La medicina es tan antigua como la historia del hombre. Sin embargo, antes de que Alexander Fleming, en 1929, curioseando en el moho, descubriera la penicilina G, era más bien una mezcla de chamanismo y carnicería. Si el ser humano ha llegado hasta aquí, en gran medida lo debe a la observación de los animales. De ellos aprendió a curarse.
Con un término difícil, zoofarmacognosia, definimos una disciplina científica que estudia los métodos utilizados por los animales para tratar las enfermedades. El primero en proponer el concepto de automedicación en vertebrados no humanos fue, en 1978, el ecólogo de la Universidad de Pensilvania, Daniel H. Janzen. Fue él quien recopiló informes detallados sobre el comportamiento de una gran variedad de animales.
Según los científicos, para hablar de automedicación hace falta que el animal utilice un material, o una sustancia, sin valores nutricionales y/o ajeno a su dieta. Esas sustancias sirven de estimulantes, laxantes, antiparasitarios, antibióticos o antídotos para las toxinas acumuladas.
Todos los animales se medican
Los especímenes que proporcionan las demostraciones más interesantes son, por supuesto, los primates. Los Cebus de América Central frotan su cuerpo con hojas de pimiento para mantener alejados a los parásitos. Algunos monos africanos comen carbón para digerir plantas tóxicas. Los orangutanes, cuando tienen dolores musculares, mastican las hojas de una planta local y frotan la parte dolorida con la pasta que sale de la masticación. Los ateles (otro tipo de mono) usan anticonceptivos naturales o remedios para la fertilidad.
Los lémures, durante el embarazo, mastican hojas que inducen la producción de leche y reducen la presencia de parásitos. Otra especie de lémur de Madagascar utiliza el veneno del ciempiés para alcanzar estados de éxtasis. Y lo cierto es que la lista de animales con el vicio de las drogas es muy larga, pero esa es otra historia.
El uso de medicinas naturales está muy extendido en el reino animal, no solo entre los primates. Perros y gatos, por ejemplo, comen briznas de hierba, cuando sienten malestar estomacal. Los loros ingieren arcilla para ayudar la digestión. Mientras que los lagartos, para contrarrestar las picaduras de serpiente, se alimentan de algunas raíces específicas.
Entre las aves, los pinzones recogen las colillas de cigarrillos para reducir la infestación de ácaros en sus nidos. No conocen las características químicas de la nicotina, pero saben que es eficaz para mantener alejados a esos invitados no deseados. Y con esto les basta.
Incluso los insectos se alimentan de las plantas con fines terapéuticos. El descubrimiento se debe a los estudiosos de la Universidad de Arizona, que demostraron que las orugas Grammia incorrupta aumentan el consumo de la hoja de senecio para eliminar a los parásitos intestinales.
Animales, maestros de vida
Michael Huffman, pionero de la zoofarmacognosia, considera probable que la medicina basada en hierbas curativas tenga profundas raíces en el reino animal. En su opinión, desde tiempos prehistóricos, el ser humano ha estudiado a los animales domésticos y salvajes como fuentes de remedios curativos. Al mismo tiempo, los animales han aprendido la automedicación a partir de la observación de sus semejantes.
Esto, por un lado, demuestra la existencia de una herencia cultural, es decir, la transmisión de descubrimientos e ideas, incluso entre los animales. Por el otro, también explica cómo el hombre, que observa la naturaleza, supo extraer soluciones para sus males de los hábitos de otros animales. El mecanismo es el mismo que el del método científico: observación, hipótesis, experimento, resultado.
Todavía podríamos aprender mucho del comportamiento de aquellas criaturas con las que compartimos el planeta. Hoy la zoofarmacognosia continúa luchando por la protección de la biodiversidad y no solo por el noble fin de la defensa del ecosistema. Tutelar los ambientes donde viven las plantas medicinales y los animales que las utilizan significa poder descubrir nuevas moléculas para la industria farmacéutica.
Proteger la biodiversidad y mantener los ojos bien abiertos para estudiar el comportamiento de los animales puede promover el desarrollo de la fitoterapia. Y así aumentar las posibilidades de defensa para nuestra salud.
Imágenes | Wikipedia
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