Según el VII estudio CinfaSalud sobre ‘Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés’, nueve de cada diez españoles ha sufrido algún tipo de estrés en el último año. Además, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ansiedad es el problema mental que más nos afecta. Tratar este problema tiene un coste del 2% en nuestro PIB anual.
Una reacción propia del estrés es la ira. Esa rabia que nos empuja a romper objetos. Ahora podemos hacerlo tranquilamente… por un módico precio.
para qué sirven las Anger rooms
Las anger rooms (en español, habitaciones de la ira) están de moda. Se trata de negocios que ofrecen salas llenas de objetos para que los clientes puedan romper lo que hay en ellas. Y descarguen así su frustración.
La frustración y la ira son dos emociones conectadas que pueden desembocar en ataques de agresividad. ¿Por qué? Para algunos, es una reacción biológica por un déficit de serotonina en el cerebro. La serotonina es una hormona que funciona como neurotransmisor y que es es capaz de regular nuestro estado de ánimo, nuestro deseo sexual, los ciclos del sueño… Pero también provocar ataques de ira.
Cuando sufrimos uno de ellos, suben nuestros niveles de adrenalina. El ritmo cardiaco se altera y necesitamos liberar tensión de una forma física. Para eso están las anger rooms.
las anger rooms más conocidas
Existen muchas empresas que se dedican a este negocio. Veamos algunos ejemplos.
Anger Room
Su eslogan: «Ven. Rompe m*****. Vete feliz». Es un resumen perfecto de lo que significa una habitación de la ira. La fundadora de Anger Room es Donna Alexander, quien abrió el local en 2008. Las reservas se hacen igual que si nos alojáramos en un hotel. El precio es de unos 28 euros por cinco minutos. O de 60 si queremos estar una media hora. Pero también ofrece packs especiales para grupos.
Podemos elegir qué habitación destrozar: una oficina, una sala de estar, una cocina… Y los objetos para romper. Estos se consiguen en trasteros o son donados por quienes quieren desprenderse de ellos. La web de la empresa incluso nos explica cómo podemos hacer esas donaciones. Como curiosidad, tenemos lo que sucedió en las elecciones de 2016, cuando decenas de clientes pidieron maniquíes que simulaban ser Hillary Cliton o Donald Trump para machacarlos.
Eso sí, Anger Room explica que ellos no son un servicio médico, no ofrecen terapia ni diagnóstico para personas con problemas mentales. Solo quieren ser una forma de pasarlo bien.
Wreckling Club
En Nueva York, encontramos el Wreckling Club. Podemos elegir la tarifa y los objetos que queremos destrozar, como si de un menú de restaurante se tratara. Por 30 dólares, tenemos 30 minutos con un par de aparatos electrónicos y una pila de platos. Tenemos la opción de destruir ordenadores por 15 dólares, móviles por cinco, televisiones por 25… Los objetos tecnológicos son de lo más demandado.
Ubicado en un sótano del distrito textil neoyorquino, cuenta con dos habitaciones reforzadas con cemento picado y madera contrachapada. Porque unas paredes de yeso corriente no aguantarían que cientos de objetos se lanzasen contra ellas. Tiene un aspecto tosco que invita a la destrucción por parte de los clientes. Bates y palos de metal son los instrumentos que se usan para calmar la ira.
El cliente debe llevar zapatos cerrados y ropa de manga larga. Lo demás, cascos y gafas protectoras, lo ofrece el establecimiento. No está permitida la entrada a menores de 12 años. Además, también podemos llevarnos nuestra sesión de anger rooms grabada en vídeo, para recordar los momentos vividos.
The Rage Room
The Rage Room nació en Toronto (Canadá) en 2015, pero sus franquicias llegan ya a Reino Unido, Singapur o Australia. Por 20 dólares, tenemos sesiones de 45 minutos. Nos ofrece bates de beisbol y palancas y un equipo de protección con chalecos, guantes, cascos…
Porque la agresividad no está reñida con la comodidad, dispone de aire acondicionado, vestuarios, taquillas… Y la posibilidad de elegir la música que queramos mientras rompemos todos los objetos. Un detalle curioso es que el propietario organizó un evento especial para parejas en San Valentín, con aparatos electrónicos, objetos de cerámica… La idea fue un éxito.
The Break Room
Para diferenciarse, hay que ir más allá. The Break Room ofrece packs especiales según necesidades. De un paquete básico que incluye diez objetos y cuesta 20 dólares por persona a las fiestas grupales en las que pueden participar hasta 30 personas y que incluyen un objeto tamaño XXL. Apocalypse Pals se llama la actividad.
Y aún hay más: noche de padres, fiestas de divorcio, corazones rotos en San Valentín, eventos para los que odian la Navidad… La franquicia de Georgia (Estados Unidos) tuvo un incremento de clientes después de que los Falcons perdieran la Super Bowl LI. Además, también podemos llevar nuestros propios objetos y acabar con ellos.
La opción económica
Si no tenemos anger rooms cerca de nosotros o no podemos permitirnos pagar por ella, el mundo digital nos ofrece una solución virtual. Muchas plataformas de videojuegos online incluyen ‘Sofa Bash’, un juego en el que podemos destrozar un sofá con el arma que más nos guste: una sierra mecánica, un hacha, un martillo… Hemos de completar la hazaña en 30 segundos.
Pero ¿esto es sano?
La idea de las anger rooms puede parecer divertida, pero, para algunos expertos, no es una experiencia positiva.
Para el psicólogo clínico y forense John P. Garrison, «tal comportamiento es contraproducente (…) En lugar de sacar la ira, actuar sobre ella refuerza el comportamiento agresivo y violento y no aborda el problema subyacente». Es decir, la experiencia catártica de las anger rooms sería superficial, sin atacar la raíz del problema.
Otros especialistas explican que normalizan la violencia. Una persona agresiva puede ver justificados e incluso recompensados sus impulsos destructivos. Así, pueden provocar el efecto contrario del deseado, ya que solo calman la ira de forma temporal y generan más conflicto para quienes ya sufren ataques de ira.
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