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El debate sobre las noticias falsas (fake news) asomó en la crónica de actualidad a finales de 2016 en plena contienda electoral por la presidencia de los USA y se ha mantenido en primera línea de fuego internacional aupada por otras grandes citas con las urnas (las presidenciales en Francia, el referéndum del Brexit, etc.) y por la alta polarización existente de los debates políticos en las sociedades occidentales.
De todas formas, el uso del rumor y de la desinformación como instrumento para combatir posiciones del adversario ha existido siempre. En la era digital, no obstante, se han simplificado mucho las técnicas de difusión y amplificación (con una sola tecla podemos compartir cualquier rumor o noticia falsa a nuestros cientos o miles de contactos que, a su vez, pueden hacer lo propio de manera interminable hasta que resuene en el fin del mundo) y sus efectos se han mostrado devastadores.
En las sociedades libres, los riesgos de manipulación de la opinión pública utilizando estas técnicas han preocupado a las administraciones públicas que se han decidido a actuar. En vista del problema de las fake news, unido a otros como los insultos en Twitter, se plantea desde hace más de dos años la necesidad de regular las redes sociales. Sin duda, esta regulación debe existir, pero debería basarse en otras medidas colectivas que ya se han iniciado.
En este contexto podemos destacar el informe A multi-dimensional approach to disinformacion (2018) encargado por la Unión Europea después de abrir una consulta pública y que propone actuaciones basadas en potenciar la diversidad y credibilidad de los medios de comunicación europeos y también en promover la adquisición de competencias en evaluación de la información por parte de los ciudadanos.
Acciones contra las fake news
Está claro, pues, que es necesario llevar a cabo actuaciones institucionales y colectivas para combatir la incidencia de la desinformación. Vamos a destacar tres de ellas, que son complementarias y promovidas por agentes distintos.
- Penalización. A raíz de las críticas contra su indolencia para frenar la proliferación de noticias falsas, Facebook (y también Google) pusieron en marcha actuaciones dirigidas a detectar las páginas creadas para la desinformación o para difundir infamias y maledicencias contra personas. Twitter también hizo algo parecido contra los perfiles falsos. Estas páginas y perfiles han sido cerrados o penalizados ocultándolos o alejándolos de las primeras posiciones y también indicando explícitamente que son sospechosos de difundir fake news.
- Portales de verificación. Por otro lado, asociaciones de periodistas y medios de comunicación como FirstDraft han creado portales como Crosscheck o, en España, Maldita.es que se dedican a contrastar y verificar rumores y falsas informaciones que circulan por las redes sociales. Es lo que se denomina verificación de hechos (fact checking). En estos portales podemos encontrar informaciones que han circulado por los medios y que se han diseccionado por parte de periodistas para determinar su grado de veracidad. En la mayoría de los casos, las valoraciones no son de total falsedad (difícilmente serían “creídas” por la audiencia) sino que se trata de noticias que tienen altas proporciones de falsedad y que se verifican (o desmienten) con evidencias. El ámbito de actuación de estos portales de verificación es limitado porque no pueden atender a todas las potenciales informaciones erróneas pero su influencia y prestigio son cada vez mayores.
- Educación. El estudio Evaluating information online (2015) realizado por un grupo de investigación de la Universidad de Stanford mostraba que una gran parte de los jóvenes de Estados Unidos se creían todo lo que leían en internet, que eran incapaces de diferenciar entre una noticia patrocinada y una genuina y que no sabían ver los sesgos políticos que existen en muchas informaciones. Esta constatación ha empujado a muchos países a incorporar competencias en evaluación de la información en los programas educativos de primaria y secundaria para asegurar que los jóvenes van a saber evaluar la veracidad de la información que van a encontrar en internet en general y en las redes sociales, en particular. A otro nivel, diversas asociaciones (como IFLA, en el campo de las bibliotecas, o el Consejo Catalán del Audiovisual) también han elaborado programas formativos para contribuir a mejorar las capacidades de evaluación de información a la ciudadanía.
La educación como antídoto
En resumen, la combinación de estas tres medidas puede ayudar a frenar la expansión de las noticias falsas y contribuir a vivir en una sociedad más abierta y responsable. En mi opinión, la educación es el instrumento más potente y constituye el mejor antídoto.
Disponer de una ciudadanía educada y formada es la única forma de asegurar la supervivencia de las sociedades democráticas contra la amenaza del populismo y la desinformación.
Ernest Abadal Falgueras, Catedrático de la Facultad de Biblioteconomía y Documentación, Universitat de Barcelona
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.