No sabemos por qué las personas deciden darse besos en la boca. Los seres humanos son prácticamente los únicos animales ‘besucones’, al menos por las razones por las que lo hacen. La práctica se desarrolló en algunas culturas y solo después de decenas de miles de años de evolución. Lo que está claro es que el beso nunca es solo un beso.
Según Freud, a través del beso se recupera la satisfacción de la oralidad infantil. La boca es la primera herramienta con la cual los humanos conocen a las personas y al mundo. Los niños se llevan todo a la boca, porque es un órgano extremadamente sensible. Además, es el lugar de tránsito de lo que da más satisfacción: la comida.
Durante mucho tiempo, se pensó que los besos derivasen de la costumbre de pasarse alimentos parcialmente masticados. Un comportamiento típico de las aves, entre la madre y sus crías. Y que también practican algunos primates. Es la tesis del famoso etólogo inglés Desmond Morris. Últimamente, sin embargo, se han considerado otras posibilidades.
El primatólogo holandés Frans de Waal, investigador de la Universidad de Emory en Atlanta (Estados Unidos), estudió cómo los chimpancés se besan y se abrazan después de resolver una controversia. Para estos animales muy agresivos, los besos son una forma de reconciliación. Son más comunes entre los especímenes masculinos y no tienen nada que ver con el apareamiento. Los bonobos se besan más y suelen hacerlo con lengua. También en su caso es un método para resolver conflictos y forjar lazos.
La importancia del olfato
Los demás animales se tocan y se olfatean. Incluso los que tienen labios no se acercan para entrar en contacto o intercambiar saliva. Según los biólogos, es porque no lo necesitan. La forma con la que se conocen depende del olfato. Muchas especies, de hecho, diseminan en el ambiente olores hormonales muy fuertes para atraer a la pareja y propiciar el apareamiento.
También para los humanos el olfato participa en la elección de las parejas sexuales. Entre otros y numerosos factores. Según un estudio de 1995, las mujeres prefieren el olor de los hombres más diferentes de ellas desde un punto de vista genético. Rafael Wlodarski, un investigador de neurociencias en la Universidad de Oxford, en 2013, preguntó a cientos de personas qué era lo más importante para ellas en los besos. El olor de la pareja resultó ser uno de los factores más importantes. Especialmente entre las mujeres más fértiles.
Ahora bien, el olfato de los humanos no está desarrollado como el de otros animales. Por tanto, es necesario un mayor acercamiento para percibir el olor de los demás. En este sentido, los besos podrían ser una forma culturalmente aceptada de oler a las personas.
El papel de la saliva
Otra posible explicación de la función de los besos tiene que ver con la saliva. En los humanos la saliva contiene hormonas sexuales, como la testosterona. La mucosa de la boca es sensible a estas hormonas. Por esta razón, el acto de besar, y hacerlo con la lengua, podría ser una manera de comenzar a conocerse desde un punto de vista sexual. Algo bastante intuitivo, después de todo.
En 2007, se les preguntó a unos 1.000 estudiantes estadounidenses sobre sus preferencias con respecto a los besos. Resultó que los hombres prefieren besos con mucha más saliva que las mujeres. Los autores del estudio plantearon la hipótesis de que los hombres, menos sensibles a los mensajes quimiosensoriales (los olores subliminales), necesitan más saliva para decidir si aparearse o no con una mujer. Otra teoría es que para los hombres, los besos apasionados son una forma involuntaria de transmitir testosterona a las mujeres, ya que esta hormona puede aumentar su excitación.
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No todos los humanos se besan
Ya sea por olfatearse o intercambiar saliva, lo cierto es que el beso no está difundido en todas las culturas. De acuerdo con un estudio publicado en 2015 en la revista ‘American Anthropologist’, solo el 46 por ciento de las 168 culturas humanas tiene la costumbre generalizada de tocarse los labios. Por ello los antropólogos han cuestionado que el acto de besarse tenga motivaciones relacionadas con la supervivencia de la especie y, por lo tanto, evolutivas.
En muchos grupos de cazadores-recolectores contemporáneos, las personas no se besan. En algunas de estas sociedades, como la tribu brasileña de los Mehinaku, el acto de besar se considera incluso repugnante. No se puede decir con certeza, pero el hecho de que en estas sociedades primitivas no se practique el beso sugiere que ni siquiera nuestros antepasados lo hacían. Por otra parte, culturas más recientes y desarrolladas, como la mongol o la japonesa, han ‘descubierto’ el beso solo muy recientemente y por una influencia exterior.
Los primeros besos
La evidencia más temprana del beso en la boca entre humanos se remonta a un texto en sánscrito, la antigua lengua india, de hace más de 3.500 años. En este documento, el acto de besar se describe como respirar el alma del otro. Los jeroglíficos egipcios, que se remontan más o menos al mismo período, no enseñaban personas besándose, como mucho estando muy cerca.
En las antiguas Grecia y Roma, los besos se intercambiaban principalmente entre hombres y no tenían un significado sexual o romántico. Mostraban respeto y admiración. Sin embargo, en los poemas del poeta latino Catulo se habla de besos con una función sexual. Por otra parte, en diversas pinturas que aparecen en Pompeya se pueden apreciar imágenes de besos entre hombres y mujeres.
El lado romántico de los besos aparece más tarde en la literatura de los países europeos. En la época del amor cortés medieval. En ese contexto, se describieron especialmente los besos entre amantes desafortunados que no podían estar juntos. Por ello, el beso, a diferencia del acto sexual, era un símbolo del amor verdadero y espiritual, «solo un prólogo, pero más encantador y delicioso, que la misma obra”.
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