Cuando pase la crisis sanitaria causada por la covid-19 quizás volvamos la vista de nuevo a la otra crisis que durante este tiempo ha quedado fuera del foco informativo: la crisis medioambiental. En ella, juegan un papel determinante los plásticos que contaminan la tierra y los océanos.
Se calcula que cada año, solo en Europa, el medio marino recibe 8.627 toneladas de plástico procedentes de las microesferas de los cosméticos, el equivalente al peso de la Torre Eiffel, según el estudio de GreenPeace: Plásticos en el pescado y el marisco. Más datos: según un trabajo de la Royal Society Open Science referenciado por los compañeros de Muy Interesante, en cada kilómetro cuadrado de sedimentos marinos pueden encontrarse alrededor de 4.000 millones de restos microscópicos de estos compuestos.
explica a SINC a Cristina Romera, una de las voces más autorizadas para hablar de contaminación por plástico en el mar.
“El problema es que, de todo el plástico que entra al mar, solo se ha contabilizado el 1 %. El 99 % del plástico que vaga en los océanos está perdido. No sabemos si está hundido o si se cuela por las redes al intentar atraparlo”,Por ello, hay que recibir con esperanza cualquier iniciativa que consiga reducir la presencia de plástico en nuestro planeta y, por ende, mitigar los efectos de la crisis medioambiental. La propia Cristina Romera investiga el uso de bacterias como posibles aliadas para hacer frente a la contaminación del ecosistema marino causada por los plásticos.
cellupack, una ayuda frente a la crisis medioambiental
Otro proyecto, Cellupack, apuesta por un componente derivado de la celulosa que puede utilizarse como alternativa al plástico. Esta iniciativa cobra especial importancia si tenemos en cuenta que en 2021 entrará en vigor una normativa europea que prohibirá el uso de productos y recipientes de plástico de un solo uso. Hoy, más del 90% de los productos plásticos son de son de usar y tirar.
Cellupack quiere desarrollar un material sustitutivo del plástico que es biodegradable, soluble en agua y comestible, que no tiene sabor ni olor. Este material permite la fabricación a gran escala y es muy versátil, se puede utilizar para construir diferentes tipos de envases de un solo uso. También fomenta la economía circular mediante su disolución y posterior regeneración y reutilización, con un mínimo consumo de energía. De momento, está en fase de prototipado.
El equipo Cellupack, multidisciplinar y que se conoció en el Programa, está formado por un investigador del Instituto de Microelectrónica de Barcelona (IMB-CNM), Michele Dei, una ingeniera en Nanotecnología y doctorando del Instituto de Ciencias de los Materiales (ICMAB), Camilla Dore, y una Tecnóloga de Alimentos, Elena Jacas.
En 2019, Cellupack fue elegido el proyecto más innovador del Programa Generación de Ideas sobre smart food del Parc de Recerca UAB.