo camión de basura se los llevaría todos a una planta de separación y posterior reciclado. Esto conlleva numerosas ventajas medioambientales, así como puntos positivos para las urbes más pobladas.
¿Por qué las ciudades necesitan un sistema como optibag?
El grueso de la población española ya vive en barrios relativamente poblados. El barrio de Carabanchel de Madrid cuenta con más de 256.806 habitantes (17.368,49 hab/km2); y el distrito de el Ensanche de Barcelona 269.185 vecinos (36.001,74 hab/km2).
Lejos de ser una realidad poco representativa, se han convertido en tendencias futuras, y casi todos los municipios de España o bien se están despoblando hasta quizá desaparecer o están ganando población a buen ritmo. Esto significa que cada vez hay menos espacio urbano per cápita, y que cada vez serán necesarios más contenedores para poder gestionar los residuos de todos.
No es algo negativo per sé, ya que una mayor concentración de los desechos reduce considerablemente los gastos de gestión urbana. Y, gracias a Optibag y la política del contenedor único, aparecen ventajas muy interesantes. La primera de ellas, que el número de contenedores puede ser reducido ligeramente.
Menos contenedores, y más eficientes en su recogida
Pensemos en lo que tarda en llenarse hoy día un contenedor de orgánico, uno de plástico, uno de cartón y uno de vidrio. Lo hacen en ese orden, grosso modo y dependiendo siempre del barrio y de sus vecinos; y eso significa que el contenedor de vidrio ocupa mucho más espacio en vía que el orgánico, ya que tiende a estar más vacío en volumen: su ciclo de recogida es más largo.
Pero con el contenedor único solo hay un ciclo de recogida: cuando se llena. Esto también es una ventaja, ya que es más fácil calcular cuándo se llena un único contenedor con todo tipo de residuos, que tener controlados cinco o seis diferentes, cada uno con sus propios periodos de llenado variables en el tiempo y dependientes del comportamiento de los vecinos.
Por ejemplo, el llenado del contenedor de envases es relativamente constante a lo largo del año, y el de papel tiene picos notables en Navidades (por los regalos), aunque cada uno tienen sus propias curvas de llenado. La suma de diferentes curvas de llenado da como resultado una curva mucho más estable (más predecible), con lo que determinar cuándo tiene que acudir el camión es más fácil de calcular, evitando viajes en balde.
Cuando hacemos este tipo de cálculos orientados a grandes ciudades, estamos ahorrando literalmente millones de kilómetros al año de camiones dando vueltas de un lado a otro. Evitamos el gasto en combustible, desgaste de los vehículos, etc.
Necesitamos una estandarización en reciclaje
Cuando viajamos a otros países de nuestro entorno, como Suiza, nos damos cuenta de que los colores de las papeleras urbanas a veces tienen concordancia con los que usamos nosotros, pero en la mayoría de los casos puede existir una diferencia notable. En las imágenes de abajo se pueden ver distintas papeleras urbanas en la estación de Uster, en el cantón de Zurich (derecha) y la «Bolsa de basura oficial de la comunidad Volketswil» (izquierda).
Uniformar nuestros desechos por colores sentaría un precedente a nivel europeo, lo cual no estaría nada mal de cara a una unificación global. En países turísticos como el nuestro (en Baleares se superan los 10 viajeros por habitante) sería idóneo que los recién llegados supiesen qué colores usamos para qué residuos.
Por contra, cuando uno viaja a países nórdicos y se encuentra con seis o siete papeleras de diferentes colores, no siempre tan bien rotuladas con iconos como en el ejemplo de arriba, a veces tiene que asomarse para saber en cuál de ellos lanzar la cáscara del plátano. Estandarizar los colores nos ayudará a todos.
Aumento de la pureza de los desechos
La tercera gran ventaja que plantea el sistema de Optibag viene como consecuencia de lo anterior. Es el que la empresa pone en primer lugar, y que se ha demostrado muy eficiente en el piloto realizado en Getafe (Madrid): el aumento de la pureza de los residuos y el ahorro en costes de su gestión.
Pensémoslo con dos tipos de residuos: metales y envases. Si no tenemos cuidado en nuestros hogares y de vez en cuando tiramos un envase a la bolsa del metal (no, en España todavía no tenemos bolsa de metal), cuando se recicle este tendrá numerosas impurezas que lo catalogarán como metal de segunda categoría. Para que esto no ocurra hace falta aportar mucha energía al proceso de reciclaje. La Optibag ayuda a clasificar mejor desde el principio y a minimizar errores futuros.
Cuando aumentamos la pureza de los residuos podemos reciclarlos haciendo uso de menos energía. En el caso de los residuos biodegradables de Madrid (la nueva bolsa/contenedor marrón), podemos procesar esos residuos y confeccionar abonos, biocombustibles para el transporte público y polímeros reciclados (y reciclables). En otras palabras, darle una segunda vida a un menor coste.
En materia de reciclaje no está todavía todo dicho, y sin duda las smart cities en las que pretendemos convertir nuestras urbes modernas necesitan tender a un modelo de menor impacto ambiental. Optibag es un camino más para conseguir el hito de una menor contaminación.
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