@benidorm_dreams Imagen: Roberto Alcaraz
Benidorm es una ciudad especial, “tiene un microclima”, según algunos, y por eso es referencia en telediarios que hablan del sol, playas abarrotadas y hoteles al 90% de su capacidad. La ciudad del turismo, de las vacaciones, de las luces y de los rascacielos que brotan al pie del mar para conectarse con el cielo. Beniyork, en una definición arquitectónica de andar por casa.
Nueva York? (Wikipedia dixit), ha posado su mirada el fotógrafo Roberto Alcaraz, quien en su cuenta de Instagram @benidorm_dreams nos revela una ciudad diferente, de colores, sí, pero los de las toallas secando en terrazas salteadas de interminables edificios, los de las sombras en el asfalto y en las paredes, los de la geometría de tejados y ventanas.
En Benidorm, la ciudad con más rascacielos por habitante del mundo y la segunda del mundo con más rascacielos por metro cuadrado, trasBenidorm sin gente
Desaparecen en su visión los tópicos de sombrillas y cuerpos tostándose al sol. Apenas hay ruido de turistas cantando o disfrutando de una terraza consumición en mano, ni transeúntes acelerados por los paseos de sus playas de Levante y Poniente. Las muchedumbres y los neones dan paso a las formas y a los instantes. ¿Se puede entender un Benidorm sin apenas gente?
Algunas imágenes podrían pasar por extractos de los formidables bloques comunistas, con más color, eso sí. Otras se acercan a la sinuosidad de M.C. Escher.
Tal y como cuentan los compañeros de Yorokubu en un artículo que han dedicado a esta visión del fotógrafo, las imágenes “provocan paz, con sus verticales llenas de decenas de balcones iguales, parecen mandalas de hormigón”. En el mismo artículo, el autor explica su inclinación por la arquitectura “y también lo que se escapa del plano urbanístico, como las cosas espontáneas, que la gente ponga la toalla en el balcón…». Sobre Benidorm, deja patente su fascinación: “Cuando voy no sé si me gusta o no, pero sí sé que no puedo dejar de hacerle fotos”.