En el verano de 2017, los marineros de un barco pesquero de Galicia se encontraron con una ballena azul mientras faenaban en la ría de Muros y Noia. Parecía imposible: hacía 32 años que se había avistado el último ejemplar en esas aguas.
Sin embargo, dos semanas después, los científicos del Bottlenose Dolphin Research Institute (BDRI) anunciaron otro avistamiento. Esta vez, más al sur, frente a la isla de Ons. Pronto se confirmó lo que todos esperaban: no se trataba del mismo ejemplar, sino que dos ballenas azules diferentes estaban surcando las aguas de Galicia.
Se sucedieron los veranos de 2018 y 2019, y con ellos nuevos avistamientos. Anticipando que esto podría repetirse en 2020, investigadores del BDRI realizaron un proyecto científico para estudiar el comportamiento de las ballenas en la costa gallega. Los resultados son, cuanto menos, esperanzadores. En total, llegaron a avistarse 30 ejemplares de ballenas azules, lo que parece confirmar que estos cetáceos han vuelto a incluir las aguas del noroeste en sus migraciones, olvidando una época en las que la caza casi los lleva a la extinción.
Arpones, factorías e industrias balleneras
Hace ya varios siglos, los marineros islandeses cazaban las ballenas con arpones que lanzaban desde sus barcos. Esto no tendría nada de sorprendente si no fuese porque muchos de esos arpones no estaban atados a ninguna cuerda, pero sí llevaban grabado el nombre de su propietario. De esta forma, si la ballena acababa muriendo y aparecía (arrastrada por las corrientes) en las costas de la isla, podría saberse quién le había dado caza.
Este sistema tan poco efectivo provocaba que gran cantidad de ballenas muriesen sin llegar posteriormente a la costa, por lo que no podían aprovecharse como alimento. Actividades como estas, sumadas al desarrollo de la industria ballenera a principios del siglo XIX, hicieron que la población de este cetáceo se redujese notablemente a lo largo de los siglos.
Ni España ni Galicia fueron una excepción. Las últimas factorías de la industria ballenera en España se concentraron en la costa gallega y no cerraron hasta la década de los ochenta. Se calcula que entre 1951 y 1985 se cazaron unos 5000 rorcuales en estas costas del Atlántico, contribuyendo así a esquilmar las poblaciones de grandes cetáceos en la región. En 1982, España firmó finalmente la moratoria a la caza comercial de ballenas. Tres años después se capturó el último ejemplar en Galicia, un rorcual de 17 metros de largo.
En estas fechas, hacía ya años que las ballenas azules habían dejado de verse en el noroeste. Por ello, cuando volvieron a hacerse avistamientos durante tres años seguidos, se planteó la necesidad de estudiar este regreso desde el punto de vista científico.
493 avistamientos y hasta 30 ballenas azules
El estudio ‘BALAENATUR: seguimiento del rorcual azul dentro de la red Natura 2000’ es el resultado de una investigación realizada por la asociación BDRI en colaboración con la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Entre enero y octubre de 2020, los investigadores realizaron 43 jornadas de muestreo de cetáceos cubriendo una distancia de 4500 kilómetros. En concreto, en un área delimitada por el Cabo Finisterre y las Islas Cíes.
A lo largo de estos meses realizaron 493 avistamientos de cetáceos, entre los que había ocho especies diferentes: ballena azul, rorcuales comunes y aliblancos, delfines comunes y mulares, calderones comunes y grises y marsopas. De estos casi 500 avistamientos, 20 fueron de ballenas azules, llegando a identificarse hasta 30 ejemplares diferentes.
La mayoría de estas ballenas azules tenían un tamaño inferior a los 17 metros de largo, aunque algunos ejemplares alcanzaban los 20. El mes en el que se dio un mayor número de avistamientos y de ejemplares observados fue septiembre, cuando se anotó un avistamiento por cada 100 kilómetros muestreados.
Para realizar este tipo de avistamientos, los investigadores se acercan con embarcaciones de pequeño tamaño. Una vez cerca (pero no demasiado para no molestar a los animales), los observan para analizar sus parámetros de comportamiento. Por ejemplo, cuánto tiempo se sumergen, cómo se alimentan y si se encuentran solos o en compañía de un grupo. También es interesante saber si están en la zona para alimentarse o de paso, camino de otras aguas.
El mayor censo de las últimas décadas
Para los investigadores es fundamental prestar especial atención a las características de cada ejemplar para poder identificarlos. Cuando se trata de ballenas azules, se fijan especialmente en sus patrones de pigmentación. “Los patrones de pigmentación en los rorcuales azules son algo así como el equivalente a la huella dactilar del ser humano”, explican en el informe. Para llevar un registro y facilitar la identificación, durante los avistamientos de 2020 se realizaron fotografías que posteriormente se introdujeron en una base de datos conectada a un sistema de información geográfico.
“El análisis de las fotografías permitió la identificación de las ballenas azules fotografiadas durante el periodo de estudio, permitiendo llevar un seguimiento del tiempo de permanencia en la zona, sus movimientos y su comparación con ejemplares identificados en años precedentes”, explican desde el BDRI. Por otro lado, los movimientos de los animales y la profundidad a la que se sumergían se registraron mediante sondas.
El resultado de este trabajo es el mayor censo anual de ballenas llevado a cabo en la costa gallega durante las últimas cuatro décadas. Las cifras obtenidas permiten confirmar, de acuerdo con los investigadores, que algunas áreas como la plataforma continental de las Rías Baixas son una zona estacional para la alimentación de diferentes especies de rorcuales (entre ellas, la ballena azul). Los resultados pueden ser de gran utilidad para introducir programas de conservación y protección de estos animales. Y garantizar, así, que no vuelvan a desaparecer durante tres largas décadas.
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Imágenes | Bottlenose Dolphin Research Institute