El periodista Javier Peláez se marca un didáctico reportaje en el diario El País a vueltas de esa nunca probada, y no por ello menos comentada, relación entre las ondas electromagnéticas, la telefonía móvil y el cáncer. De tanto en tanto, el interés que generan estas informaciones deriva en la publicación de noticias alarmistas que causan un miedo injustificado en la ciudadanía, a menudo víctima de las teorías de conspiranoicos. Sin embargo, nos explica Peláez, esos testimonios tienen, en la mayoría de los casos, su origen en la errónea interpretación que se hace de la clasificación de agentes cancerígenos realizada por Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) a petición de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A partir del análisis de los distintos estudios sobre el cáncer que se van conociendo, este organismo elabora un listado con los conceptos que podrían -o no- ser agentes cancerígenos y los distribuye en cinco categorías: Grupo 1 (cancerígeno), Grupo 2 A (probablemente cancerígeno), Grupo 2 B (posiblemente cancerígeno), Grupo 3 (no se clasifica) y Grupo 4 (probablemente no cancerígeno). Pero cuidado: esta catalogación no se hace atendiendo a la peligrosidad probada de un factor o sustancia para los seres humanos -basándose en la dosis o exposición que serían necesarias para convertise en un riesgo-, sino a la cantidad de evidencias científicas que le unen con alguna causa de cáncer.
La IARC incluye la telefonía móvil en el grupo 2 B, lo que significa que su «posible» relación con el desarrollo de un proceso cancerígeno, si es que existiera, se apoya en evidencias muy limitadas, ya que no se han encontrado pruebas sólidas de ese vínculo en los estudios con animales y las investigaciones con seres humanos han resultado negativas o, como mucho, poco concluyentes. En otras palabras, no hay ningún análisis fiable que haya establecido una correlación entre las ondas electromagnéticas y el cáncer.
Si queréis profundizar más en este asunto, despejando miedos y dudas, desde Nobbot os recomendamos la lectura de este interesante artículo publicado en El País.