Desde Nobbot nos gusta acercarnos a iniciativas curiosas y peculiares. Pero también, que representen un algo más, que ostenten una proyección de futuro que puede marcar los tiempos y el devenir de nuestra existencia en este bonito lugar al que llamamos Tierra. Las experiencias innovadoras, que sueñan con revolucionar y encontrar soluciones que cambien ciertas premisas, nos ha hecho evolucionar como seres humanos. Eso es lo que sucede con el tema que traemos hoy. ¿Es posible hacer un huerto bajo el mar?
El jardín de Nemo
En 2012, dos empresarios del mundo del buceo empezaron a diseñar un plan para revolucionar el cultivo de vegetales como lo habíamos conocido hasta ahora. Se trata de Sergio y Luca Gamberini. Dos italianos conocedores de las aguas del Mediterráneo que estaban convencidos de que era posible plantar en el mar. Así, idearon El jardín de Nemo, un huerto bajo el mar que es mucho más que una simple curiosidad.
Su sistema consta de esferas submarinas que se colocan a una profundidad de entre cinco y diez metros bajo el mar. Y que disponen de un sistema de anclaje y de inyección del aire. Ahí, dentro de esas esferas, se colocan plantas, pequeños organismos que crecerán bajo unas condiciones no tan extrañas. Una temperatura constante cercana a los 25 grados y la presencia de aire, hacen que el agua se condense y riegue las diferentes plantitas, convirtiendo a las esferas en invernaderos bajo el mar.
Así, la Riviera italiana se ha transformado en el escenario en prácticas de estas nuevas plantaciones. Este método de huertos bajo el mar podría ser una solución para el cultivo en zonas del planeta en las que hay poca agua o la climatología impide el desarrollo de la agricultura. Fresas, judías, lechuga o albahaca son algunos de esos vegetales con los que ya se está experimentando.
Hablamos de un ambicioso y esperanzador plan que ha buscado financiación dándose a conocer al mundo, a través de la plataforma de crowdfounding Kickstarter. Las ventajas de El jardín del Nemo son muchas. Pues además de permitir que los agricultores no tengan que estar pendientes de los vaivenes del tiempo, la cúpula en la que se cultivan los productos impiden que éstos se puedan ver afectados por contratiempos como plagas, grandes enemigos de los cultivos en tierra.
El Jardín de Nemo es uno de los proyectos de Ocean Reef, una compañía que apuesta por el estudio del mar y por las grandes posibilidades que éste supone para el avance y el desarrollo de la vida humana. Pero siempre desde una forma natural y sostenible, que no dañe al medio. Así, nuevas piezas se han ido sumando al impresionante plan que significa construir un huerto bajo el mar. A lo largo de 2016, se introdujeron elementos tecnológicos que permitían monitorizar y controlar los cultivos, como sensores, cámaras internas y externas. Y, en 2017, esperan seguir dando pasos para llegar a la producción a gran escala, pero también a la colaboración con otros sectores, como el farmacéutico. Una industria que también puede beneficiarse de todo lo que el mar puede aportar para el desarrollo de la vida y con la que aún no se ha trabajado.
SeaLeaf
Pero el Jardín de Nemo no es la única propuesta en este sentido. La preocupación por encontrar y potenciar soluciones agrícolas más sostenibles y respetuosas con el medio ambiente nos permite hacer un impresionante recorrido por otras opciones. Como la que propone SeaLeaf.
Hablamos de un huerto pensado para las zonas costeras, con plantas que crezcan sobre el nivel del mar. Se trata de un cultivo hidropónico diseñado en 2013 por Innovation Design Engineering que consiste en unos módulos flotantes y autosuficientes que se colocan sobre las masas del agua. Funciona con paneles solares que le suministran toda la energía que necesita y está inspirado en los cultivos en agua de Bangladés, un cultivo tradicional que se da sobre superficies de bambú que flotan en el agua para prevenir problemas derivados de las inundaciones.
La idea es que estos huertos puedan situarse a un kilómetro de la costa y se acceda a ellos mediante barcas. Los experimentos que se han realizado mediante esta técnica muestra una implementación en el cultivo de pak choi, que podría ver incrementado su crecimiento en siete u ocho cosechas al año.
Sin duda, una solución muy eficiente y que planta cara a algunos de los problemas que nuestro modelo tradicional de agricultura presenta. Nos referimos, por ejemplo, a una solución para aquellos lugares en los que hay escasez de tierras y se precisa de una manera de poder abastecer de alimentos a más y más gente.
Los retos de la alimentación
Porque más allá de lo bonitas, peculiares y curiosas que nos parezcan iniciativas como las de los huertos bajo el mar o las plataformas hidropónicas, no podemos dejar de ser conscientes de su importancia para el futuro de nuestra subsistencia. Suponen soluciones que pueden paliar los graves problemas de abastecimiento que ya se empiezan a sufrir y que empeorarán en los próximos años. Se espera que, en 2050, la población crezca en un 40%. Y las necesidades de producción alimentaria para abastecer a esos casi 10.000 millones de seres humanos se traducirán en la necesidad de producir un 70% más de alimentos.
Por eso, este tipo de soluciones, abren una luz de esperanza y optimismo. Los cultivos hidropónicos, aquellos que no necesitan de tierra para crecer, sino de disoluciones minerales, representan un instrumento del que oiremos hablar cada vez más. Así como de las esferas submarinas. No sólo porque hay menos tierras para cultivar, sino porque, además, las que ya existen se encuentran agotadas por la repetición de cultivos y la alcalinidad producida por la acumulación de iones. Algunos de los cultivos que se recomiendan más óptimos para la hidroponía son productos como la lechuga, el pimiento o la espinaca.
Otras interesantes opciones pasan por el desarrollo de los huertos verticales. Se trata de espacios urbanos en los que se cultivan plantas y hortalizas. Edificios enteros convertidos en jardines colgantes, pequeñas huertas para consumo familiar… Hablamos de establecer auténticos pulmones vegetales en el centro de un entorno urbano al que cada vez le cuesta respirar más por la acumulación de contaminantes. Una forma de suministrar ese oxígeno limpio que la vida necesita. Pero también la creación de focos en los que crezcan alimentos. Y que significan que las personas no tienen que comprar una cesta que les llega desde kilómetros, alejados de su entorno cotidiano. Sino que ellos mismos pueden cultivar y hacer crecer, autoabasteciéndose y haciéndoles tomar conciencia de los retos a los que nuestro planeta, nuestra sociedad y, en fin, la vida, debe afrontar desde ya.
Imagen | nemosgarden
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