Las redes sociales son, a menudo, un polvorín. Y lejos de comportarse como un foro para el intercambio de opiniones razonadas, se convierten en caldo de cultivo para los bulos, sesgos y conflicto. ¿Quieres debatir en línea de forma productiva, con la mente abierta a cambiar de opinión ante información de mejor calidad? Aquí se recopilan algunas propuestas en esa línea.
Debatir es complicado en cualquier formato, pero es más difícil cuando no se ve la cara de la otra persona. Por suerte, existen herramientas que nos ayudarán a mejorar de forma notable los intercambios de pareceres, convirtiéndolos en un espacio fructífero con el que aprender.
La pirámide de la evidencia: cómo medir la calidad de la información
En una conversación, no todos los intercambios tienen igual valor. Una opinión no es tan válida como un hecho y, a su vez, un hecho es menos relevante que un conjunto de hechos en el cual se pueda enmarcar. Es fácil entender que un estudio científico revisado por pares (paper) tendrá menos error que un preprint (no revisado), y que las revisiones sistemáticas (RS) y metaanálisis (MA) son aún mejores. En líneas generales, se admite la siguiente escala:
- Opiniones. Tu cuñado entra en esta categoría.
- Opiniones de expertos. Son desmontables porque suelen actuar como argumentos ad hominem. Por separado, no valen nada.
- Preprints (estudios en proceso de publicación). Son interesantes cuando hace falta tomar decisiones basadas en la evidencia con rapidez. Por ejemplo, han sido muy útiles durante la pandemia de COVID-19 porque han facilitado la divulgación en fases tempranas de investigación, aunque traen algunos problemas consigo.
- Estudios revisados por pares. Publicados en revistas científicas (no exentas de problemática), han sido revisados antes de su publicación en busca de errores.
- Metaestudios y revisiones sistemáticas. Los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) pertenece a esta categoría, que ofrece una fiabilidad muy alta.
Las revisiones sistemáticas, explicaban varios investigadores españoles en la publicación ‘Revisiones sistemáticas y metaanálisis: bases conceptuales e interpretación‘, son “investigaciones científicas en las cuales la unidad de análisis son los estudios originales primarios” y “constituyen una herramienta esencial para sintetizar la información científica disponible, incrementar la validez de las conclusiones de estudios individuales e identificar áreas de incertidumbre donde sea necesario realizar investigación”.
Si alguien comparte un estudio, que alguien responda con una opinión resulta irrelevante como contraargumentación. En cambio, si esa misma persona responde con datos de una revisión sistemática, entonces sí debe ser tenido en cuenta, porque la calidad de la información es mejor. Se forma así una ‘pirámide’ en la que la base tiene un alto grado de error y la cúspide, el menor que somos capaces de dar.
Esta pirámide se encuentra en revisión continua. Por ejemplo, la Pirámide de Haynes, propuesta en 2008 específicamente para el ámbito sanitario, añade un par de niveles más. Por encima de las revisiones sistemáticas (a las que llama ‘síntesis’) se englobarían las ‘sinopsis de síntesis’, los ‘sumarios’ (guías de práctica clínica basada en la evidencia) y los ‘sistemas’ (sistemas informáticos de apoyo a la decisión clínica). Aunque no puede aplicarse en todos los casos.
Jerarquía de desacuerdo de Graham
En 2008 Paul Graham publicó un ensayo titulado ‘Cómo discrepar’, en el que establecía una serie de normas aceptadas de manera amplia sobre cómo mantener una conversación productiva cuando hay discrepancias y el objetivo es aprender. La pirámide tiene esta forma:
En el nivel más bajo de razonamiento (el propio autor insiste en que no lo es, pero que puede llegar a dar la razón por falta de opositores) está el insulto y la descalificación. Le siguen los argumentos ad hominen del tipo “es cierto porque lo dice un experto”, que tampoco tienen validez, pero que, de nuevo, terminan por calar.
A continuación está la respuesta al tono, que es una crítica no argumental que sigue sin aportar nada nuevo (pero que al menos no es ofensiva o absurda). Seguida por la contradicción, una respuesta coherente que ofrece un ejemplo contrario, pero en la que no se aporta evidencia. Puede ser interesante en casos puntuales, aunque sigue sin ser muy fuerte.
El primer nivel de argumento se encuentra en el contraargumento respaldado con razonamientos o evidencias. En realidad, es el primero a tener en cuenta. La refutación es una forma de contraargumento que, además, señala y verifica el error, descartando el argumento original. Por ejemplo, la corrección de un dato que había sido dado de manera errónea.
Por último, la refutación del punto central del argumento original es la mejor forma de disentir, entendida como la más fiable. Un ejemplo sería presentar las conclusiones del quinto informe del IPCC frente a un negacionista que diga que el cambio climático no existe, lo que desmonta por completo su bulo.
Normas de debate de Vary Ingweion
Álvaro Bayón (@VaryIngweion), conocido divulgador español y doctor en biología, publicó hace unos años una serie de normas de debate en forma de infografía, que ha ido editando con el tiempo. En ella se establece el proceso mediante el cual “los seres humanos racionales intercambian ideas”.
Si quieres debatir conmigo debes tener en cuenta dos cosas.
1. Yo seguiré estas normas. Si no piensas cumplirlas, ni lo intentes. (Vía @Okinfografia)
2. Es posible que no reciba tus notificaciones. Si quieres asegurarte de que te responda, ten en cuenta mi configuración. pic.twitter.com/3UCfmqfA6X
— Vary el doctor del sombrero —????????? ?????????? (@VaryIngweion) June 26, 2020
Según este desarrollo, para poder discutir es clave:
- Considerar que uno puede estar equivocado, y por tanto estar abierto al cambio si se dan argumentos y se aportan pruebas para ello.
- No usar un argumento una vez demostrado que no es válido.
- Acatar principios básicos como los apartados mencionados previamente, tales como aportar una carga de prueba cuando se realiza una afirmación o no usar falacias lógicas.
Al tiempo, entre las normas de debate se encuentran:
- No introducir un nuevo argumento mientras otro esté por resolver.
- No continuar con un argumento si los hechos en los que se apoya se han demostrado inexactos.
- Aportar pruebas que demuestren el argumento.
- No alegar que las pruebas no son necesarias.
Se trata de una serie de puntos de obligado cumplimiento en cualquier debate saludable que, de hecho, se observan en las ligas de debate universitario.
Si se hace uso de todas estas reglas y sistemas para ponderar la información, entonces las redes sociales podrían convertirse en una magnífica herramienta para el intercambio productivo de opiniones. Sin ellas, seguirán reinando los bulos, y habrá que buscar verificados fuera de ellas.
En Nobbot | Rocío Benavente, despejando los bulos de la pandemia con Maldita Ciencia
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