Miramos al cielo y ahí están. Esas líneas blancas que cruzan el firmamento son las estelas que los aviones han dejado a su paso. Pero ¿podrían ser algo más? Muchas personas creen en realidad son la evidencia de una conspiración global que hace de las chemtrails, las estelas químicas, un elemento inquietante.
Qué son las chemtrails
Según esta teoría de la conspiración, algunas estelas de condensación son en realidad estelas químicas que esparcen sobre la atmósfera productos nocivos, ya sean químicos o biológicos. Los defensores de esta idea sostienen que detrás de esta práctica habría organismos gubernamentales con diversos objetivos que quieren ocultar a la población.
Entre las razones que explicarían la existencia de chemtrails, tendríamos controlar el clima (provocando sequías, lluvias o bajando la temperatura) o la población (a través de la propagación de enfermedades o esterilizando a los seres humanos). O incluso, como llegaron a cuestionarse en este medio online, intentos por vacunarnos sin que lo supiéramos.
Para quienes creen en las chemtrails existen una serie de pruebas ‘irrefutables’. Por ejemplo, su aspecto es distinto al de las estelas tradicionales. A diferencia de estas, el tiempo de permanencia en el cielo se prolonga durante horas. También hablan de la forma de esas estelas: líneas paralelas, cruzadas, en forma de ‘U’… Según los defensores de la teoría, los aviones trazarían este tipo de figuras para abarcar la máxima extensión posible y, así, lograr sus objetivos con mayor eficacia.
Otras evidencias serían la detección de olores y sustancias químicas como bario o estroncio en los lugares sobre los que se pueden ver estas estelas. Así como la aparición de molestias físicas entre la población. Y hay más ‘pruebas’ todavía: las estelas no salen de los motores del avión, si no que el avión rasga las nubes al pasar por ellas…
ORIGEN E HISTORIA de las chemtrails
Fue en 1997 cuando el profesor de Química de la Universidad de Stanford, Richard Finke, habló por primera vez de las chemtrails. Aunque en ese momento no usó este término para referirse a este fenómeno. Sería dos años después, en 1999, cuando el periodista William Thomas bautizaría de esta manera a las estelas químicas.
Aunque el fenómeno se hizo más popular a partir de los años 90, los estudiosos de la materia hablan de evidencias anteriores, casi paralelas al desarrollo de la aviación. Así, en 1921, ‘Monthly Weather Review’ publicó un informe que hablaba de una estela de condensación persistente. También existen testimonios en la Segunda Guerra Mundial. En 1953, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos habría hablado de su existencia, siempre refiriéndose a estelas persistentes.
Uno de los casos más recientes de avistamiento de chemtrails se produjo en febrero de 2019. Entonces se publicó en un foro de Facebook una información que contaba que cuatro trabajadores de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) habían confirmado la existencia de aviones antilluvia. Lo habrían hecho en un informe de la Unión Europea. En él, se detallaba que los aviones rociaban las regiones de Murcia y Valencia con dióxido de plomo, yoduro de plata y diatomita para provocar cambios en el clima. El propósito sería alejar las lluvias y favorecer la llegada de turistas.
Pues bien, esta información no sería más que un bulo que aparece cada cierto tiempo. Ya en 2015, el eurodiputado Ramón Tremosa lanzó una pregunta a la Comisión Europea sobre la existencia de estas chemtrails en territorio español. Algo que la institución comunitaria negó de forma tajante.
En 2016, esta información volvió a circular por internet. Aemet desmintió los hechos en su blog. En el artículo explicaba que, como organismo, no solo no tenía relación con posibles aviones antilluvia, sino que tampoco disponía de las competencias para investigar sobre su existencia.
Cómo se forman laS estelas de condensación
Las estelas que los aviones dejan en el cielo son fruto de la condensación del vapor de agua cuando los motores están en combustión. Aparecen por la fusión entre las partículas que emiten los motores y las bajas temperaturas en las que transcurre el vuelo. Las condiciones de humedad o el viento determinarían que esas estelas sean más o menos persistentes. En aviación este fenómeno se conoce como contrails, una palabra de origen anglosajón resultado de la contracción de las palabras condensation (condensación) y trails (rastros).
Quienes defienden la teoría de la conspiración han adaptado este término a sus creencias y de ahí la denominación de chemtrails, resultado de la contracción de chemical (químico) y trails (rastros). La supuesta diferencia más evidente entre unos y otros es su duración. Los primeros permanecen más tiempo en el cielo y son más densos, mientras que las estelas producidas por los aviones son más cortas y finas, y menos persistentes.
Los defensores de la teoría de la conspiración utilizan fotos y vídeos para avalar sus premisas. Sin embargo, ateniéndonos a lo que dice la física, este argumento no se sostiene. La duración y características de las estelas no dependen del tipo de sustancia que se libere, sino de las condiciones de la atmósfera en la que se producen.
También suelen recurrir a testimonios de personas que afirman estar aquejadas de alguna enfermedad provocada por sustancias diseminadas desde el cielo. Un argumento que se viene abajo si se tiene en cuenta que las fumigaciones de los campos agrícolas se realizan a cuatro o cinco metros de altura. Si se hicieran desde más arriba las sustancias químicas se perderían antes de llegar al suelo.
evidencias científicas: no hay
Es evidente el profundo rechazo de la comunidad científica a la teoría de las chemtrails.
En el año 2000, diferentes organizaciones estadounidenses como la NASA o la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) publicaron un documento en el que negaban la existencia de estelas químicas con objetivos ocultos.
En 2016, la revista ‘Environmental Research Letters’ presentó un estudio realizado por la Universidad de California en el que se preguntaba a científicos acreditados por la posible existencia de las chemtrails. De los 77 que fueron consultados, 76 afirmaron que no había pruebas que validaran esta teoría de la conspiración.
Existe la teoría de que estas estelas pueden ser, en realidad, cirrus. Es un tipo de nube formado por cristales de hielo. Los cirrus tienen formas muy peculiares. En ocasiones forman cirrostratos cuando ocupan una amplia extensión de cielo. O cirrocúmulos, cuando se producen a más de seis kilómetros de altitud. En este caso, pueden tener forma de cono.
En otros supuestos, podrían ser producto del fuel Jettison. Se trata del lanzamiento de combustible por parte de algunos aviones para aligerar peso en situaciones de emergencia. Cada avión tiene especificado un peso máximo con el que puede aterrizar. Si se produce una urgencia y necesita tomar tierra antes de tiempo, ha de expulsar el sobrante. El combustible se lanza por unos conductos situados en los extremos de las alas que, en contacto con la atmósfera, producen este fenómeno.
la Geoingeniería como origen
Pero ¿es posible que los humanos podamos manipular el clima? ¿Es la teoría de las estelas químicas completamente rocambolesca? Hemos de hablar de geoingeniería. La Royal Society la define como la “manipulación intencional a gran escala del clima planetario para contrarrestar el calentamiento global”. Es decir, una ciencia que pretende modificar el clima y luchar contra el cambio climático. Uno de los procedimientos que se están investigando en su nombre consiste en inyectar partículas reflectantes en la atmósfera que disminuyan la potencia de la luz solar, y así bajar la temperatura de la Tierra.
Otro interesante concepto es la siembra de nubes. Consistiría en liberar partículas químicas en las nubes cargadas de agua para provocar precipitaciones. Los elementos más usados para conseguirlo son el yoduro de plata y el dióxido de carbono congelado. Pero también se puede lograr con propano líquido o sal. El uso del yoduro se está descartando por su inferencia en la salud humana.
En 1947, científicos de la General Electric encabezados por Vicent Schaefer, experimentaron esta técnica para crear nieve en un laboratorio. El Plan Snowy Mountains desarrollado en Australia durante 1949 y 1974 también lo habría estudiado. Su propósito era generar un sistema hidroeléctrico en el sureste del país.
Más recientemente, en 2008, el Gobierno chino habría intervenido sobre las nubes para evitar que lloviera en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín e impedir que la ceremonia quedara deslucida. Precisamente, China es uno de los principales países que investiga la siembra de nubes para paliar sus problemas de sequía. Dicho gobierno habría desembolsado 155 millones de euros para lograrlo.
Según otras informaciones, las autoridades de la India estarían también usando el método de la siembra de nubes para limpiar de polución el cielo de ciudades como Nueva Delhi.
Nubes y lluvia en beneficio del ser humano. Pero ¿pueden existir propósitos más oscuros? Según la ciencia, no; según los amantes de las teorías de la conspiración, sí.
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