Internet es un sistema complejo y dinámico. No siempre ha sido como es, ni tiene por qué ser así en el futuro. En las últimas décadas se ha optado por una mecánica económica consistente en la recogida y venta de datos de los usuarios, un sistema que recibe el nombre de capitalismo de vigilancia. Para que funcione es necesario espiar a la gente. ¿Existe una alternativa?
¿En qué consiste el capitalismo de vigilancia?
El capitalismo de vigilancia es un sistema mediante el cual se mercantilizan los datos personales y estos quedan sujetos a compraventa con fines de lucro. Al usar la red, los usuarios generan datos de actividad, una huella digital. También aportan información como la edad, el género y los gustos al registrarse en diferentes servicios y compartir información en entornos como las redes sociales.
A pesar de que las leyes europeas y españolas son ‘garantistas’ con los datos (en teoría, los datos son de las personas que los producen), en la práctica la gestión de los datos la realizan empresas que los recogen a medida que los entregamos. A menudo, al carecer de opciones. En Europa y Estados Unidos no hay alternativa a Google, en China no existe otra elección distinta a Baidu y en Rusia se usa Yandex.
En su libro ‘Los delitos del futuro’, Marc Goodman señala respecto al capitalismo de vigilancia que “ese ruido de succión que escuchas es tu privacidad, tus datos y todos los detalles que componen tu identidad única al ser engullidos por ese gigantesco aspirador que es Internet. Los detalles de tus búsquedas, cosas que no osarías compartir ni con tus mejores amigos o familiares más allegados, se filtran en un gran algoritmo informático en el cielo, se agregan a petabytes y se venden por miles de millones”.
Para que los sistemas ‘gratuitos’ funcionen en el aspecto económico, alguien tiene que pagarlos. Y ese alguien son las empresas que compran los datos personales de las personas que usan los servicios por los que no abonan ninguna cantidad de dinero. El resultado es un sistema en el cual has de ser espiado para poder operar porque, de otro modo, no hay capital para cubrir los costes del servicio.
¿De dónde surge el concepto de capitalismo de vigilancia?
El término ‘capitalismo de vigilancia’ fue popularizado por la socióloga Shoshana Zuboff con la publicación de su ensayo ‘A Digital Declaration: Big Data as Surveillance Capitalism’. Para Zuboff, es solo una iteración más del capitalismo de la información que mercantiliza la realidad, que a su vez es un spin-off del capitalismo ‘tradicional’.
En ensayos posteriores, esta socióloga desglosa los problemas que surgen con este sistema, que no son pocos. Además del evidente asunto de la privacidad (para usar los servicios has de entregar tus datos, que serán vendidos), aparece una preocupante pérdida de poder de las personas con respecto a las utilidades que usan a diario. Algunos de ellos pueden ser:
- Buscadores virtuales. Quienes hacen búsquedas en Google no son clientes, sino usuarios. Los clientes son empresas anunciadoras y empresas que compran datos para vendérselos a las primeras.
- Plataformas ecommerce. Aunque parte del beneficio los ecommerce radica en el pago que hace el usuario-cliente para obtener ventajas (envíos ‘gratis’), sus clientes son las tiendas que trabajan dentro de la plataforma.
- Servicios de delivery. Las plataformas como Just Eat y Glovo no tienen como clientes a quienes realizan pedidos. Sus clientes son los establecimientos de comida que pagan por aparecer en la plataforma.
- Plataformas de alojamiento. Lo mismo ocurre con portales como Booking y AirBnb. Sus clientes son los alojamientos (hoteles, casas rurales, agencias), mientras que quienes buscan alojamiento son usuarios.
La pérdida de poder deriva de que el usuario no es el cliente de muchas de estas plataformas, para las que a menudo encuentra un muro infranqueable en el que existe una incapacidad manifiesta para reclamar sus derechos. Por ejemplo, el consumidor queda desprotegido cuando un hotelero cancela un alojamiento en las plataformas. El consumidor es el usuario, mientras que el cliente es dicho hotelero.
Falta de alternativa para los usuarios
Volviendo a los buscadores mencionados, usar ‘alternativas’ como Bing, Sogou o Rambler implica no poder acceder a una enorme cantidad de servicios en teoría gratuitos, pero en realidad pagados con la entrega de datos personales. Ni siquiera abandonar a los grandes grupos —GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), TUNA (Tesla, Uber, Netflix y Airbnb), BATX (Baidu, Alibaba, Tencent, Xiaomi)— implica escapar del capitalismo de vigilancia.
Este se da incluso cuando se pasea por la ciudad o se visitan páginas web de pequeñas empresas y estas colocan cookies en el dispositivo. Estos mecanismos recolectan datos que luego son vendidos. La alternativa son sistemas como DuckDuckGo en el caso de buscadores, pero renunciando a casi cualquier servicio de los que ofrecen las empresas antes mencionadas que, en muchos casos, son irremplazables.
Así, por ejemplo, en España es posible vivir sin WhatsApp, pero dificulta de forma notable un gran número de tareas del día a día. Es una herramienta imprescindible para mantener conversaciones con familiares, participar en el grupo de amigos o estar enterado de lo que se hace en el colegio de los hijos. También se puede salir de Google, Apple y Microsoft en materia de correo electrónico, pero la calidad de la interfaz y la usabilidad tiende a caer en picado.
¿Tiene solución el capitalismo de vigilancia?
El capitalismo de vigilancia nace del hecho de que no son los usuarios los que pagan (con dinero) por usar servicios. En lugar de eso, intercambian sus datos por uso, y esos datos se venden para costear el coste de las plataformas (obteniendo beneficio en el proceso). Sin embargo, internet no siempre ha sido así.
Una forma de poder escapar de este sistema sin salir del capitalismo (innovar, pero poco) es que los usuarios se conviertan en clientes directos. Que sean ellos los que paguen de forma activa el servicio que están usando. Esto no solo trasladaría el poder a su bolsillo, sino que mejoraría las condiciones con las que se relacionan con estas plataformas. Aunque esto está reñido con las leyes de crecimiento continuo de las empresas.
Facebook, Google y Baidu son compañías que cotizan en bolsa, y los accionistas quieren beneficios crecientes. De modo que también sería aconsejable cambiar la participación de los clientes en las empresas prestatarias de servicios, ya sea a través de fórmulas públicas o de empresas cuyo accionariado sea distribuido entre los usuarios (como las mutuas).
La descentralización también podría ser una vía de escape, y hace tiempo que hay propuestas viables que permiten alternativas. Por ejemplo, Mastodon frente a Twitter. Aunque la presencia de las grandes empresas tiende a ahogar cualquier masa crítica que permita despegar a estos sistemas. Cuando aparece una alternativa, se hunde al poco tiempo.
Quizá para conseguir un cambio de calado a la hora de erradicar el capitalismo de vigilancia sea necesario un cambio normativo que imposibilite la captación de datos personales. El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) fue, sin duda, un movimiento hacia los derechos de los internautas, pero se quedó muy lejos de aproximarse a los problemas generados por esta modalidad de capitalismo.
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Imágenes | Chris Yang, Maxim Hopman, Tarik Haiga