El cambio climático nos quita horas de sueño. Y no solo porque cuando llegan las calientes noches de verano, en las que los termómetros no bajan de los 25 °C, nos cuesta conciliar el sueño y el descanso es peor. También porque es un problema más que añadir a nuestra larga lista de preocupaciones.
Palabras como ‘ecoansiedad’ o ‘solastalgia’ forman parte ya de nuestro vocabulario habitual. Hacen referencia al temor al cambio climático y a la angustia que genera ver cómo nuestro entorno natural se deteriora. A la sensación de inseguridad que provoca, en definitiva, pensar que la casa está en llamas y no hacemos nada para solucionarlo.
Lo cierto es que los efectos del cambio climático afectan cada vez a más personas. Y los científicos alertan: hay que prestar atención no solo a las consecuencias físicas, sino también a las que influyen en nuestro bienestar y salud mental.
Cuando las temperaturas no dejan dormir
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) utiliza varios términos para designar las noches en las que las temperaturas no dan tregua. Se trata de noches tropicales (aquellas en las que los termómetros no bajan de 20 °C) y de noches tórridas o ecuatoriales (en las que las mínimas son de 25 °C).
Estas noches son cada vez más habituales y tienen importantes consecuencias en nuestro descanso. De acuerdo con el estudio ‘Rising temperatures erode human sleep globally’, publicado hace poco en la revista científica ‘One Earth’, el aumento de las noches calurosas está reduciendo tanto la calidad como las horas de sueño de personas de diferentes puntos del mundo.
Para llegar a esta conclusión, científicos de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) vincularon datos meteorológicos locales con otros generados por pulseras de seguimiento del sueño. En total, analizaron de más de siete millones de registros de 68 países diferentes. Este estudio de los datos les permitió concluir que la subida de la temperatura acorta el tiempo de sueño (sobre todo, porque se concilia más tarde) y aumenta la probabilidad de que el descanso sea insuficiente.
Si las concentraciones de gases de efecto invernadero no se estabilizan, a finales de siglo cada persona perderá, de media, entre 50 y 58 horas de sueño cada año, explica Andreas Bjerre-Nielsen, uno de los autores principales del estudio.
Menos horas de sueño, más desigualdad
Una de las conclusiones más destacadas de este estudio es que el problema no afecta a todos por igual. Las mujeres lo sufren más que los hombres, y los mayores más que los jóvenes. Los habitantes de países en vías de desarrollo también sufren más las consecuencias que los de países ricos. A menudo, encuentran dificultades para llegar a las soluciones. Por ejemplo, para acceder a viviendas correctamente aisladas y a aparatos de aire acondicionado.
Además, quienes viven en climas más cálidos pierden más horas de sueño por cada grado de subida de la temperatura. Esto se agrava cuando aumenta el número de noches tórridas o lo que la AEMET denomina noches infernales: aquellas en las que las temperaturas nocturnas no bajan de los 30 °C. Estas, señalan, son cada vez más habituales en las zonas más cálidas del planeta.
De acuerdo con los autores del estudio, se prevé que el cambio climático erosione el sueño de manera desigual y amplíe las desigualdades globales. Y es que dormir poco o hacerlo mal es un factor de riesgo para desarrollar problemas y enfermedades tanto a nivel físico como mental.
Cuando nos cansa y nos estresa
Las consecuencias del cambio climático sobre las personas son palpables, sobre todo, cuando se dan episodios concretos como huracanes, inundaciones e incendios forestales. Sin embargo, hay otras consecuencias que se perciben de forma más lenta, en ocasiones, casi imperceptible. Estas tienen que ver con los cambios en los ecosistemas, el acceso al agua, la inseguridad alimentaria y la pérdida de bienes naturales y culturales.
“Todos estos cambios están teniendo un impacto adverso y medible en la salud humana, la salud mental y el bienestar, a la vez que exacerban aún más la emergencia climática”, señalan desde la Organización Mundial de la Salud (OMS). De acuerdo con su informe ‘Mental health and Climate Change: Policy Brief’, las consecuencias a nivel psicológico son variadas, y van desde el estrés crónico a la ansiedad, pasando por la depresión. El informe señala, además, diferentes consecuencias a nivel socioeconómico, como el aumento de la pobreza y la inseguridad laboral.
Suficiente para actuar
De nuevo, la situación no es igual para todos. De acuerdo con la OMS, las personas de bajos ingresos o con empleos inestables, los pueblos indígenas, los desplazados o los niños están en situación de mayor riesgo.
Hasta ahora, se ha prestado muy poca atención a los problemas psicológicos y de bienestar que causa el cambio climático, pero la situación se puede revertir. “Existen grandes lagunas en la comprensión del impacto del cambio climático en la salud mental y el bienestar psicosocial”, señalan desde la OMS. “Pero el conocimiento que tenemos en la actualidad es suficiente para actuar”.
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