La tecnología de red móvil 5G nos ofrece una gran promesa de hiperconectividad –del internet de personas, al “internet ambiente”– que, a pesar de titulares que parecen anunciar su inminente cumplimiento, aún tardará años en convertirse en una realidad tangible y de aprovechamiento masivo. No hay prisa, pues España cuenta con avanzadas redes fijas y móviles a las que aún se puede extraer mucho rendimiento, pero la profunda transformación que se avecina requiere de mucho trabajo que conviene ir avanzando. Sin apresurarse, pues lo que se está construyendo hoy es un nuevo modelo económico y, también, social.
Con ese objetivo, los operadores y fabricantes de redes y terminales, están realizando pruebas para comprender las ventajas y, en su caso, rentabilidades que ofrecerá esta disrupción en las comunicaciones. Según explica Manuel Sánchez Malagón, Director de Planificación de Red de Orange España, “es clave ir aprendiendo de esta tecnología nueva y disruptiva, aprovechando, mientras tanto, el margen de crecimiento que tiene nuestra red 4G para ofrecer a los clientes la mejor red 5G posible en el momento adecuado”.
5g no es una elección
Y es que son los clientes los que están impulsando esta transformación. Con crecimientos en la red del 80% año tras año, los operadores señalan que, a pesar de su elevado coste, el 5G no es una elección, va a ser algo necesario ya que la tecnología actual no va a soportar el ritmo al que se multiplican los usuarios. En 2024, alrededor de 1.500 millones de personas estarán conectadas a la red 5G, según el Informe sobre movilidad de Ericsson.
Este documento apunta que el 5G llegará a más del 40% de la población a finales de 2024. Para entonces, según los investigadores, el consumo mensual de datos móviles de cada usuario superará los 21 GB, una cantidad casi cuatro veces superior a la que se estima de media en 2018. Entonces, dentro de ocho años, las redes 5G serán las responsables del 25% del tráfico de datos móviles del mundo.
Sin embargo, además de ofrecer mayor capacidad de conexión, 5G abre la puerta a usos más disruptivos que tienen que ver con coches conectados, fábricas inteligentes o smart cities. Aplicaciones que requieren del desarrollo de todo un nuevo ecosistema industrial alrededor de la red, un nuevo paisaje al que se trata de dotar de sentido con la realización de experiencias piloto que ofrezcan casos de uso viables.
5g en Andalucía con el Huawei Mate 20X
En esta línea, se enmarcan experiencias como la protagonizada recientemente por Orange y Huawei, que han realizado la primera conexión móvil en España con un smartphone Huawei 5G en su red 5G pre-comercial en Andalucía. Esto suponen un importante avance en la evolución de las redes móviles en España, ya que se ha utilizado una solución basada en un terminal comercial e integrada con la red del operador.
El smartphone 5G que utilizado fue es el Huawei Mate 20X, la primera alternativa 5G de la compañía asiática, que estará disponible comercialmente en España en la segunda mitad del 2019.
Ambas compañías se han propuesto colaborar con empresas de diferentes sectores de la economía, como el del automóvil, la energía o el audiovisual, así como con administraciones locales y universidades, para incorporar nuevos casos de uso que demuestren y validen los beneficios económicos del 5G.
Compartir para ahorrar
Son muchas las promesas del 5G pero, como sucede con toda revolución, el desarrollo de esta tecnología y del ecosistema que se pueda aprovechar de sus ventajas no está exento de dudas. Interrogantes relacionados con, por ejemplo, su velocidad de despliegue o seguridad frente a ciberdelincuentes.
También con su rentabilidad, pues 5G supondrá un alto esfuerzo económico para el sector que, de forma paralela, sigue «invirtiendo fuertemente en 4G, a lo que hay que añadir los desembolsos económicos por las subastas de espectro», señala Sánchez Malagón. Se calcula que las telecos gastarán 5.000 millones en las frecuencias y despliegue del 5G español.
Por ello, los operadores apuestan por compartir las redes y, por tanto, optimizar su inversión. José Antonio Aranda, director de Innovación de Cellnex Telecom cree que, mediante la compartición de infraestructuras, las operadoras de telecomunicaciones europeas se podrían ahorrar hasta 200.000 millones de un coste total de 500.000 millones.
orange y vodafone, juntos hacia el 5G
Este horizonte de fuertes inversiones ha llevado a Orange y a Vodafone a llegar a un acuerdo para compartir elementos de sus redes fijas y móviles. Una alianza en la que estos operadores señalan expresamente la necesidad de preparar sus redes para la tecnología 5G. «El objetivo es promover un modelo de inversión sostenible en nuestro país que permita acelerar la llegada de las redes NGA (incluyendo nuevas tecnologías como 5G) a los clientes ubicados en áreas geográficas más extensas y de una forma más eficiente», han explicado ambas empresas en un comunicado.
Según palabras de Laurent Paillassot, CEO de Orange España, “siempre hemos defendido la compartición de infraestructuras como instrumento para llegar antes y más lejos con nuestros despliegues de redes fijas y móviles. En este caso, la ampliación del acuerdo con Vodafone permite a Orange extender aún más la cobertura móvil en España, y acelerar su despliegue futuro de 5G a costes más eficientes”.
El despliegue de 5G no es barato ni fácil y comienza con macro-cells, dejando el uso de small-cells a fases posteriores, por los altos costes que suponen. Será fundamental, en ese momento, la colaboración con ayuntamientos y Administraciones Públicas –que están encontrando en el 5G una nueva vía de ingresos-, así como una homogeneidad en la normativa municipal para el uso de mobiliario urbano y el acceso a la infraestructura existente y una simplificación en los procesos de puesta en servicio.
Como vemos, hay mucho por hacer antes de que esta nueva tecnología de red cambie, de forma radical, nuestro mundo conectado. Por ello, más allá del «hype», conviene que el proceso se afronte con decisión, pero también con cautela. De nuevo, nuestro viejo refranero sigue aportando claves para afrontar un mundo nuevo e hiperconectado.
El «vísteme despacio que tengo prisa» parece un consejo adecuado para emprender un camino cuyo destino se está construyendo hoy.