La forma más sostenible de desplazarse es caminar; la que menos, volar. No todos los transportes son igual de sostenibles: algunos contaminan mucho más que otros. Dado que la sostenibilidad ambiental forma parte de varios Objetivos de Desarrollo Sostenible y que no lo estamos llevando demasiado bien, es hora de comparar sistemas de transporte y señalar a los que más contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero.
Estos gases no solo contribuyen al calentamiento global, que genera pobreza, hambruna, desertificación y migraciones masivas; sino que también perjudica la salud de las personas e incluso reduce la capacidad del planeta para conservar agua dulce. Solo una ciudadanía informada puede tomar decisiones conscientes como dejar atrás el coche y el avión.
¿Se pueden comparar bicicletas con aviones?
Resulta obvio que no todos los medios de transporte son iguales, ni siquiera equivalentes. Antes incluso de leer datos sobre cada uno parece lógico pensar que caminar contamina mucho menos que conducir un coche. Si bien esto es cierto, también lo es que no se puede llegar a todos los lugares caminando.
Siguiendo la misma lógica, se podrían comparar el tren y el avión sin tener en cuenta que no todos los destinos son accesibles por ambos medios. Esto hace que, con mucha frecuencia, el transporte más eficiente posible no esté disponible e incluso que no sea viable, necesitando recurrir a otras fórmulas como viajar en avión o, mejor aún, convertir el viaje de negocios en una videollamada.
Como se verá a continuación, el transporte ferroviario es de los más eficientes por pasajero y kilómetro. Sin embargo, el coste económico y ambiental de construir vías ferroviarias que lleguen a cada municipio puede ser desorbitado. Este análisis no debe usarse como excusa para evitar invertir en infraestructuras sostenibles, pero sí para ser conscientes de que habrá límites.
Así, se puede comparar una bicicleta con un avión en materia de emisiones, impacto ambiental o ruido. Pero siempre teniendo en cuenta que este análisis es numérico e ignora que se pueda viajar en bicicleta al otro lado del mundo en un tiempo y con un nivel de esfuerzo aceptable.
¿Cómo se comparan las distintas modalidades de transporte?
Muchos análisis caen en el simplismo de analizar únicamente las emisiones que escapan del motor del transporte en cuestión. Bajo esta perspectiva, un coche eléctrico siempre es mejor que un coche de gasolina, algo que no será cierto si se compara un coche eléctrico de 2010 alimentado por energía derivada del carbón con un coche de gasolina de 2020.
Para poder comparar diferentes movilidades es obligatorio usar una misma unidad de medida, expresada en gramos de CO? por pasajero y kilómetro recorrido [gCO2/cap·km]; y, además, teniendo en cuenta todos los factores involucrados, no solo el consumo. Algunos de estos factores son:
- Operaciones (directos). El impacto ambiental causado por operaciones directas tales como las emisiones que salen del tubo de escape.
- Operaciones (indirectos). El impacto ambiental causado por la fuente de propulsión. Por ejemplo, el coste atmosférico de producir y transportar gasolina.
- Mantenimiento. El proceso de fabricación de piezas que no son de desgaste como pueda ser la batería de un coche eléctrico.
- Fabricación. El impacto ambiental de la fabricación del objeto en sí, sin contar mantenimiento. La vida útil del objeto es una variable clave.
- ‘Roadway’. El impacto ambiental derivado de la construcción y mantenimiento de la vía. Una furgoneta desgastará más el pavimento que un coche.
Comparando modos de transporte, excepto EL avión
Kolin Schunck es un investigador experto en análisis de datos. Hace unos años publicó, usando como fuente datos de Lufthansa Innovation Hub, Mobitool, BMVI o Handelsblatt Research, entre otros, la siguiente pieza infográfica. En ella se puede observar cómo caminar es con diferencia la forma de transporte más sostenible, seguida de la bicicleta, el autobús y el tren.
Hay algunas cifras destacables en su estudio. Por ejemplo, el vehículo de gasolina es el que más contamina de todos con 208,3 gCO2/cap·km. Sin embargo, el grueso de las emisiones (130,2 gCO2/cap·km) son liberadas durante la propia circulación. El coche eléctrico, con 92,4 gCO2/cap·km, tiene una distribución diferente: el peso de su contaminación recae en la fabricación (62,6 gCO2/cap·km) y no sobre la circulación (4,1 gCO2/cap·km).
También destaca el enorme impacto en mantenimiento de las motos eléctricas de tipo scooter (52,9 gCO2/cap·km) a pesar de su bajísimo consumo; así como el hecho de que no todos los autobuses tienen el mismo impacto. El motivo es que este depende de la velocidad: a mayor velocidad, mayor consumo.
Y si se suma mucha velocidad, grandes distancias y un fuselaje dependiente de ser sustentado en el aire, como es el caso del avión, el impacto se multiplica rápidamente. De ahí que volar merezca un espacio aparte.
El avión, el transporte más contaminante de todos
Un estudio de 2013 de la Agencia Europea del Medio Ambiente destacaba que los aviones generaban 285 gCO2/cap·km, teniendo en cuenta únicamente las emisiones durante el vuelo. Este estudio ha sido definido como ‘desfasado’ al ignorar factores de impacto como la construcción del avión, el impacto ambiental de la infraestructura del aeropuerto y su mantenimiento.
Aun así, ya era con diferencia el más contaminante. En la gráfica anterior el área verde claro del avión ya necesitaría ocupar un 150% de horizontal, saliéndose de la pantalla, y eso sin sumar el resto de impactos ambientales. “La aviación es responsable entre el 2% y el 3% de las emisiones de CO? mundiales” se lee en ‘El futuro de la energía en 100 preguntas’, de Pedro Fresco, pero “es responsable del 3,5% del cambio climático antropogénico” debido a la altitud a la que emiten.
Conocer estos datos es imprescindible para tomar decisiones orientadas a reducir impactos ambientales o suprimirlos por completo. Es probable que una empresa se vea incapaz de enviar a sus representantes en bicicleta alrededor del globo, pero sí pueden eliminar por completo el avión de la ecuación haciendo uso de sistemas ferroviarios o de videoconferencias.
El concepto ‘vergüenza a volar’ o flygskam en el sueco original ya redujo de forma considerable los vuelos europeos en 2018 y 2019. En esta reducción hubo ponencias en universidades retransmitidas por videoconferencia, vacaciones accesibles en tren y cambios de hábitos similares. Y es que se puede vivir sin volar y sin coche, priorizando el transporte público responsable.
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