La carretera solar, un tipo de pavimento fotovoltaico que pretende sustituir al asfalto, no termina de despegar. Hasta ahora todas las carreteras que se han probado al respecto han fracasado o siguen en pruebas. Estados Unidos, los Países Bajos , China y Francia han tratado, sin mucho éxito, de sacar adelante proyectos similares. ¿Por qué aún no son de uso común?
Los altos costes de instalación y conservación, la baja eficiencia del sistema y el mantenimiento han sido algunas de las causas que se han atribuido a estas carreteras solares, aunque también podemos añadir vandalismo y malos diseños. ¿Lograremos usarlas algún día?
¿Qué es una carretera solar?
Una carretera solar no es más que un carril capaz de captar luz solar desde el pavimento de la misma forma en que lo hacen las placas fotovoltaicas. En el mundo hay más de 33 millones de carreteras (2002) y, si se convirtieran en solares, constituirían la mayor planta solar distribuida del planeta.
Con respecto a los materiales de fabricación, ha habido de todo. Desde células fotovoltaicas clásicas embebidas en sándwiches cerámicos o con cubiertas de cristal resistente a la presión hasta diseños específicos con adoquines hormigonados. Y todos han fallado por diferentes motivos.
Imaginemos por un instante lo que supondría toda esta área pavimentada de células fotovoltaicas. Con la electricidad que genera el pavimento, podríamos alimentar los necesarios puestos de recarga en carretera (quizá incluso durante la marcha mediante inducción), o dar servicio eléctrico a localidades de la zona.
Experimentos hasta el momento
En 2014 se creaba en Indiegogo un proyecto muy interesante. Scott y Julie Brusaw, que eran pareja, propusieron la creación de paneles solares hexagonales. En módulos, estos paneles podían formar parte del firme de uno o varios carriles e incluso de aceras o carriles bici. Pero el proyecto se hundió en 2016 después de numerosas roturas de estos módulos y su mal funcionamiento con lluvia. Era obvio que les faltaba diseño e ingeniería, pero la idea iba encaminada.
Ese mismo año, Holanda instalaba el SolaRoad, un carril bici fotovoltaico integrado en bloques de hormigón. Estaba diseñado para soportar ciclistas pero, con precios de 2014, los 70 metros de este panel alcanzaron los tres millones de euros. Ahora, pese a la inflación, su coste sería más bajo debido al rápido abaratamiento de la fotovoltaica. Aun así saldría muy costoso.
Francia instaló en 2016 su propia carretera solar en Normandía, esta vez destinada a los coches. Se trataba de 2,8 kilómetros de paneles solares Wattway, una solución ya muy desarrollada que, sin embargo, no parecía adaptada para el tráfico rodado pesado. Este terminó por deteriorarlo y ensuciarlo de tal modo que resultaba muy caro. La eficiencia nunca ha sido alta e incluso baja con los años. Dicho esto, es una solución ideal para las aceras, como los Onyx Solar.
Quizá el caso más conocido es el de China, que levantó durante 2017 una carretera solar capaz de alimentar 800 viviendas. En 2018 abrió el tramo al tráfico y empezaron los problemas, esta vez por vandalismo. Varios bloques desaparecieron. Aunque conociendo el objetivo del país con respecto a las emisiones, es probable que estén trabajando en ampliar el recorrido.
De momento, el caso neerlandés es el único experimento que parece seguro que continuará. De hecho, en marzo de 2019 se instalaron 150 metros más en dos municipios e incluso lo están comercializando. Aún está muy lejos de ser rentable (los 3500 kWh/año por cada 10 metros de asfalto no cubren su coste), pero los Países Bajos apuestan fuerte por este tipo de iniciativas, y por la bicicleta.
Cada iteración es mejor
Podríamos pensar que la carretera solar está destinada a fracasar, aunque no tiene por qué. Dicen que la bombilla necesitó 2.000 intentos, los primeros aviones se caían del cielo a plomo, el inicio de la exploración espacial fue poco más que una prueba de pirotecnia muy cara y los primeros intentos multimillonarios de escuchar las ondas gravitacionales no tuvieron éxito.
Con cada iteración la tecnología mejora: aumenta la durabilidad, bajan los costes y crece un poco la eficiencia. Parece que varias empresas avanzan hacia el panel fotovoltaico integrado en una oblea modular de hormigón de unos dos metros de lado y fabricado en nave.
Este tipo de fabricación tiene la ventaja de ser construido en condiciones idóneas con un proceso industrializado y, por tanto, con costes más bajos y una calidad algo mayor. De momento, eso sí, sigue siendo un experimento notablemente costoso que, de dar frutos, lo hará en el largo plazo. Mientras tanto, hay otras soluciones.
Carreteras rodeadas de Sol
Arriba, hemos incluido una fotografía que dista mucho del concepto de carretera solar del que veníamos hablando. En ella las placas descansan en un elemento de infraestructura pasiva que sirve como barrera acústica entre la autopista y las viviendas. Es una forma muy inteligente de hacer uso de este espacio vertical perdido y optimizar dos elementos. Además, carece de los problemas actuales que hemos comentado y la orientación es mejor.
El diseño puede contribuir a paliar un problema actual de las carreteras. El asfalto es un material que absorbe mucha radiación solar durante todo el día, calentándose y elevando la temperatura del entorno. En las ciudades es uno de los causantes del calor excesivo. ¿Y si cubriésemos el lado sur de una autopista con paneles solares?
La imagen superior (Italia) nos muestra algo similar. Al otro lado de esta estructura podría circular perfectamente un vehículo, y su pavimento no se calentaría tanto durante el día. En su lugar, la superficie fotovoltaica se encargaría de absorber tanta radiación como fuese posible y transformarla en electricidad. Aún no se ha visto todo en carreteras solares.
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Imágenes | iStock/Oundum, SolaRoad, iStock/Dafinchi, iStock/canbedone