En un contexto en el que las compras navideñas se encuentran en pleno apogeo, los wearables se han convertido en un regalo tremendamente socorrido. Un presente perfecto para aquellos usuarios más deportistas que quieren llevar a cabo un seguimiento de sus entrenamientos, pero ahora también para los amantes de la moda.
Sí, porque la tecnología que se viste ha experimentado un auténtico remozado durante estos últimos cuatro años. Y lo ha hecho hasta tal punto, que encontramos desde zapatos capaces de cambiar su diseño con tinta electrónica hasta smartwatches chapados en oro. Sin embargo, no se trata del único tipo de “prendas” que ha alumbrado este mercado, sino que en él tiene cabida toda clase de ropa inteligente.
El boom de los wearables deportivos
De esta manera y aunque los expertos sitúan el nacimiento de los gadgets que se visten en la década de los 60 con las TV Glasses y el Roulette Shoe, lo cierto es que la preocupación por el físico y la toma de conciencia sobre el papel del deporte en nuestra salud llevaron a un momento clave en 2013: el boom de los wearables deportivos.
Un punto en el que grandes y pequeños fabricantes –incluso aquellos que originariamente se habían centrado en los smartphones- no dudaron a la hora de alumbrar los suyos propios, y una situación que ha dado lugar a un mercado prácticamente saturado, en el que resulta imprescindible diferenciarse. Y es aquí donde entra la moda como valor añadido.
El paso de Tory Burch
El paso clave se produjo de la mano de Tory Burch, la diseñadora por la que decidió apostar Fitbit en agosto de 2014 para dar lugar a una colección totalmente distinta de lo que se había visto hasta entonces y formada por varios accesorios compatibles con la Fitbit Flex. La diferencia clave estribaba en su aspecto: el de una auténtica joya.
Un camino que no tardaron en seguir muchos otros y en el que unas pocas firmas han logrado posicionarse. Entre algunos proyectos destacables encontramos los anillos de Ringly, la Swarovski Activity de Misfit y los pendientes de Joule, entre muchos otros. Los acabados que ofrece el Apple Watch son también destacables. Unos wearables que, en definitiva, no nos dejan indiferentes y cumplen un propósito estético.
Los zapatos no se quedan atrás
Por supuesto, los smartshoes no se quedan atrás. Y no nos estamos refiriendo únicamente a deportivas inteligentes, sino también a zapatos con tacones de infarto capaces de rediseñarse de la mano de la tinta electrónica. Es el caso de Volvorii, unos peeptoes presentes en Indiegogo que, en lugar de piel, cuentan con una pantalla flexible al más puro estilo Kindle.
Una display que la usuaria puede modificar a su gusto, adaptándola a sus combinaciones. Y aunque se encuentra limitado al blanco y negro, se trata de una propuesta muy original que saldría a la venta por un precio que rondaría los 150 euros. Actualmente ha conseguido el 81% de la financiación necesaria para salir al mercado.
Las Lechal, sin embargo, van un poco más allá. Se trata de unas deportivas para invidentes que cuentan con una plantilla inteligente con GPS incorporado capaz de dirigir sus pasos. En todo caso, no son las únicas que disponen de esta tecnología, sino que Mediatek ya alumbró unas pensadas para niños. No podíamos dejar de mencionar tampoco las zapatillas capaces de “atarse” solas, las Nike MAG.
Nuevas telas y prendas inteligentes
Llegados a este punto, encontramos otros ejemplos de la evolución tecnológica aplicada al ámbito de la moda, y que abarcan desde los tejidos inteligentes hasta los vestidos elaborados a base de luces LED. En cuanto a este último, se trata del K-Dress, un modelo de seda obra de CuteCircuit y que cuenta con cientos de ellos. Un prototipo de 2.500 dólares que fue ideado ya hace seis años.
No faltan las telas que pueden repeler manchas –como la creada por Elizabeth & Clarke-, las estampadas con tintas inteligentes, que cambian de color según la temperatura exterior –presentes en el pañuelo de Neffa Chameleon-, ni las que pueden secarse solas y automáticamente. Y sí, de nuevo como en Regreso al Futuro. Respecto a esta última, se trata de la que compone la SDJ-01, una creación de Faylon todavía en fase de financiación en Kickstarter.
Las chaquetas con paneles solares integrados como las de Tommy Hilfiger y Nokia, alumbradas hace ya dos años, también resultan destacables a pesar de su escaso éxito. En la misma dirección apunta un reciente proyecto desarrollado por el Centro de Tecnología y Nanociencia de la Universidad Central de Florida.
Se trata de un filamento flexible, ligero y delgado, equipado con célula solar y batería de almacenamiento. Unas cintas de cobre que podrían llegar a adaptarse a cualquier prenda y que permitirán que cargásemos nuestros dispositivos. Levi’s y Google tampoco lo han dudado a la hora de innovar en chaquetas inteligentes. De hecho, los de Mountain View mostraron hace tan solo unos meses, una que permite controlar las funciones del smartphone a través de un chip incrustado en la propia manga.
ThermalTech, por su parte, también ha inventado una que usa la energía solar para mantenernos calientes, a salvo del frío del invierno. En concreto, el tejido con el que está confeccionada es capaz de capturar los rayos del sol y también la energía procedente de la luz artificial. Puede pasar de 0 a 18 grados en solo dos minutos. Lady Gaga es otra que nos ha mostrado modelitos muy innovadores. Fue el caso de su vestido que hacía pompas de jabón. El diseñador Vega Zishi Wang, con su colección de telas electroluminiscentes inspiradas en el universo, no se queda atrás. Tampoco lo hace el sujetador digital tipo sirena de Azealia Banks, con cristales que brillan al ritmo de su rapeo.
Al margen de lo dicho y para acabar, cabe mencionar que la tecnología y la moda también pueden aliarse de otro modo: con el objetivo de crear sistemas de producción más ecológicos e, incluso, con el de dar lugar a tejidos que nos protejan de bacterias –como el sistema Aegis Microbe Shield-, hidraten nuestra piel o liberen medicamentos determinados y aceleren los procesos de curación, y un largo etcétera que, de momento, se encuentra en fase de investigación.
No obstante, ciertas firmas como H&M ya están usando materiales como el Tencel, una celulosa que se obtiene del reciclado de ciertos productos químicos y el algodón orgánico; y una investigadora de Brooklyn llamada Suzanne Lee logró alumbrar una suerte de cuero ecológico a partir de levadura, bacterias y otros elementos naturales. Incluso hay “piel” hecha a partir de champiñones.
Un desarrollo que no solo estará marcado por el mercado de la moda, sino por las aplicaciones que tengan estos inventos en distintos ámbitos. Un caso claro es el del líquido que repara la ropa automáticamente desarrollado por la Universidad de Pensilvania (EEUU), que inicialmente se usará para mantener a los soldados a salvo de fluidos tóxicos, por ejemplo.
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Imágenes | iStock: Whitenoisee y dolgachov