Vivir en una casa hecha de hongos ya no es cosa de ‘Los pitufos’. La micoarquitectura, que se ocupa de desarrollar materiales a partir del micelio, es una realidad. Y podría ser la solución para construir viviendas y ciudades mucho más sostenibles que las actuales. En la Tierra y más allá. De hecho, la NASA ha planteado la hipótesis de que los hongos puedan ser los ladrillos con los que construir estructuras en la Luna y Marte.
Hace un año, investigadores de la Universidad de Carolina del Norte, Stanford (EE. UU.), y el Centro de Investigación Nasa Ames publicaron datos obtenidos del hongo Cladosporium sphaerospermum. Descubierto en Chernobyl, este hongo crece usando la radiación y convirtiéndola en energía gracias a la melanina que sintetiza.
Transportado a la Estación Espacial Internacional, gracias a una capa de apenas 1,7 milímetros, redujo la radiactividad cósmica en un 5,4 %. Una colonia humana o una nave espacial, obligada a permanecer durante años bajo la lluvia radiactiva del cosmos, podría cubrirse con una capa de estos hongos. Por ejemplo, 21 centímetros serían suficientes para anular la radiación de Marte.
Solo tecnologías recientes como la secuenciación del ADN nos permitieron acceder a algunos de los secretos de los hongos. Aunque los hemos utilizado durante siglos como alimento o medicina, son escurridizos, no se conservan bien y esto dificulta su estudio. Pero ¿cómo se pueden usar para construir casas? Hay empresas que utilizan el micelio desde hace algunos años. Ya existen, de hecho, suelos y paneles para el aislamiento acústico, pero las posibilidades son infinitas.
¿Qué es el micelio de los hongos y cómo se usa?
El micelio es la red de raíces de los hongos, el filamento blanco que emerge de los boletus, por ejemplo. Sin embargo, no mucha gente sabe que precisamente las raíces son la parte principal del hongo, que vive bajo tierra y crea una red de fibras. El papel del micelio, dentro de los bosques, es fundamental, porque pone a los árboles en comunicación entre sí, como si fuera un sistema neuronal.
No es casualidad que se haya acuñado la expresión Wood Wide Web, en base a un estudio sobre el tema publicado por Suzanne Simard en ‘Nature’ en 1997. La red fúngica permite transportar información de un árbol a otro. Por ejemplo, en caso de ataques de parásitos, incluso a grandes distancias, facilitando los intercambios de nutrientes, carbono, fósforo y azúcares. Los bosques funcionan como un sistema único que emplea a los hongos como canal de comunicación.
Hoy en día, las formas en que se aprovecha el micelio para crear materiales naturales con los que construir suelos y paredes son esencialmente dos. Por un lado, se puede utilizar como pegamento natural cultivándolo dentro de fibras de desechos orgánicos. Estas provienen, por ejemplo, de la industria agroalimentaria o textil. Desde el serrín hasta los residuos de algodón. El micelio, al colonizar y digerir parcialmente estas fibras, actúa como refuerzo y pegamento, lo que ayuda a obtener materiales compuestos. Es decir, formados por varios componentes naturales.
La segunda técnica más utilizada es el cultivo del micelio sobre soportes similares a láminas. Este método permite obtener un material puro y flexible que puede utilizarse como alternativa a la piel animal en el mundo de la moda. El material obtenido con este proceso se llama Ephea y también en este caso ya hay varias startups que se dedican a su producción.
Un material sostenible y vivo
En ambos casos el resultado final no es un organismo vivo. No debemos imaginarnos una pared de hongos que con el tiempo crece y desarrolla un bosque dentro de casa. Se trata de materiales inertes, que se detienen a nivel biológico mediante procesos de secado. El resultado obtenido, en cuanto a los materiales de construcción, es el de suelos que pueden ser similares a la piedra y al granito o coloreados.
Los materiales obtenidos a partir del micelio de los hongos son ecológicos y sostenibles. De hecho, son productos circulares y reciclables. Además, en la mayoría de los casos incluso para su instalación se aprovechan desechos de otras industrias. Para fabricarlos se necesita poca agua y energía. Finalmente, en términos de CO2, los paneles acústicos utilizados, por ejemplo, para el pabellón holandés en la Expo de Dubai de 2021 son un 70 % más virtuosos incluso que las alternativas naturales como la madera.
Otra ventaja de los materiales a base de micelio es que son ligeros y muy interesantes desde el punto de vista del aislamiento térmico. Siendo este último un tema central en tiempos de calentamiento global y crisis energética. De cara al futuro próximo, ya se están estudiando paneles que permitan combinar aislamiento acústico con aislamiento térmico y propiedades ignífugas.
Pero las posibilidades son infinitas, desde alternativas a los plásticos hasta el uso de hongos para filtrar agua y biocombustibles. Sin olvidar las casas en Marte de la NASA. Finalmente, el proyecto europeo Fungal Architectures (Fungar) está trabajando para desarrollar “un sustrato vivo estructural y computacional totalmente integrado utilizando micelio fúngico”. En la práctica, el micelio podría usarse para crear edificios vivos que reaccionen a la luz, la temperatura y los contaminantes del aire. Y como material para transmitir la señal de la domótica: Wood Wide Web, de hecho.
En Nobbot | El árbol más grande del mundo no quiere visitantes
Imágenes | Phoenix Han/Unsplash, Timothy Dykes/Unsplash, Florian van Duyn/Unsplash