Millones de personas aún no leen Nobbot. Y eso, aunque a los que aquí escribimos nos cause cierta desazón, es entendible. Miles de millones de personas no lo harán, tal vez nunca, porque más de la mitad del planeta, aunque se nos olvide continuamente, no accede a Internet.
Vivimos ensimismados en nuestra burbuja de cifras conectadas, en el ojo de un tornado que no nos permite mirar más allá. Y sí, el ojo de un tornado es un sector de tranquilidad atmosférica, donde no hay nubes, ni lluvias, ni vientos veloces… una calma acolchada en la que vivimos refugiados, cómodamente, con nuestras páginas web, nuestros excesos de información al instante, nuestras redes sociales de amigos, desconocidos y amigos conocidos y desconocidos, nuestros negocios intangibles… incluso con nuestros ataques cibernéticos.
Al hilo de lo sucedido con el reciente ataque del virus Wanna Decryptor, el ransomware que ha golpeado empresas e instituciones de medio planeta (hacemos hincapié en el calificativo de »medio»), lo explicaba bien El Roto en su viñeta del martes 16 de mayo: »Cuando el ordenador duerme, se enciende el lápiz».
Y es que, aunque no nos acordemos o no queramos pensarlo… Hay vida sin Internet, mejor o peor, eso ya es una cuestión personal.
Pauta del 20-20-20
Hay una pauta, conocida como el 20-20-20, que indica que hay que descansar de vez en cuando la vista de la pantalla (cada 20 minutos hay que mirar 20 segundos a un lugar que esté a unos 20 metros). No estaría de más hacer un 20-20-20 para mirar más allá del ombligo de lo que sucede en la Red, de lo que está un poco más lejos del qwerty de nuestro teclado, unas pulgadas por encima de la pantalla de nuestro dispositivo móvil.
Al fin y al cabo, si hay 3.700 millones de internautas, y la población mundial está por encima de los 7.500 millones, quiere decir que hay más personas en este mundo que no usan internet que las que sí lo usamos… y no se mueren, al menos no por eso.
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