Descuelgas y del otro lado del teléfono surge una voz que nos cuenta historias. «Esta plaza ha cambiado muchísimo. Esta casa era la antigua Casa del Coronel y ahora es la universidad”. Como quien se asoma a un bar a escuchar las batallitas de los mayores, escuchamos intrigados los relatos de los vecinos de Vicálvaro.
Para hacerlo descolgamos antiguos teléfonos de los años 70 de la marca Heraldo. De aquellos que tenían una rueda de marcaje. El casco histórico de Vicálvaro, hoy un barrio de Madrid pero en su momento un municipio independiente, ha instalado teléfonos con historias de sus vecinos. El proyecto temporal Plantación de la Memoria es una iniciativa histórica evocadora que nos lleva al pasado.
El proyecto Plantación de la Memoria
Todo empezó hace más de un año, cuando David Carrasco, Jana Pacheco y Diego Sabanés —arquitecto, escritora y cineasta, respectivamente— empezaron a trabajar en un proyecto para recuperar la memoria del barrio y ponerla en valor. Lo hacen a través de grabaciones de los propios vecinos, cuya voz surge de siete teléfonos repartidos por la calle Mayor de Vicálvaro.
Plantación de la Memoria forma parte de Imagina Madrid, un proyecto de arte público de Intermediae Matadero. Escuchar las decenas de relatos de los vecinos es sugerente. También ver cómo quienes vivieron allí durante décadas rememoran al escuchar.
Sobre estas línea, Raúl escucha a una vecina hablar sobre aquella vez que el pueblo quedó atrapado por una nevada. No puede evitar emocionarse y confirmarlo: “Lo pasamos muy mal porque había que ir a Madrid a trabajar, y entonces no era como ahora, había que caminar horas. ¡Y luego hubo que volver!”.
Una necesaria mirada al pasado del que venimos
La frase “todo esto era campo” se entiende mejor cuando nos cuentan la lucha por conseguir una universidad en mitad de, ahora, un barrio obrero. O la contaminación derivada de la antigua fábrica de cemento que convertía el pueblo en una nube de humo poco saludable.
En la vorágine de nuestras vidas no nos damos cuenta de cómo han cambiado las ciudades. De todo lo que hemos ganado gracias en buena medida a la tecnología, pero también de lo que hemos dejado atrás. Esos momentos agradables de un estilo de vida quizá más relajado o inocente.
“Si algo recuerdo de Vicálvaro es que yo me pasaba el día entero en la calle. Llegaba el 20 de junio, salía a la calle y solo iba a mi casa cuando mi madre me chillaba por la ventana: ‘¡El bocadillo!’. Llegaba alguien y te decía: ‘Oye, tu madre te está llamando desde hace una hora para que vayas a cenar”.
Estos teléfonos, diseminados por toda la calle de este distrito, nos transportan a historias de un pasado no tan lejano. Dentro de unos días, todos los teléfonos serán desinstalados. Pero, de nuevo gracias a la tecnología, podremos seguir atendiendo los relatos de nuestros vecinos en la web de Memoria de Madrid.
El teléfono, un agente de cambio siempre de vanguardia
El teléfono llegó a la vida de nuestros padres o abuelos y, desde entonces, no nos hemos separado de él. Alámbrico, móvil o smart, nos ha acompañado a lo largo de generaciones y se ha convertido en la herramienta de comunicación por excelencia. Incluso lo hemos visto en películas como ‘Matrix’ (1999) como nexo de unión entre diferentes realidades.
Es un elemento de cohesión social nato. De ahí que resulte tan apropiado escuchar las voces del pasado a través de uno. Para muchos lectores, los teléfonos fijos como el que aparece en las fotos de Vicálvaro, atrezzo para ‘Cuéntame cómo pasó’. Sin embargo, algunos nos hemos muerto de vergüenza hablando con nuestras parejas en el único teléfono de casa. Este a menudo estaba en mitad del salón y la privacidad (ahora demandada) ni se valoraba.
Arriba, Laura escucha a una de sus vecinas hablar de las primeras casas con agua del pueblo. Al otro lado del teléfono, Julia relata cómo llegó a vivir en una de ellas. El teléfono en cada vivienda vendría mucho después junto con otros servicios, adelantándose a un internet que ahora lo permea todo y al que nos hemos acostumbrado.
Proyectos necesarios que nos recuerdan el pasado
Necesitamos más proyectos así para no olvidar de dónde venimos. Las nuevas generaciones no tenemos presente cómo era la vida hace tan solo unas pocas décadas. Ser conscientes del cambio vivido, de la mejora en higiene, educación, transporte o comunicaciones resulta imprescindible para apreciar todo lo que tenemos.
Es un apoyo para valorar el momento en el que nos encontramos. Conociendo estas historias, podemos ser conscientes por primera vez de que lo que tenemos no nos ha llovido del cielo. Nuestros padres y abuelos tuvieron que luchar por ello, construirlo día a día.
Quizá un día alguien nos ponga un micrófono delante para que contemos nuestra propia historia. A lo mejor un perfil de Twitter olvidado en algún rincón de la red será usado como museo. De momento, proyectos como este nos recuerdan que unas pocas décadas son suficientes para una enorme transformación social. Dan algunas pistas sobre los cambios que, sin duda, nos esperan en el futuro.
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Fotografías | Marcos Martínez