La escritora y matemática británica Ada Lovelace ya imaginó en el siglo XIX que las máquinas analíticas podían hacer muchas más cosas que meros cálculos. Esto le llevó a crear el primer algoritmo que se conoce.
Gracias a la historia sabemos que, a lo largo de los años, han existido mujeres extraordinarias con una aptitud brillante hacia las disciplinas que conforman las ciencias. Así, hemos hablado, entre otras muchas, de Glady West, la matemática afroamericana que impulsó la tecnología GPS; Rosalind Franklin, que mostró por primera vez la ‘estructura de la vida’; Mary Sherman Morgan, considerada la primera científica de cohetes, y la actriz e inventora de origen austríaco Hedy Lamarr, a quien le debemos la tecnología que sentaría las bases de las futuras redes inalámbricas. En esta ocasión, descubrimos la faceta más personal y la trayectoria de Ada Lovelace, la primera programadora de la historia.
UNAS PINCELADAS SOBRE SU vida
Aunque todo el mundo la conoció como Ada Lovelace, su verdadero nombre fue Augusta Ada Byron. Nacida en 1815, fue hija del poeta romántico Lord Byron y de Anna Isabella Noel Byron, una aristócrata con múltiples inquietudes. Fue antiesclavista, defendió los derechos de la mujer y se interesó, además, por la astronomía y las matemáticas. El matrimonio duró poco y Ada, siendo un bebé, se marchó a vivir con su madre y sus abuelos maternos. Anna Isabelle se preocupó siempre de que su hija recibiese una buena educación. También de despertar su interés por los números y de que accediese a diferentes lecturas para estimular su intelecto. Música y francés fueron otras de las disciplinas que cultivó. Incluso escribió con 13 años el libro ‘Flyology’ porque quería aprender a volar.
En 1835 contrajo matrimonio con el también aristócrata William King, futuro conde de Lovelace. Tuvieron tres hijos y, aunque al principio estaba contenta con su vida, no tardó en comprender que ‘necesitaba algo más’. De ahí su interés por profundizar mucho más en las matemáticas. Este deseo le llevó, entre otras cosas, a trabajar con algunos amigos en la creación de un modelo matemático para ganar las apuestas de las carreras de caballos. Un cáncer de útero puso fin a su vida en 1852.
Siempre rodeada de ciencia
El círculo social en el que se movió desde muy joven incluía a figuras destacadas de aquellos días, como el escritor inglés Charles Dickens. Y los científicos Michael Faraday, que dedicó su carrera a la electroquímica y el electromagnetismo, y David Brewster, que inventó la fotoelasticidad y el caleidoscopio. Destaca, asimismo, el nombre de Mary Somerville, apasionada de la astronomía y los números a la que muchos consideran ‘la reina de la ciencia’ del siglo XIX.
Uno de los tutores que formaron parte de su educación fue Augustus De Morgan que, además de convertirse en el primer presidente de la Sociedad Matemática de Londres (Reino Unido), ejerció como profesor de matemáticas en uno de los colleges de la Universidad de Oxford. Sin embargo, la relación entre ambos no fue tan buena, sobre todo porque De Morgan se sentía, de algún modo, intimidado por la curiosidad y las preguntas que le realizaba su alumna.
CHARLES BABBAGE Y LA MÁQUINA ANALÍTICA
Si hubo una persona dentro de este círculo social que le marcó de manera especial, fue Charles Babbage, profesor de matemáticas en Cambridge (Reino Unido). En el instante en que ambos se conocieron, Babbage se encontraba inmerso en un proyecto trascendental para su carrera. Se trababa de una máquina analítica o diferencial capaz de ejecutar cálculos de forma automática, sin la intervención del hombre. Lo que incluía su previa programación. Para ayudar a su amigo y, de paso, profundizar en los intereses que compartían hacía la mecánica y las matemáticas, Lovelace empezó a colaborar con él.
Lo que hizo, además de traducir un artículo firmado por Luigi Menabrea (estadístico, matemático e ingeniero italiano que manifestó de igual modo su interés hacia la máquina de Baggage), fue trabajar en un segundo documento llamado ‘Notas’ con un aporte transcendental. ¿El motivo? Lovelace diferencia entre datos y procesamiento. Este enunciado marcará un antes y un después, pues le servirá para plantear la idea de qué es un algoritmo y cómo una máquina lo puede procesar para completar distintas tareas. Por su parte, las investigaciones realizadas por Babbage solo se habían focalizado en el diseño de su máquina y los principios de funcionamiento por los cuales se regía. No había contemplado sus posibles aplicaciones prácticas.
Otras de las aportaciones de Lovelace están relacionadas con la utilización de tarjetas perforadas como método de entrada de información a la máquina analítica, así como sus instrucciones. Más allá de los cálculos matemáticos, nuestra protagonista imaginó otros usos para la máquina analítica, como los relacionados con la composición de música.
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RECONOCIMIENTO A SU LABOR
El trabajo que realizó a lo largo de su corta, pero intensa vida (murió días antes de cumplir 37 años) ha sido reconocido de diferentes maneras. Por ejemplo, existe el ‘Día de Ada Lovelace‘, que suele celebrarse coincidiendo con el segundo martes del mes de octubre. Se trata de una efeméride internacional de los logros de las mujeres en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) con el objetivo de aumentar la presencia de las mujeres en estos campos e idear nuevos modelos a seguir que alienten a más niñas. Además, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos creó el lenguaje de programación Ada en su honor.
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Imágenes | Retrato de Alfred Eduard Chalon/Wikimedia Commons, Mrjohncummings/Wikimedia Commons