La mayoría de lectores de este portal no necesita a día de hoy el vehículo autónomo. Aportará ventajas, pero no es algo imprescindible. Hagamos la prueba. ¿Te consideras joven? ¿Puedes caminar con normalidad? ¿Tienes el carné de conducir? ¿Ves bien? ¿Puedes moverte de manera autónoma por tu ciudad? Si alguna de estas respuestas es afirmativa, el vehículo autónomo no está pensado para ti.
Pero si tiene una edad avanzada, moverte es menos fácil de lo que debería, no posees carné, sufres problemas de visión o dependes de otras personas para desplazarte, entonces los robots en forma de coche son perfectos para ti. Si algo destaca en la movilidad del futuro es la inclusividad de grupos de personas dejados atrás en otro tipo de innovaciones.
Vehículo autónomo, clave en la movilidad rural
Al pensar en el vehículo autónomo nos lo imaginamos recorriendo las calles de París o ciudades grandes. Sin duda cambiará cómo vemos la movilidad urbana, pero allí la gente tiende a moverse de manera habitual. El vehículo privado, la red de transporte público o las nuevas modalidades de carsharing o motosharing ya están demostrando su utilidad. ¿Qué hay del medio rural?
En los pueblos de España vive nuestra población más envejecida. Además, se enfrentan a un medio en recesión cada vez más lejos de los servicios urbanos básicos, como las tiendas. Muchos ancianos se echan a la carretera para hacer la ronda de medicamentos en el pueblo o para llevar el pan a sus vecinos.
Llegado un punto, resulta peligroso que sigan conduciendo, pero ellos siguen al volante. Sin servicios públicos por falta de población, es su único nexo con bienes necesarios. El vehículo autónomo les permitirá –previa adaptación al uso del smartphone– comunicarse de nuevo con mucha más autonomía.
En las ciudades ocurre un fenómeno parecido. Todavía queda mucho para los semáforos inteligentes, y la tendencia del vehículo a apropiarse de las calles durante el siglo pasado ha hecho que muchos ancianos se sientan inmersos en islas de las que es difícil salir. Por ejemplo, porque caminen despacio.
Los centros comerciales a menudo se encuentran lejos de nuestros hogares. Incluso cuando el transporte público tiene conexión, las personas mayores pueden tener problemas a la hora de acceder al ocio. El vehículo autónomo los dejará en la puerta y los recogerá en casa.
Movilidad con los ojos cerrados
La próxima vez que seas el copiloto o un pasajero en un coche, prueba a cerrar los ojos. ¿Hasta qué punto te fías del conductor? ¿Lo suficiente como para no abrirlos en todo el trayecto? Probablemente tengas suerte y puedas hacerlo para mirar alrededor. Pero hay quien no ve nada con los ojos abiertos.
Los ciegos son uno de los mayores colectivos sin acceso a una movilidad personal independiente. De los que más dependen de quien los ayude a avanzar. Un coche autoconducido por una inteligencia artificial será su chófer en pocos años, aportando una gran libertad de movimiento.
A diferencia de los ancianos, las personas que nacieron sin visión jamás se han podido sacar el carné de conducir. Nunca han tenido opción a desplazarse por su cuenta, eligiendo entre transporte público o depender de una persona cercana. Pero esta barrera tiene los días contados. La tecnología iguala capacidades en muchos ámbitos, como el deporte, el ocio o las redes sociales.
Los vehículos autónomos se pintan como la movilidad del futuro y como tecnología punta. Pero, sobre todo, son grandes igualadores de derechos personales. Un ciego tiene derecho a moverse de manera independiente, pero la tecnología actual no le deja ejercerlo. El coche autónomo lo logrará.
Sorteando barreras arquitectónicas
La ciudad no está pensada para gente en silla de ruedas o muletas. Volvemos a animar al lector a hacer la prueba. Escalones, aceras poco cuidadas, caminos de tierra… El número de barreras arquitectónicas es enorme. Tampoco tiene pinta de disminuir, y el vehículo autónomo llegará antes de que desaparezcan.
En parte es lógico. Reconstruir todas las aceras de una ciudad para que quepa una silla de ruedas es costoso y lleva décadas. Eso significa que llegará a cuentagotas. La movilidad autónoma, por otro lado, se impondrá en cuanto la legislación la contemple. Y esto significará que una persona en silla de ruedas tendrá menos trabas para moverse.
Podrá llamar a un vehículo adaptado desde su smartphone y ser dejado en la puerta de allá a donde vaya. Algunos conceptos de vehículo autónomo se lo ponen aún más fácil (ver abajo). Recordemos que estos coches no necesitan volante ni los asientos colocados de la manera tradicional.
La apertura de la movilidad
La movilidad actual no es inclusiva. Es cierto que el transporte público permite los viajes a menores de edad (es muy seguro), pero esto limita sus movimientos a la red actual. Alternativas como el taxi, o servicios como Uber y Cabify, los obligan a depender de una tercera persona. No así con la movilidad autónoma.
Cuando esta sea una realidad, vamos a poder ‘ir a recogerlos’ al colegio en un vehículo autotripulado. Se lo enviaremos desde el móvil en la oficina, sabremos cuándo lo cogen y veremos que llegan a salvo a casa. Como menores, los niños no pueden sacarse el carné, pero podrán usar este tipo de coches.
Otro ejemplo de cómo la movilidad amplía su marco son los heridos. En 2016 Joshua Neally conducía su coche cuando sufrió un infarto pulmonar. Activó el piloto automático de su Tesla Model X y este condujo los 32 km que faltaban para el hospital. No sustituyen a una ambulancia, pero pueden salvar vidas.
La tecnología está lista. Solo necesitamos un marco regulativo que le abra la puerta y la fomente, lo que no es fácil. A pesar de que los vehículos autónomos tienen menos accidentes por kilómetro que los conducidos por personas, hay cierta resistencia a delegar la conducción. Pero en cuanto los que tenemos el volante entre las manos lo soltemos, la tecnología hará a nuestro entorno mucho más seguro e inclusivo.
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