«Soy un robot» insiste, mirándote fijamente con unos ojos de 95 años que parecen los de una niña pequeña con un nuevo regalo. Mi abuela lleva varios meses con un implante coclear que le ha acercado de nuevo al mundo y, desconocedora de la palabra cíborg, ella sigue diciendo que es un robot por haber sido ampliada electromecánicamente.
Raro es quien dice sí a abrir su cuerpo a una compleja intervención médica para ampliarse a sí mismo. Mis conocidos no hacen cola para que les extirpen el ojo y les coloquen una cámara Ultra HD, pero sí para que una operación con lente les devuelva la vista que antes tenían. Admitimos la tecnología en nuestro cuerpo en la medida en que repara algo averiado, pero, ¿dónde está la barrera de esta ampliación cibernética, y hasta dónde llegaremos?
Recuperar una calidad de vida perdida
A pesar de que cuando pensamos en cíborgs nos imaginamos a los protagonistas de las películas de ciencia ficción, no pocas de las personas que nos rodean lo son. Pasar de ser humano a cíborg, es decir, dejar de ser solo un organismo biológico para estar formado por materia viva y dispositivos electrónicos, ha sido para muchas personas cuestión de vida o muerte.
Así se ve un marcapasos en una radiografía. iStock/Korawig
Muchos conocemos personas con implantes que les han salvado la vida, como son los conocidos marcapasos, sin los cuales el corazón late de manera irregular (o no late en absoluto). Menos frecuentes, pero igual de importantes, son los órganos artificiales que dependen de chips y electricidad.
Eso sí, no tiene que tratarse de una cuestión de vida o muerte, dado que la mayoría de cíborgs del mundo son personas carentes de algún elemento y que lo han adquirido o recuperado mediante la electrónica. Personas que podrían vivir sin esa prótesis, pero que han decidido pasar por algún tipo de ampliación para mejorar su vida y alcanzar de nuevo una habilidad humana.
Transhumanismo
Y hasta ahora, los cíborgs están en general contentos limitados en esas capacidades humanas. Si falta una pierna, se coloca una prótesis en forma de pierna; si falta el sentido del oído, se instalan un implante coclear que transmite las frecuencias audibles clásicas. Pocas personas han pasado de humano a cíborg sin una necesidad expresa de volver a un estado normal.
Existe, sin embargo, una corriente transhumanista que pretende precisamente escapar de la condición humana mediante la cibernética. Después de todo, el ser humano es fruto de un accidente evolucionista. ¿Por qué no explorar otras opciones a las que no teníamos acceso ahora que podemos, como ver colores en infrarrojo o ultravioleta?
Aumentar nuestra percepción de la realidad
Ver en infrarrojo o ultravioleta es precisamente lo que hace el artista Neil Harbisson, quizá uno de los máximos exponentes del transhumanismo en la actualidad. Aunque en lugar de ver con los ojos, escucha a través de un ojo mecánico que envía impulsos a través del hueso de un modo muy parecido al de los auriculares de conducción ósea, probablemente el futuro de los auriculares.
Incrementar nuestras capacidades
Aumentar las capacidades humanas quizá sea el mayor hito histórico de este siglo o del siguiente, ya que por primera vez en la historia somos capaces de modificarnos a nosotros mismos mediante implantes. Una persona que se queda sin piernas en un accidente puede elegir si ser más alto de lo que era, o incluso la fuerza de sus nuevas extremidades.
Stelios Arcadiou, escribiendo a tres manos la palabra Evolution.
Además, hoy en día todos podemos elegir –siempre que tengamos tiempo, conocimientos y capital para este hobbie– cuántas extremidades queremos poseer, tal y como demostró Stelios Arcadiou en los ochenta con su performance El tercer brazo.
Transumanismo y salud
Lejos de evitar divertidos gadgets implantados en nuestro cuerpo solo por diversión, si el transhumanismo ha llegado tan lejos y si lo hemos dejado entrar de tan buena gana, es posiblemente porque lo necesitamos para sobrevivir. Porque no tenemos otra opción.
Es muy sonado el caso de Stephen Hawking, una persona incapaz de comunicarse sin su ordenador y cuya movilidad depende de una silla de ruedas adaptada. Tras esta cara pública, hay millones de personas con diferentes grados de disfunción o enfermedades.
Pulmón-en-un-chip (del inglés, lung-on-a-chip). Fuente: Wikipedia organ-on-a-chip
Por lo que sabemos, el transhumanismo podría ser no la cura contra el cáncer, pero sí una alternativa a sufrirlo. Ante la posibilidad de seguir viviendo con un pulmón u otro órgano afectado por esta u otra enfermedad, en el futuro podremos elegir si sustituir el órgano al completo (con un implante biomecánico) o mediante la tecnología organ-on-a-chip.
Esta última tecnología, todavía en fase de desarrollo pero con resultados prometedores en las pruebas de laboratorio, pretende sustituir aquellas partes del cuerpo afectadas o susceptibles a sufrir algún desgaste futuro: pulmones, corazón, riñones e incluso vasos sanguíneos.
Como avanzábamos en la entrada, en la actualidad, no somos propensos a intercambiar partes sanas de nuestro cuerpo por tecnología, y esperamos a que se rompan o las perdamos para incluir piezas electromecánicas en nuestro organismo. Es decir, el transhumanismo se debe a reparaciones mecánicas del cuerpo y no a caprichos de la moda o a necesidades sociales modernas.
Sin embargo, estas necesidades quizá formen parte de nuestro día a día. El mismo Harbisson que se instaló una antena óptica incluyó un chip conectado a Internet mediante el cual era capaz de leer sus emails. Él ya dispone de esa tecnología implantada en su cuerpo, una que probablemente muchos también querrían tener.
Al igual que ha ocurrido con otras tecnologías de las que ahora dependemos, basta con que unas pocas personas posean gadgets de alta tecnología para que el resto necesiten adaptarse a ellas lo deseen o no. De modo que es posible que nuestros hijos sean los primeros humanos en aceptar el transhumanismo como una condición de su época del mismo modo que nosotros aceptamos las telecomunicaciones e Internet en la nuestra.
En Nobbot | La evolución de las interfaces de usuario y de nuestra relación con las máquinas
Imagen de portada | Brazo cíborg vía iStock/Vladuslav Ousiatsia