De los 27 asistentes a la Conferencia Solvay de 1927, 17 habían ganado o acabarían ganando un Premio Nobel. Y casi todos se cruzarían en el camino de una ciencia española que se codeó con los padres de la relatividad y la cuántica, y la madre del estudio de la radiación.
Albert Einstein, Marie Curie, Niels Bohr, Max Planck, Auguste Piccard, Paul Langevin… Las primeras décadas del siglo XX eran décadas de efervescencia en el estudio de la química y la física. Las primeras siete Conferencias Solvay, celebradas entre 1911 y 1933, son la mejor prueba de ello. Reunían a los más grandes científicos de la época, entre los que se coló un español. Al menos hasta que la Guerra Civil puso fin a la Edad de Plata de la ciencia en nuestro país.
Blas Cabrera fue, sobre todo, cercano a Einstein y Curie. Ambos patrocinaron su participación en las Solvay de 1930 y 1933. Para entonces ya era director del Laboratorio de Investigaciones Físicas; y en esos años acabaría dirigiendo la Universidad Central de Madrid y creando la Universidad Internacional de Verano de Santander. Blas Cabrera es el padre de la física moderna en España y, también, uno de los muchos científicos de los que renegaron los dos bandos en los que, dicen, se dividió el país después de 1936.
No fue hasta 2018 que se restauró su memoria. 2020 es el Año Blas Cabrera y su trayectoria se recordaba en una exposición de la Universidad Complutense de Madrid. Pero no empecemos por el final.
Blas Cabrera y La tercera España
“Los firmantes declaramos que ante la contienda que se está ventilando en España estamos al lado del Gobierno de la República y del pueblo que con heroísmo ejemplar lucha por sus libertades”. La nota era escueta, pero cargada de significado. Publicada el 31 de julio de 1936 en los principales periódicos del país y firmada por Antonio Machado, Gregorio Marañón o José Ortega y Gasset, entre otros. Los intelectuales se posicionaban.
Sin embargo, una guerra nunca es un buen escenario para ellos. Muchos de los firmantes acabaron exiliándose al poco tiempo, víctimas de represalias de uno u otro bando. El mismo 31 de julio pilló a Blas Cabrera clausurando el curso de la Universidad de Verano de Santander. Aquel mes la estrella científica había sido Auguste Piccard. El catedrático de la Universidad de Bruselas había descubierto junto a su mujer los rayos cósmicos que golpean la estratosfera.
Pero por mucha atención que levantase Piccard, Santander tenía la vista puesta en el alzamiento militar del 18 de julio. La ciudad permanecía bajo el control de la República y durante todo el verano se sucedieron las visitas de buques militares de diferentes países que venían a rescatar a sus ciudadanos. El país se precipitaba hacia tres años de guerra fratricida y muchos de los intelectuales no quisieron saber nada de ningún bando.
Blas Cabrera aprovechó la celebración en París del Comité Internacional de Pesas y Medidas para salir de un país al que ya nunca volvería. Allí se encontraría con muchos otros científicos y profesores de diferentes ideologías que no habían escogido bando en la contienda. Todos formarían lo que se dio en llamar la tercera España. Un grupo heterogéneo al que la falta de compromiso político acabaría pasando factura.
Las depuraciones se sucederían en los años siguientes. En 1937, el Gobierno de la República señalaba públicamente a Cabrera, Ortega y Gasset y otros intelectuales por no haber cumplido con sus deberes y los expulsaba de sus cátedras. En febrero de 1939, el Ministerio de Educación Nacional del nuevo gobierno franquista depuraba oficialmente a Cabrera y muchos otros, despojándolos de sus cátedras y reconocimientos.
De nada le sirvió haber desvelado parte de los misterios magnéticos de la materia. Ni haber compartido acalorados debates con los mejores científicos del planeta. Blas Cabrera fue depurado dos veces y enterrado en el fondo de un cajón.
El fin de la Edad de Plata y el exilio
La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), dirigida por Ramón y Cajal desde su creación en 1907 hasta su muerte en 1934. Y la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas (Fnicer), creada en 1931. Estas dos instituciones fueron las dos grandes referencias científicas en la llamada Edad de Plata, un periodo aproximado entre 1898 y 1936 caracterizado por el impulso a la enseñanza libre, el acceso de las mujeres a la universidad y la creación de multitud de instituciones científicas.
Un periodo encumbrado por el primer Nobel de ciencias para un español: Santiago Ramón y Cajal en 1906. Y que dejaría huella en la España franquista. De hecho, la JAE y la Fnicer servirían de semilla para la fundación, en 1940, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Sin embargo, pocas de las figuras de renombre de esa Edad de Plata podrían volver a hacer ciencia en su país.
Por unas u otras razones, muchos de los científicos serían sancionados y una gran parte sería forzada a permanecer en el exilio. Blas Cabrera nunca recibió permiso para volver y las presiones del nuevo régimen harían incluso que fuese expulsado de París. En 1941 fue desposeído de todos los reconocimientos que le había otorgado la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y terminó sus días en México, donde falleció en 1945.
En esos cuatro años todavía trabajó como profesor de física en la Universidad Nacional Autónoma de México, dirigió la revista ‘Ciencia’, y publicó su último libro, ‘El magnetismo de la materia’. 73 años después, el Consejo de Ministros, a propuesta del ministro de Ciencia, Pedro Duque, y de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, restauró sus honores académicos. Ahora, 75 años más tarde, la exposición ‘Blas Cabrera y la Ciencia española’ homenajeaba su memoria y la de la ciencia de la tercera España.
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Imágenes | Wikimedia Commons/Benjamin Couprie, Grupo Blas Cabrera, CSIC/Residencia, Agencia SINC