La primera vez que observamos fijamente la fotografía de un cholet nada nos hace pensar que estamos ante una casa. Más bien nos viene a la cabeza la imagen de aquellos Transformers que, tras engañarnos pareciendo un simple coche, acaban convirtiéndose en un imponente y descomunal robot.
Freddy Mamani, ha sabido plasmar a la perfección la unión entre tradición y vanguardia con un proyecto que pretende renovar el paisaje a la vez que recupera las raíces de la cultura andina.
Sin embargo, y aunque como anécdota imaginativa queda muy bien, los cholets no tienen absolutamente nada que ver con estas criaturas de chapa. Tampoco son la marca blanca de los chalets, más bien son la versión mejorada y sorprendente de los mismos. Estas construcciones, nacidas en Bolivia, se han convertido en una de las manifestaciones arquitectónicas más importantes de Latinoamérica. Su artífice,Arquitectura con identidad
Los impresionantes cholets han sido construidos, en su mayoría, en la ciudad boliviana de El Alto, vecina de La Paz y situada nada más y nada menos que a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Son el reflejo de la creciente burguesía aymara que ha logrado prosperar gracias a los cambios sociopolíticos que ha experimentado el país desde finales del siglo XX. Además, resulta llamativo resaltar que Evo Morales, Presidente de Bolivia desde el año 2006, es descendiente de esta comunidad.
La austeridad no es precisamente la característica principal de los cholets y cuánto nos alegramos de ello. Después de mirarlos durante un buen rato una extraña sensación de alegría invade tu mente, quizá transmitida por los vivos colores que decoran sus fachadas e interiores. Verde lima, rojo chillón, azul cielo… para los cholets y para Mamani no existen los términos medios y si vamos a recuperar las raíces artísticas de la zona, lo mejor es que lo hagamos con todas las de la ley.
Los elementos decorativos, inspirados en la cultura Tiwanaku — una antigua cultura que se desarrolló en Bolivia, Argentina, Perú y Chile entre los años 1580 a. C. y 1187 d. C — siguen un patrón geométrico cargado de simbología y significado. Al igual que ocurre con las personas (o al menos debería) la construcción de los cholets no solo da importancia al exterior. Los inmensos salones que copan su interior están cargados de elementos decorativos que siguen esa línea de color y expresividad que ya pudimos ver antes de entrar. Fíjense, la ostentación no tiene por qué quedar mal (somos muy fans de los cholets, lo reconocemos).
No falta un detalle
Algunas de las estancias de los cholets están pensadas para la celebración de fiestas y eventos de todo tipo, y es que su decoración lo pide a gritos. Muchos de los propietarios de estos edificios alquilan sus salones por cantidades que oscilan los 2.000 y los 3.000 dólares al día con el objetivo de financiar su peculiares casas.
Haberle dado a los cholets una altura de dos o tres pisos le habría quitado bastante magia al asunto así que Mamani ha otorgado a sus construcciones alrededor de unos 7 pisos que, desde luego, están muy bien amortizados. Arquitectura eficiente vaya. Su estructura suele ser más o menos fija, situándose el negocio de la familia en la primera planta, la sala de fiestas en la segunda y una serie de apartamentos de aquí en adelante. El cholet propiamente dicho, es decir, la casa en la que los propietarios hacen su vida (tengan en cuenta que utilizar siete pisos todos los días puede ser realmente complicado) se encuentra en la última planta.
Cholets, el orgullo andino
La necesidad de construir obras con identidad llevó a Freddy Mamani a revolucionar la arquitectura tradicional y a romper con la monotonía de un paisaje que se vislumbraba un tanto apagado. Su disconformidad con los esquemas establecidos por las universidades se ve plasmada en la originalidad de unas construcciones que se expanden como la pólvora. En apenas 10 años este arquitecto ha diseñado más de 60 cholets, como ya decíamos, la mayor parte de ellos en la zona de El Alto. Sin embargo, esta moderna construcción ha causado sensación en países como Perú o Chile donde Freddy Mamani también ha dejado volar su creatividad.
Para él los cholets no solo son una representación clara y directa de la cultura aymara, sino que se han convertido en un atractivo turístico capaz de fomentar este sector en el país.
LAS CHOLAS como CENTRO DEL CAMBIO
La transformación social y cultural que está viviendo Bolivia no podría entenderse sin el papel de las cholas, término utilizado para hacer referencia a las mujeres mestizas. Su carácter, independiente y trabajador, está marcando un cambio en la sociedad boliviana del que son, indiscutiblemente, protagonistas.
Hace tan solo unos años, vestir el traje tradicional de los pueblos índigenas de la zona era casi una afrenta para muchos ciudadanos bolivianos. La pollera (nombre que recibe esta vestimenta) era símbolo de discriminación y marginación. Sin embargo, la llegada de Evo Morales al poder ayudó a que esta parte de la población mostrase al mundo sus problemas y se revelase sin miedo a las críticas.
Las cholas asumen cada vez roles más importantes que se excenden del habitual ámbito familiar. Las ministras de Justicia y Agricultura son tan solo dos ejemplos de la entrada de estas mujeres en el mundo público. La mujer chola ha logrado hacerse oír en distintos espacios, eso sí, sin perder nunca su identidad y su distintivo que por fin ha alcanzado el nivel de orgullo y representación del que carecía años atrás.
La nueva clase social que ha nacido en Bolivia no solo está dispuesta a hacer valer su cultura a través de la arquitectura o la pollera pero, lo que está claro, es que ambas son un símbolo de la batalla que se está librando en favor de la identidad de la población índigena.