“Queridos pasajeros: aquellos que viajen sin billete serán amonestados de acuerdo a la regulación pertinente”. Escuchar esta frase es habitual en cualquier vagón de tren del planeta. Sin embargo, todo cambia cuando a través de la megafonía la voz femenina prosigue: “Y su comportamiento será grabado en el sistema de información de créditos. Para evitar un registro negativo de crédito personal, por favor respete las normas”.
El Sistema de Créditos Sociales chino da una puntuación a cada ciudadano en función de su estilo de vida, su comportamiento en espacios públicos o lo que compra por internet. Esta puntuación marca su posición en la escala social del país y determina si podrá hacer o no gestiones tan habituales como reservar un billete de avión. Para recabar datos de todos sus ciudadanos, el Gobierno chino ha comenzado un despliegue de tecnología por todo el país.
Here's a dystopian vision of the future: A real announcement I recorded on the Beijing-Shanghai bullet train. (I've subtitled it so you can watch in silence.) pic.twitter.com/ZoRWtdcSMy
— James O'Malley (@Psythor) October 29, 2018
Cámaras de videovigilancia con inteligencia artificial
La base de este despliegue la forman los cientos de millones de cámaras instaladas por todo el territorio. Están en todas partes: semáforos, autobuses, aeropuertos y hasta en las tiendas. En la ciudad de Shenzhen, por ejemplo, las cámaras pueden detectar si alguien cruza en rojo o fuera del paso de cebra. El algoritmo identifica al infractor y registra este comportamiento negativo en su perfil personal del sistema de puntos. Pero no se queda ahí: acto seguido muestra su identidad y su foto en una pantalla a la vista de todo el mundo.
Detrás de este rígido sistema se encuentra la inteligencia artificial, aplicada y desarrollada por diferentes empresas tecnológicas. Una de ellas es Yitu, fundada en 2012. Gracias a su sistema Dragonfly Eye, que facilita el reconocimiento de vehículos mediante la lectura de las matrículas, el Gobierno chino registra infracciones de tráfico y maniobras ilegales.
La tecnología del país asiático puede, también, controlar a los trabajadores de los medios de transporte público. Gracias a cámaras con tecnología biométrica instaladas en los autobuses, por ejemplo, pueden interpretar los gestos de los conductores para saber si están distraídos o cansados. Algunos policías están equipados, por otro lado, con gafas inteligentes dotadas de inteligencia artificial que identifican a los ciudadanos. Tienen acceso a información como su dirección, su ocupación o su historial de internet.
Imposible engañar al Gran Hermano
Lo que empezó como un sistema biométrico para reconocer e identificar rasgos faciales ha dado un paso más. La startup Watrix ha desarrollado un software que permite identificar a las personas por su forma de andar a una distancia de hasta 50 metros, aunque se cubran la cara o caminen de noche. Según la propia empresa, la tasa de reconocimiento de dicho software puede alcanzar el 94%.
Big Data para 1.300 millones de habitantes
Una de las claves del éxito de estos sistemas es, precisamente, la gran cantidad de datos que manejan y de los que se nutre la inteligencia artificial. China cuenta con una completa base de información de sus ciudadanos. Esta incluye datos de biometría, huellas dactilares e información del historial de internet y las compras de cada individuo. Entre otras muchas cosas y con un objetivo: juzgar si son o no unos ciudadanos fiables.
Dragonfly Eye, el algoritmo que usa la la empresa Yitu para identificar vehículos, maneja también información biométrica. Para ello, trabaja con millones de fotografías de ciudadanos chinos y extranjeros que son retratados cuando entran en el país.
Sesame Credit, el ala financiera de Alibaba, otorga información de los hábitos de consumo de sus usuarios al sistema de crédito social. «Alguien que juega a videojuegos durante 10 horas al día, por ejemplo, sería considerado una persona ociosa, y alguien que compra pañales con frecuencia será considerado como un padre, quien en general es más probable que tenga un sentido de responsabilidad», señaló Li Yingyun, director de tecnología de Sesame, a la revista china ‘Caixin’.
Todo empieza por internet
Gran parte de los datos que maneja el sistema de crédito social provienen del historial de internet de los ciudadanos chinos. El Gobierno les exige tener una aplicación de vigilancia en sus teléfonos con la que controla su actividad. Analizan sus compras, las páginas que visitan o el tiempo que dedican a «acciones frívolas” como jugar a videojuegos.
Este sistema recuerda a ‘Nosedive’, el primer capítulo de la tercera temporada de ‘Black Mirror’. Al igual que en la serie, recibir calificaciones bajas tiene consecuencias negativas para los ciudadanos chinos. Uno de los castigos que pueden recibir es ver reducida la calidad de su conexión a internet. Algunos se han visto vetados a la hora de comprar un billete de avión o de tren. Otros no han podido realizar gestiones por la baja puntuación de sus familiares. Y aunque por ahora el Sistema de Créditos Sociales es incipiente, Pekín planea tenerlo en pleno funcionamiento en 2020.
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