De cada diez personas, tres mueren por enfermedades cardíacas y otras tres por cáncer. El cáncer es 3.000 veces más probable que un atentado terrorista y, sin embargo, este último tiene 2,6 veces más cobertura mediática. Durante los últimos años se ha medido un importante desvío de atención de los medios. Lo raro se ha vuelto noticia y se deja sin cubrir lo que afecta a la mayoría.
Hechos estadísticamente aislados definen nuestro tiempo de televisión y noticias. El terrorismo causó menos del 0,01% de las muertes en los Estados Unidos durante 2016, pero se ‘comió’ el 35% de las páginas de los periódicos. Sin minimizar su importancia, ¿por qué asuntos minoritarios hacen más ruido que otros de carácter más general? ¿Puede considerarse manipulación mediática?
Desfase entre lo que ocurre y lo que percibimos
El esquema de abajo, un trabajo de síntesis de ‘Our World in Data’, muestra tres conjuntos relacionados con fallecimientos. La primera columna es un listado por causa de muerte (enfermedades cardíacas, cáncer, accidentes en carreteras, enfermedades respiratorias…) según su porcentaje.
La segunda muestra las búsquedas de Google según los mismos tipos. A nadie parece importarle las enfermedades cardíacas (2% de las búsquedas) a pesar de ser la causa más frecuente y probable. Las dos últimas columnas muestran, para la misma catalogación, el porcentaje de noticias del ‘New York Times’ y ‘The Guardian’. Es fácil visualizar la enorme discrepancia.
El gráfico muestra un enorme desfase entre lo que ocurre y de lo que se nos informa. La exposición a determinadas noticias relativamente marginales es muy elevada. Como ejemplo, el 1,8% de las muertes en EEUU en 2016 fueron por suicidio (en España en el mismo periodo rondaban el 0,86%, según el INE). Sin embargo, los medios multiplican la exposición entre seis y ocho veces.
Algo similar pasa con los homicidios. Raro es el periódico o telediario que no abre con uno. Aunque involucró al 0,9% de la población estadounidense (en España, un 0,068%), la cobertura fue del 23% en las noticias. En otras palabras, se le dio 25 veces más importancia de la que tiene, que sin duda es bastante.
La cobertura de la violencia
El artículo que acompaña a la gráfica de arriba, escrito por Hannah Ritchie, señala que “las mayores discrepancias involucran muertes violentas”. Así, suicidio, homicidio y terrorismo ocupan los primeros lugares en la lista de muertes sobrerrepresentadas. Se habla más de ellas de lo que ocurren. Mucho más.
En el mismo artículo, Ritchie señala como Estados Unidos es una muestra representativa en base al tipo de fallecimientos. Las enfermedades cardiovasculares son a nivel mundial el número uno de muerte, y los accidentes de tráfico se llevan 76 de cada 1.000 muertes. Sin embargo, apenas tienen cobertura mediática respecto a su frecuencia.
Esto implica que quienes consumimos noticias también tenemos menos armas para luchar contra estas muertes. La conducta de arriba es más peligrosa para la mayoría de nosotros que la posibilidad de un asesino en serie. Donde debiera haber una campaña de concienciación por una buena alimentación, hay un atentado al que se presta más atención. Y la lista de diez actividades deportivas que puedes hacer en casa se barre con un debate con expertos sobre un asesinato puntual, ignorando las estadísticas.
Las muertes silenciosas no hacen ruido
Explosiones, golpes, hojas cortando carne. Si las muertes violentas y sonoras venden, las silenciosas apenas hacen ruido. La más infrarrepresentadas son las enfermedades de riñón seguidas por enfermedades cardíacas, sobredosis, alzheimer y problemas respiratorios. ¿Debería estar ahí el foco? ¿O en las campañas de tráfico cuya efectividad se demostró en 1990?
Da la impresión de que aquellos fallecimientos en los que una persona externa apenas está involucrada venden menos. En la economía de la atención se dice que los periódicos publican lo que piensan que va a leerse, aunque arriba vemos que distorsionan muy por encima de las búsquedas.
Cuando uno pierde la vida por causas genéticas, ambientales o de comportamiento, el ‘tirón’ es menor. Si hay violencia, parece que se vende más. Darwinismo de noticias: los que no se adaptan, perecen. Los periódicos han aprendido a vender carnaza.
Resulta extremadamente difícil determinar cuántas de las búsquedas personales están influenciadas por la cobertura mediática, por nuestra cámara de eco o por un interés genuino por nuestra parte.
Informativos del miedo
El desplazamiento de la cobertura mediática hacia el miedo, la violencia, la falta de salud, etcétera, también modifica nuestra percepción del entorno. Da la impresión de que vivimos en un mundo violento, a pesar de que el número de conflictos (homicidio incluido) no ha dejado de caer en los últimos siglos.
Hoy vivimos en una de las sociedades más seguras de la historia, tanto a nivel de seguridad en las calles como alimentaria o de sanidad. España en particular. Pero en pleno 2019 hay quien vuelve a pensar que las antenas son peligrosas (que no) en lugar de preocuparse por los tubos de escape (que sí) o miran al vecino con recelo. Pobre vecino.
Los medios somos responsables de lo que publicamos, porque luego se lee. Y si la publicación exacerbada y mayorada por encima de cualquier factor coherente genera histeria, erosiona la confianza en la seguridad o fomenta el odio (el terrorismo aglutina los tres), quienes escribimos noticias hemos de plantearnos observar la visión de conjunto para dirigir nuestro periódico en una dirección acorde a la realidad. Lo contrario implica deformarla.
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