Más del 80% de la basura marina es de plástico. Un material que, debido a su lenta descomposición, se acumula y genera residuos con un alto impacto medioambiental y económico. El resto de los desechos suele ser inerte o biodegradable, por lo que su amenaza es menor.
Para frenar esta situación, la Comisión Europea ha propuesto nuevas normas que afectan a 10 productos fabricados con plástico y de un solo uso. Una selección realizada siguiendo un criterio irrefutable: juntos constituyen el 70% de todos los artículos encontrados en mares, océanos y playas.
Una medida que, según los cálculos de la propia Comisión Europea, supondría un ahorro de 22.000 millones de euros en 2030. Y, además, también evitará la emisión de 3,4 millones de toneladas de CO2 para ese mismo año.
ADIÓS A LOS CUBIERTOS DE PLÁSTICO
La propuesta de este organismo incluye diferentes criterios y medidas a tomar según el producto. Así, establece la prohibición de los bastoncillos para limpiarse los oídos, cubiertos, platos, pajitas para beber, agitadores de bebidas y los palitos de los globos.
No significa que vayan a desaparecer. En su lugar, tendrán que fabricarse exclusivamente con materiales más sostenibles. Además, deberá reducirse de manera significativa el uso de vasos de plástico y envases fabricados con este material para guardar alimentos.
El proyecto de la UE también establece la obligación de recolectar el 90% de las botellas de plástico de un solo uso para el año 2025. Para ello propone, por ejemplo, el establecimiento de reembolsos por depósito.
También menciona la necesidad de tomar medidas sobre aquellos artículos en los que hay alguna presencia de este material dañino. Esto incluye las toallitas sanitarias, toallitas húmedas y globos. Para todos se requerirá un etiquetado claro y estandarizado que indique cómo deben desecharse.
La hoja informativa publicada en mayo por la CE recoge que los aparejos de pesca perdidos o desechados representan alrededor del 27% de los artículos de basura marina. Un ejemplo son las redes o sedales que se dejan abandonados. Todos ellos suponen el equivalente de 11.000 toneladas al año. De ahí que se recomiende adoptar medidas para su mejor reciclaje.
EN BUSCA DE ALTERNATIVAS
Esta propuesta, inspirada por el éxito obtenido en la regulación del uso de las bolsas de plástico, incluye obligaciones para los Estados miembros de la UE. Estos deberán realizar campañas de concienciación. Pero no solo eso. También tendrán que impulsar iniciativas que permitan ofrecer productos alternativos en los puntos de venta. O que, al menos, los artículos de plástico no estén disponibles de forma gratuita –como ya está ocurriendo con las bolsas–.
Para cumplir con estos objetivos, se ha puesto en marcha un programa de acción para financiar proyectos en este sentido. Entre ellos se incluye el desarrollo de materiales plásticos más inteligentes y que se puedan reciclar, procesos de reciclado más eficientes, y la eliminación de sustancias peligrosas y contaminantes de plásticos reciclados. La inversión asciende a 350 millones de euros de aquí a 2020.
En este nuevo escenario, la responsabilidad de los productores cambia. Para ellos la UE sugiere la creación de una tasa para la gestión de residuos. Esta afectaría a paquetes y envoltorios –como los de patatas fritas y dulces–. También a envases y vasos de plástico, tabaco con filtros, toallitas húmedas, globos y bolsas de plástico livianas.
CAMBIO DE HÁBITOS de los consumidores
Si nos detenemos a pensar, el plástico tiene una importante presencia en nuestra vida cotidiana. Su versatilidad y resistencia lo han convertido en un material recurrente. Y en la mayor parte de los casos va unido al concepto de “usar y tirar”. Lo que es cómodo, pero altamente dañino para el medioambiente.
La opinión pública empieza a ser sensible a esta realidad, tal y como recogen los sondeos del Eurobarómetro. Los ciudadanos europeos muestran preocupación por los efectos que el uso cotidiano de los productos de plástico puedan tener para su salud (74%) y para el medioambiente (87%). Y el 33% identifica la contaminación marina como el problema medioambiental más grave.
No hay que perder de vista el buen resultado obtenido con las bolsas de plástico gracias al uso de medidas restrictivas. El pago de una pequeña cantidad en los establecimientos ha reducido drásticamente su uso. En Irlanda, por ejemplo, la introducción de un impuesto sobre las bolsas de plástico para la compra supuso una disminución del 90% en su distribución. Pero, además, también redujo su presencia en las playas.
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