En 1963, el escritor de ciencia ficción Philip K. Dick tuvo una visión aterradora. Mirando hacia el cielo notó una cara metálica que lo observaba con malignidad. Años más tarde, la imagen de un colgante con forma de pez desencadenó en él un torbellino de delirios y premoniciones psicodélicas. El escritor se convenció de que su mundo no era real, sino una prisión construida por una civilización malvada. En concreto, el antiguo Imperio romano, cuya intención era mantener a la humanidad en perpetua esclavitud. Pensar en Matrix es inevitable.
Según Dick, las visiones y apariciones serían grietas en la pared de la simulación. A través de ellas es posible vislumbrar la existencia de un nivel superior de realidad. El escritor expresó esta teoría en la monumental obra ‘Exégesis’ y luego en ‘Tiempo desarticulado’.
La hipótesis según la cual el universo sería una simulación programada por una superinteligencia externa a nuestra realidad es bastante antigua. Básicamente, es la idea kantiana de la experiencia como fenómeno, siendo el mundo real inaccesible. El mismo concepto del velo de Maya de Schopenhauer o la cueva de Platón. La evolución tecnológica ha simplemente aumentado los matices y detalles con los que se configura el concepto.
La hipótesis de simulación
El escepticismo sobre la verdadera naturaleza de la realidad ha cruzado todas las edades y latitudes del pensamiento. En 2003, el filósofo analítico sueco Nick Bostrom, director del Institute for the Future of Humanity en Oxford, lo volvió a poner en la mesa con su obra ‘Are you Living in a Computer Simulation’?
El texto especulaba sobre la posibilidad de que una civilización ultraevolucionada pudiera desarrollar una simulación de la realidad tan compleja que sería imposible distinguirla de la realidad misma. Y que, además, produciría «un número astronómico» de esas simulaciones. A partir de esa premisa, el filósofo concluía que existen fuertes indicios para creer que nuestra realidad no es más que una de estas simulaciones. Un universo creado por otra civilización superinteligente y externa a nuestro mundo.
Bostrom sostuvo también que si una civilización simulada alcanzara, gracias al progreso tecnológico, la etapa posthumana, a su vez sería capaz de realizar una simulación del universo. Una simulación dentro de la simulación. Sin embargo, esto requeriría un desgaste computacional tan elevado para los ordenadores que ejecutan la primera simulación que los programadores deberían terminar el programa. Por esta razón, el simulation argument podría representar el principal riesgo para la continuación de nuestra civilización. Mucho más que el cambio climático o las excentricidades de Corea del Norte.
La teoría de Bostrom ha sido muy apreciada en los ambientes filosóficos, científicos y tecnológicos. En 2016, fue objeto de estudio del Isaac Asimov Memorial Debate. Muchos de los filósofos y físicos estadounidenses más famosos son partidarios de la hipótesis de simulación. Según el mediático científico Neil de Grasse Tyson, hay un 50% de probabilidades de que toda nuestra existencia sea un programa en ejecución del disco duro de otra entidad.
Una teoría de moda en Silicon Valley
La hipótesis de simulación también se ha convertido en uno de los temas más debatidos dentro de las élites empresariales de Silicon Valley. Entre las que no podía faltar el omnipresente Elon Musk. El fundador de Tesla, en junio de 2016, dijo que la posibilidad de que nuestro universo no sea una simulación es solo una de mil millones.
The Human Brain Project (HBP) es un proyecto medico-científico y tecnológico, cuyo objetivo es reproducir tecnológicamente las características del cerebro humano. Y así lograr avances en el campo de la medicina y la neurociencia. Gracias a una financiación de 1.000 millones de euros de la Comisión Europea, y las inversiones de empresas como IBM, HBP pretendía crear, en 2023, una simulación completa del cerebro humano en un superordenador. Habría sido el posible preludio al desarrollo de una verdadera superinteligencia artificial. Sin embargo, el proyecto parece haberse ralentizado en los últimos tiempos.
Personalidades como Stephen Hawking o Bill Gates advirtieron de los riesgos sobre desarrollos de este tipo. Por varias razones, pero una de ellas tiene que ver con la hipótesis de simulación. Igual que en Matrix, de hecho, es posible que las superinteligencias artificiales decidan perseguir objetivos diferentes de los asignados. Terminarían así en conflicto con nosotros y podrían decidir reducirnos a esclavitud. Nuestras conciencias serían proyectadas en una simulación de nuestro mundo para no hacernos conscientes del verdadero estado en el que vivimos.
Básicamente el argumento de ‘Matrix’ y también el escenario sugerido por Bostrom en su obra ‘Superintelligence’. Este, precisamente, es el libro que convenció a Musk a destinar unos cuantos millones de dólares al Future of Life Institute de Boston. El centro investiga formas de minimizar los riesgos relacionados con el desarrollo de inteligencias artificiales.
Cómo saber si vives en Matrix
Las grietas en la simulación de las que hablaba Philip K. Dick y mencionadas en ‘Matrix’ pueden ser varias. Cosas que no están en su sitio, extrañas amnesias, radios transmitiendo lo que no deberían. Todos eventos que están presentes en nuestra realidad, pero que es fácil atribuir a trastornos psicológicos, paranoias o alucinaciones. Sin embargo, ¿es posible descubrir si realmente vivimos en una simulación? ¿Hay indicios verificables por el método científico? Tal vez sí.
La mayoría de estos métodos de verificación requeriría un doctorado en física teórica para ser comprendidos (y, aún más, escritos). Sin embargo, también hay pistas que se encuentran en la naturaleza. Por ejemplo, desde hace tiempo se sabe que existen ciertas ‘coincidencias’ en las leyes de la naturaleza que permiten que la vida se produzca tal como la conocemos. Una de estas es la llamada ‘resonancia’ del carbono, teorizada por Fred Hoyle en los años 50.
Esta y muchas otras coincidencias han llevado a los físicos a introducir la conjetura del multiuniverso. El nuestro sería solo uno de los innumerables universos donde las constantes de la naturaleza asumen todos los valores posibles. Sin embargo, solo en unos pocos, incluido el nuestro, estos valores permiten la existencia de la vida.
Los partidarios de la hipótesis de simulación ofrecen otra explicación. Alguien habría diseñado el universo para la vida. La comunidad científica horroriza frente a este llamado ‘principio antrópico’. Porque cree que es una forma de reintroducir en la ciencia la figura de un arquitecto supremo, es decir, un dios. Pero, ¿y si el arquitecto fuera simplemente una civilización posthumana? Eso sí, vivas o no en Matrix, por la mañana lo primero que hay que hacer es tomarse un buen vaso de agua.
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