¿Quedan pocos años para hacer turismo espacial? Hace algunos siglos, cuando el ferrocarril era tan solo un concepto difuso y futurible, rescatado de un pasado minero romano, quizá alguien se preguntaba si se usaría el tren para hacer turismo.
Una idea casi tan absurda como preguntarse en qué momento salir del planeta será tan barato como para que la gente lo haga por placer.
SpaceX ha anunciado que empezará con el turismo espacial a finales de 2021. Y la corporación RSC Energía, junto con Space Adventures, ya anunciaron que para 2023 ofertarían paseos espaciales para los turistas que viajen a la Estación Espacial Internacional. Parece que queda poco para que los civiles den paseos por el espacio, aunque el coste sigue siendo elevado.
Las nuevas tecnologías son para ricos (al menos, al principio)
Todas las tecnologías nuevas han contado con el problema inicial de un precio elevado. Desde la producción de papel hace miles de años al uso de ordenadores cuánticos en la actualidad, el coste inicial solo puede ser satisfecho por carteras abultadas. Carteras que, por otro lado, ayudan a reducir futuros usos.
El primer turista espacial de la historia fue el millonario estadounidense Dennis Tito. Pagó a la Agencia Espacial Federal Rusa la ganga de 20 millones de dólares estadounidenses en concepto de formación y transporte. En abril de 2001, una Soyuz le llevaba a la Estación Espacial Internacional.
Tras Tito, Mark Shuttleworth pagó una cantidad equivalente por un viaje similar. Y luego llegaron otros como Anousheh Ansari, Charles Simonyi, Richard Garriott y Guy Laliberté, abonando cantidades similares por día en la estación. Laliberté abonó el doble que Tito, 40 millones de dólares, pero pasó más días en el espacio.
Nada apunta a que en los próximos años salir de la Tierra estará al alcance de los bolsillos corrientes, pero la historia parece indicar que el precio bajará rápidamente. Después de todo, hubo un momento en que viajar en tren por turismo era solo para ricos y, de hecho, los primeros viajes de avión resultaban prohibitivos para las clases medias.
En 1912 Percival Fansler voló durante veinte minutos en un hidroavión. Se considera el primer vuelo comercial de la historia y costó 400 $ estadounidenses (más de 10 000 € en la actualidad). Un año después, Fansler y Thomas W. Benoist abrían una ruta comercial entre las ciudades de St. Petersburg y Tampa (Estados Unidos). La ida costaba solo 5 $, equivalentes a 122 $ a precios actuales.
¿Por qué el precio del aeroespacial ha bajado tanto?
En los últimos años, la apertura del sector aeroespacial, iniciada por la liberalización de contratos de la NASA, ha supuesto un cambio importante en el precio para sacar a una persona del planeta. Tras el abandono de las lanzaderas propias, la NASA empezó a usar cohetes Soyuz para abrazar con fuerza las naves de SpaceX y Boeing. Los precios se han desplomado.
El motivo bebe de dos fenómenos: por un lado, la falta de auditorías de precios en el modelo de contrato previo, en el que era frecuente duplicar partidas millonarias sin que nadie llamase la atención. Y, por otro, debido a las conocidas ventajas de la competencia y la economía de escala.
Si en 1960 lanzar un ‘pequeño’ satélite de cuatro toneladas costaba cerca de 200.000 millones de euros (la cifra es correcta), en la actualidad enviar un satélite convencional rara vez supera los 500 millones de euros. Y enviar un nanosatélite con estándar CubeSat sale por solo 500 000 €. En sesenta años el precio se ha reducido en un millón de veces, y gracias a esta bajada ahora es posible llevar a cabo increíbles experimentos espaciales.
Sigue siendo prohibitivo, pero, si la tendencia sigue su curso, dentro de muy pocas décadas la mayoría de las personas de clase media de países ricos podrá hacer un viaje espacial por el módico precio unos cuantos miles de euros por persona. Si la industria aeroespacial consigue suficiente competencia e interés por parte de los millonarios, puede que algo así ocurra antes.
Una sana competencia que mira al espacio
Han pasado 20 años desde que Dennis Tito pasase ocho días en la Estación Espacial Internacional. Todos los récords mundiales de turismo espacial los tiene Charles Simonyi. Es el único turista espacial que ha salido dos veces del planeta y, además, en ambas salidas batió el récord de estadía con 15 y 14 días.
Si en 2001 Tito pagó la ‘noche’ a 2,5 millones de dólares, en 2007 Simonyi tan solo abonaba 1,6 millones de dólares por día. Se espera que, a medida que más compañías permitan la estancia en el espacio, los precios se reduzcan. Sin embargo, la Estación Espacial Internacional está haciendo de cuello de botella en el turismo espacial al no tener competencia.
Es cierto que compañías como SpaceX, Blue Origin, Virgin Galactic y otras compiten por reducir los costes del viaje de ida y vuelta. Pero actualmente no hay una segunda estación en el espacio donde poder pernoctar, y eso hace que el precio de la ‘estancia’ no baje. Una situación que podría cambiar pronto.
En abril de 2021 el módulo principal de la gran estación espacial modular china, el Tianhe (arriba), fue lanzado con éxito. Al Tianhe se acoplarán los módulos Wentian y Mengtian en 2022, contando con un buque de carga Tianzhou y una nave espacial Shenzhou, ambas ampliamente probadas. Para 2022 habrá una segunda construcción espacial orbitando el planeta. Y eso ofrece más posibilidades.
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Imágenes | iStock/EvgeniyShkolenko, iStock/Say-Cheese, CNSA