La palabra snob fue en un su día un esnobismo. Pero como no había equivalente en la lengua española para aquel “que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos”, la Real Academia Española (RAE) decidió españolizarla como «esnob» e incluirla en el diccionario en 1923. El origen del término anglosajón snob es incierto. Su etimología, que se da por segura en muchos círculos, es en realidad una broma que se atribuye (también por error) al filósofo Ortega y Gasset.
Menudo crack, famoso en el mundillo etimológico por un chiste que nunca hizo. Todo un ejemplo de personal branding a principios del siglo XX. El tema es que, según Emilio Lorenzo Criado, la broma venía a decir que snob provendría de la abreviatura de sine nobilitate. Es decir, los snobs serían simples burgueses intentando imitar las maneras de la nobleza. Spoiler alert: es falso. Parece que la primera acepción documentada de snob es la de aprendiz de zapatero. Poco glamour para tanta palabra.
La etimología es un mundo fascinante. Un universo que nos cuenta cómo las palabras que escogemos reflejan milenios de cruces, roces e intercambios entre nuestras sociedades. Amazing. Pero este no es el objetivo de este artículo. No. Vamos a hablar de por qué nos gusta tanto usar palabros en inglés en el marketing y la tecnología. Esto va de esnobismo en el lenguaje.
¿Esnobismo sí o no?
¿Tienes una call para definir el timing de la estrategia de empowerment de la compañía? ¿Te ha pedido tu manager que refuerces el team-building? ¿O te ha tocado hacer un back-up de la landing o editar los links de la newsletter? Si ya tienes dolor de cabeza, espera a que llegue el after work con su happy hour.
Ante la introducción de palabras de otros idiomas en el lenguaje cotidiano hay muchas posturas. Los hay que abogan por españolizar y traducirlo todo. Su mayor victoria está en que el ratón se llame ratón (mientras el resto del mundo dice mouse). Y los hay que abrazan cualquier extranjerismo con pasión, indiferentes a las acusaciones de esnobismo. Entre medias, un amplio abanico de tonos grises.
Desde que se fundó la RAE en 1713, los ilustrados de la lengua han tenido una herramienta para la corrección del lenguaje. De hecho, este modelo de instituciones (en la actualidad, hay 24 academias del español repartidas por el mundo) que curan y pulen el idioma es bastante exclusivo del español.
Así, los orgullosos del idioma de Cervantes defienden que la riqueza léxica del español es única y suficiente para cubrir todos los aspectos de la vida pasada, presente y futura. No en vano, el último diccionario de la RAE tiene 93.000 entradas. El inglés, por comparar, solo en el ‘Oxford English Dictionary’ tiene 171.000 entradas. Oh, wait.
Superfluos y útiles: ¿los traducimos?
La propia Real Academia ha dedicado mucho papel y muchas letras a debatir sobre el tema de los extranjerismos. Los que saben del tema dicen que los extranjerismos no son rechazables en sí mismos. Que son una forma de enriquecer los idiomas desde que el mundo es mundo. Además, si las palabras se usan para comunicar realidades (¿o son las realidades las que se encajan en las palabras?) y estas cambian, el idioma ha de ir ganando nuevo léxico por una vía o por otra.
El mundo del marketing y todo lo que rodea a la explosión tecnológica de nuestros días son dos buenos ejemplos de ello. Si tenemos un artilugio nuevo que ya viene con un nombre que nuestro aparato fonador nos permite generar, ¿por qué no adoptarlo? La posición de la RAE al respecto es valorar si los extranjerismos son superfluos o innecesarios (como back-up) o necesarios o muy extendidos (como software o airbag).
Podría parecer que en los sillones de la RAE saben lidiar con los esnobs. Pero no está muy claro. La última revisión del diccionario incluye anglicismos como cracker, container, fair play o holter. Al mismo tiempo, en la presentación del diccionario, Darío Villanueva, director de la RAE desde 2014, aseguró que muchos otros anglicismos se habían rechazado por innecesarios. Entre ellos, algunos tan repetidos como black friday, take away, streaming o community manager. Otro palo al esnobismo tecnológico y marketiniano.
Así que tenemos que los extranjerismos pueden ser útiles o no, pero, en ocasiones, dejamos que les quiten el sitio a palabras bien establecidas en el vocabulario español. “Parece que existe en el mundo una moda por utilizar palabras en inglés para darnos prestigio, sentir que somos más, que tenemos más educación, cierta preparación o mayor calidad en nuestro trabajo”, decía Paulina Chavira, editora de ’The New York Times’ en español (y tuitera lingüística empedernida) en el último congreso Trabalengua.
Así yo cada vez que te escucho decir «gestora de comunidades», @warkentin. pic.twitter.com/nQjYpYEKPx
— Paulina Chavira (@apchavira) 8 de noviembre de 2018
Los anglicismos, con copyright
Vamos a poner esta invasión de extranjerismos en perspectiva. Esta es la lista de algunas de las palabras preferidas por los esnobs del mundo del marketing y de la esfera tecnológica. Y estos son también sus equivalentes en español. Nunca está de más conocerlos.
- Marketing. También conocido en la edad antigua como mercadotecnia.
- Clicar. Pulsar con el ratón (no con el mouse) en la pantalla. Un equivalente demasiado largo.
- Banner. Un anuncio de toda la vida transformado por internet.
- Community manager. El gestor de comunidades perdió la batalla hace tiempo.
- Lobby. Se ve que los grupos de presión no presionaron lo suficiente.
- Manager. Todavía quedan algunos que se hacen llamar gerentes o directivos. Aunque también hay muchos autónomos que son CEOs de una startup.
- Ebook y email. Libro electrónico y correo electrónico sobreviven mucho mejor que sus primos en papel.
- Hater. Afrontémoslo, “persona que odia” no tiene tanto gancho.
- Wifi. La conexión inalámbrica se ha convertido en una necesidad universal.
- Troll. Los llamemos como los llamemos, lo mejor es ignorarlos.
- Timing. Calendario o programación son palabras muy válidas (y mucho más sonoras).
- Target. Todo community manager debería tener claro su público objetivo.
Ejemplos de anteayer y de hoy. Quién sabe lo que entrará por nuestros oídos en el futuro. La lista podría ser infinita. Pero enredarse demasiado en el tema sería pasarse de friki (o de nerdo).
En Nobbot | El futuro es políglota: para los negocios y el corazón, mejor saber idiomas
Imágenes | Unsplash/Jason Rosewell, Patrick Fore, Pixabay/Momentmal