Bitcóin no es tan anónimo como pensamos

bitcoinUna de las características principales de las criptomonedas es que son anónimas. Sin embargo, la realidad es que las transacciones son rastreables, como demuestra un estudio estadounidense de la Universidad de Houston. En las más de 70 páginas, la investigación desmonta, pieza por pieza, el mantra de la criptomoneda anónima. Tomando como referencia el emblema del sector: bitcóin

Si bien las transacciones son aparentemente anónimas, al recopilar y analizar una gran cantidad de datos, es posible realizar una especie de ingeniería inversa. De esta manera se pueden rastrear con relativa facilidad los sujetos involucrados. En particular, se analizan las direcciones criptográficas, las de las billeteras digitales, que a menudo están conectadas entre sí.

Los investigadores cruzaron estos datos y los correlacionaron con otra información disponible en la red. Así pudieron asociar las direcciones de las billeteras Bitcoin a diferentes personajes que poblaron el mundo de las criptomonedas entre 2009 y 2011. Esos fueron los primeros años de vida de la moneda electrónica. Y el trabajo realizado demuestra que la criptografía y el consentimiento, los preceptos tecnológicos de bitcóin, no son suficientes para garantizar el anonimato.

La razón de una verdadera falta de anonimato radica en un concepto que todos, al comienzo de la historia del bitcóin, habían ignorado. El sistema no es tan descentralizado como parece y como se piensa. Por el contrario, el grupo de investigación encontró que en sus primeros dos años de vida, el sistema Bitcoin se basó en un muy pequeño grupo de usuarios que apoyaron la tecnología hasta su difusión definitiva.

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El falso mito del anonimato del bitcóin

Gracias a la posibilidad de consultar los registros de la cadena de bloques de esos años, los investigadores utilizaron algunas técnicas para rastrear a los primeros usuarios. En primer lugar, trazaron un gráfico de todas las direcciones Bitcoin en el período 2009-2011. El trienio de los orígenes del sistema, teóricamente el más puro y menos condicionado por la dinámica especulativa derivada del premio otorgado a los mineros.

En el sistema Bitcoin, la dirección es un conjunto de números y letras que permite enviar y recibir las criptomonedas, así como validar bloques de transacciones. El método de los investigadores para verificar la efectividad del enmascaramiento de la identidad de los mineros fue vincular direcciones entre sí. Con el fin de determinar si múltiples direcciones fueron controladas por un solo agente.

Al identificar direcciones seudónimas controladas por el mismo agente, los investigadores catalogaron a los mineros de la primera comunidad. Después de dibujar un gráfico en el que los nodos eran las direcciones Bitcoin, agregaron enlaces entre los nodos utilizando cuatro técnicas diferentes. Dos de estas técnicas demostraron que la minería generaba cadenas aparentemente sin sentido que se usaban como parte de las claves criptográficas. Las otras dos técnicas explotaban los descuidos de los usuarios. Como el uso de múltiples direcciones para pagar una sola transacción, lo que permite vincular direcciones en función de la actividad de la transacción.

El estudio encontró que la gran mayoría de los primeros bitcóins fueron minados por solo 64 usuarios. Cualquier dirección que se haya generado posteriormente está ligada a éstas por seis grados de separación. Lo que desmiente el axioma según el cual el sistema Bitcoin está descentralizado. Por tanto, su origen y evolución están más bien ligados a un sistema centralizado compuesto por unos pocos individuos.

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Riesgos posibles

La conclusión técnica del estudio es que este defecto de diseño afecta a todo el sistema actual. Y pone en peligro su credibilidad, especialmente cuando se utiliza el anonimato como principal atractivo. En este sentido, argumentan los investigadores, sería necesario repensar un modelo basado en una verdadera descentralización. En lugar de uno basado en un mito que ha crecido con el tiempo.

Tampoco se trata de una novedad absoluta. De hecho, el estudio estadounidense ha empleado métodos bien conocidos por profesionales y empresas para identificar a los que utilizan las criptomonedas para llevar a cabo estafas. El mito del enmascaramiento de la identidad ya no se sostiene. Rastreando la pista del dinero es posible determinar la identidad de los titulares, identificando la ruta que conecta una dirección con otra. Hasta determinar quién pagó y a quién.

Además, los autores destacan un riesgo. Para validar una transacción en blockchain se requiere el consentimiento del 51 % de los mineros. Dado que, desde el principio, una pequeña élite de mineros controla los recursos computacionales utilizados para validar las transacciones, un ‘cártel’ podría juntarse para validar transacciones ilegítimas.

Si en los primeros tres años de vida del bitcóin llegar a la mayoría era relativamente fácil, hoy las cosas no han cambiado mucho. De hecho, ahora, la minería solo puede ser realizada de manera rentable por unos pocos que cuentan con una cantidad adecuada de máquinas y capacidad de procesamiento.

Sin embargo, los investigadores admiten que hasta ahora el deseo de preservar la comunidad Bitcoin ha prevalecido claramente sobre las tentaciones fraudulentas o destructivas. Pero el riesgo potencial está ahí, ya que tres cooperativas concentran el 52 % de la capacidad de mining del bitcóin. Y en tiempos de bajas ganancias podrían decidir introducir cambios radicales al protocolo blockchain.

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