¿Te acuerdas de aquella foto? Sí, esa que hiciste hace dos años en una comida de trabajo. Esa medio borrosa, en la que nadie sale bien. Seguro que no. Y aun así, ahí sigue, ocupando un par de megas en la memoria de tu smartphone, en la nube o, lo más probable, en ambas.
No te sientas mal, nos pasa a casi todos. Más de la mitad de los datos generados por personas y empresas, de los selfis borrosos que no borramos nunca a los partes de una agencia de seguros (por poner solo dos ejemplos aleatorios), se almacena para no volver a usarse jamás. Estos datos que se quedan para siempre en la oscuridad, el llamado dark data, tienen un impacto energético y ambiental mucho mayor de lo que podría parecer. Una sola foto no hace daño, pero las empresas generan 1300 millones de gigas de datos oscuros cada día.
El impacto de los datos oscuros
En la última década, los seres humanos nos hemos convertido en datos. La transformación digital de todas nuestras actividades ha provocado que, por donde nos movamos, vayamos dejando un rastro imperceptible de ceros y unos. Algunos de estos datos son de gran valor. Hay imágenes imborrables de nuestro último viaje o aquella reunión en la que conseguimos juntar a toda la familia. Informes clave que cambiaron nuestra imagen en la empresa. O información sobre nuestra salud, nuestros hábitos de consumo o nuestras preferencias a la hora de ver vídeos de gatitos en Instagram.
Pero también hay muchos datos que no valen nada, que no cuentan nada porque nunca los volvemos a necesitar. Junto a esa foto perfecta hay otras 10 que salieron mal, borrosas, con un dedo delante o con un primo despistado mirando hacia otro lado. Al lado de aquel informe clave, se acumulan cientos de hojas de cálculo creadas solo una vez para no volver a ser usadas nunca. De acuerdo con el informe ‘State of Dark Data’ de True Global Research, el 55 % de los datos que almacenan las empresas (sean internos o de sus usuarios y clientes) son datos oscuros.
En un mundo cada vez más digital, la producción de datos, oscuros o no, no deja de crecer. Solo en 2022, se calcula que se generarán en todo el planeta unos 97 zettabytes, es decir, 97 billones de gigas de datos. Dentro de tres años, en 2025, la cifra casi podría haberse duplicado si se cumplen las estimaciones, hasta superar los 181 zettabytes. De la mano de este crecimiento meteórico de la información digital, está creciendo también su impacto. Porque, aunque estos datos nos parezcan invisibles, no lo son tanto cuando observamos sus necesidades de almacenamiento y energía.
Toda la información digital se guarda en algún sitio, ya sea en las memorias locales de nuestros dispositivos o en la nube (que no es otra cosa que servidores y discos duros conectados a la red). Mantener esa información viva y accesible requiere un consumo de energía y eso tiene un impacto medioambiental evidente. Un estudio de EY señala que, en 2020, la digitalización fue responsable del 4 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático. Eso es casi 10 veces que lo que produce España, de acuerdo con Our World in Data.
Solo los centros de datos generan un 2,5 % de las emisiones totales, más que todo el sector de la aviación. Muchos de los datos que almacenan nunca se vuelven a utilizar. Según la herramienta Digital Decarb, desarrollada por la Loughborough University, una empresa típica de 100 empleados que trabaje con datos, como una aseguradora o una tienda, genera 2983 gigas de dark data al día. Al cabo de un año, las emisiones de esos datos oscuros serían similares a volar seis veces de Londres a Nueva York. A nivel global, las empresas producen 1300 millones de gigas de datos oscuros al día, lo que equivale a más de tres millones de vuelos en la misma ruta trasatlántica.
Borra tus selfis, por el planeta
La huella ambiental de la digitalización es innegable. La buena noticia es que no tiene por qué seguir siendo así. Se pueden tomar todo tipo de acciones para reducirla. La más evidente es, seguramente, reducir el consumo de energía y las emisiones asociadas en los centros de datos. Utilizar tecnología más eficiente, buscar emplazamientos en los que las necesidades de refrigeración no sean muy elevadas (la disipación del calor es el mayor consumidor de energía de estos centros) y apostar por el uso de renovables en lugar de energías procedentes de la quema de combustibles fósiles son algunas de las acciones más efectivas.
Pero una parte importante de la reducción del impacto ambiental también pasa por cambiar la forma en la que usamos los datos. Los investigadores de la Loughborough University han propuesto un marco de trabajo para que las empresas sean capaces de reutilizar la información ya existente en sus servidores en lugar de crear nuevos datos cada vez. Para ello, es necesario tener una estructura que permita compartir el conocimiento y tener tiempo para recabarlo y solo actualizar lo indispensable.
Además, claro, siempre podemos borrar todas esas fotos que nunca volveremos a ver. Esas que en los servidores de iCloud o Google Fotos se mezclan con memes, gifs y miles de capturas de pantalla hechas sin querer en nuestros bolsillos.
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Imágenes | Unsplash/Fausto Sandoval, ThisisEngineering RAEng, Taylor Vick