Los ojos humanos son una maravilla de precisión. Eso sí, comparados con buena parte del reino animal, apenas tienen resolución, que es uno de los motivos por el que estamos ampliando nuestros sentidos. El espectro que registran es, como poco, limitado, y hemos creado máquinas capaces de ver elementos ocultos de nuestro universo.
Telescopios, máquinas de rayos X, detectores de ondas gravitacionales, cámaras ultravioleta… El rango de visión de las máquinas y la precisión que alcanzan nos permiten explorar nuestra realidad física, nuestra historia, nuestra salud. Nos ayudan a ver aquello que somos incapaces de imaginar. No obstante, queda mucho por hacer, como demuestran estos cuatro descubrimientos, que guardan todavía muchas incógnitas a la espera de que contemos con la tecnología adecuada que permita su análisis.
El descubrimiento de un exoplaneta habitable
El descubrimiento del sistema Trappist-1, que fue presentado con pompa en 2017 (pese a haber sido descubierto un año antes), conmocionó a la comunidad científica. Pero no son los únicos exoplanetas encontrados. Hasta la fecha hemos confirmado 3.498 planetas, de los que 362 son de tipo Tierra.
El 78% han sido hallados por el método del tránsito, tapando parcialmente la luz de su estrella en su rotación; el 18% con el método de la velocidad radial, que hace las estrellas se tambaleen en su órbita y avancen y retrocedan hacia nosotros, causando ligeros cambios en su color.
Pero hay otras técnicas y tecnología para localizar exoplanetas, como las microlentes gravitacionales, el tirón gravitatorio, por observación directa, por tiempo de púlsar, por variaciones en el tiempo de los eclipses… Y una decena más de métodos todavía minoritarios.
A medida que pasa el tiempo vamos añadiendo más metodologías, o vamos combinando estas para ver más lejos en el universo.
Vida en Marte o Europa, ¿el descubrimiento del milenio?
La humanidad siempre ha esperado encontrar vida en Marte. Y cuando en 1877 Schiaparelli (la persona, no el cráter) afirmó que había canales en Marte, este sentimiento de esperanza empezó a rodar para no detenerse nunca. Ya no esperamos encontrar seres humanoides verdes o grises a punto de invadirnos. Nos basta con vida bacteriana en el subsuelo, donde todavía podrían existir reductos de una biosfera antigua.
Se estima que en la Tierra hay unos 100.000 billones de toneladas de bacterias viviendo bajo nuestros pies, en lo que se conoce como ecosistemas microbianos litoautótrofos subterráneos (Bryson, 2003). Si alguna vez existió vida en Marte, es más que probable que siga habiendo bajo la superficie. Y, por tanto, invisible a nuestra tecnología actual.
Los robots que hemos enviado a Marte controlados desde la Tierra todavía no la han encontrado. Nos hace falta más tecnología para hacer el que puede ser el descubrimiento del milenio. De momento, podemos jugar a encontrar vida en el planeta rojo.
El satélite Europa, en Júpiter, tiene todavía más posibilidades de albergar vida. Hace tiempo que se sabe que bajo el congelado manto europano hay agua líquida o, por lo menos, hielo convectivo caliente. Cualquiera de las dos posibilidades trae buenos presagios. Pero hay que ir allí, excavar varios kilómetros de hielo, tomar muestras y salir.
Ondas gravitacionales, materia oscura y energía oscura
La astrofísica ha avanzado mucho en las últimas décadas, y podemos sentirnos orgullosos de maravillas como el Hubble o el descubrimiento de las ondas gravitacionales. Estas últimas, detectadas en 2016, han tardado 100 años en confirmarse porque carecíamos de las herramientas que permitían detectarlas.
Ahora (si hay algún físico en la sala, que nos perdone), hemos podido ver cómo se elonga o comprime una diezmilésima parte del diámetro de un átomo una longitud de cuatro kilómetros cuando estas ondas gravitacionales llegan a la Tierra tras haber surgido de dos agujeros negros en colisión.
Hasta este descubrimiento, prácticamente todo el conocimiento que teníamos sobre el universo se basaba en la luz, lo que supone ganar un nuevo sentido con el que mirar al cielo.
Pero todavía no somos capaces de ver todo en el universo. Desde luego, con los ojos nos sería imposible, ya que estos apenas rozaron el Sistema Solar Interior antes de rendirse al telescopio. Pensemos en la materia oscura, que somos capaces de detectar del mismo modo que detectamos algunos exoplanetas: con lentes gravitacionales.
Sabemos que hay materia oscura en algunos puntos del universo porque la luz se curva en su presencia. Y sabemos que existe la energía oscura extendido de manera difusa por el espacio porque presiona al universo en su expansión. Pero no hemos sido capaces de ver una u otra. De momento.
Hasta 200 fosos con Guerreros de Terracota
Buena parte de la ciencia arrancó de la observación espacial, pero aquí en la Tierra hay mucho que descubrir. Mucho que hemos olvidado.
Cuando en 1974 se encontró de forma casual el que se ha dado a conocer como primer foso, con 7.500 guerreros de Terracota, no podíamos creer que hubiese otros dos fosos. Pero ahí estaban, con 69 y 1.000 figuras. Tras aquello, en 1980 se descubrieron dos carros de bronce, y en 2009 fueron descubiertos unos cuantos más, esta vez guerreros sin barba o bigote.
Cualquier número, desde 1.000 hasta 10.000, con alrededor de 200 fosas en total, parece ahora factible de ser encontrado en las inmediaciones. Si no se ha seguido excavando es porque, al margen de otras consideraciones, se teme estropear las nuevas esculturas descubiertas. Por ejemplo, su color, que apenas dura vívido unas horas antes de oxidarse.
Y, si no en Xi´an, seguro que encontramos antigüedades de culturas antiguas en alguna otra región del mundo que ocultase soterrada parte de su historia.
Pero todavía no tenemos tanta precisión con las máquinas que nos permiten ver lo que hay oculto bajo tierra. Con métodos combinados de vibración y rayos somos capaces de localizar grandes objetos, cámaras de aire subterráneas, e incluso grandes masas de materiales. Pero poco más.
Podemos explorar algunas ruinas antiguas, pero nuestro conocimiento de la historia dará un enorme salto a medida que estos ojos tecnológicos avancen un poco más.
Para aquellos que se dedican a desarrollar sistemas de detección (ópticos, acústicos o, por qué no, gravitacionales), el futuro les augura trabajo seguro. A medida que realizamos descubrimientos y nos damos cuenta de nuestra propia ignorancia, deseamos seguir avanzando en el saber del mundo que nos rodea.
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Imágenes | National Cancer Institute, Gliese 667Cb (CC BY-SA 4.0), Chocofrito (CC BY-SA 4.0), HubbleSite, Carlos Adampol Galindo (CC BY-SA 2.0) | Flickr/Britrob