Cristiano Ronaldo no decepciona en Twitter a los que lo admiran en el campo por su fútbol, musculatura y ambición desmedida. Cristiano sigue siendo Cristiano en las redes sociales, y fuera de ellas. El jugador del Real Madrid es toda una celebrity mundial y lidera de largo el ranking de tuiteros en España. Sus 50 millones de followers casi doblan al segundo, el jugador del Barcelona Neymar, y dejan en una ridiculez la huella digital de Mariano Rajoy (1,37 millones), Pedro Sánchez (menos de 513.000) o incluso de Elrubius, el omnipresente youtuber, que atesora ocho millones y medio de usuarios.
Cualquier tuit que sube Cristiano (o, mejor dicho, los especialistas que se hacen cargo de su presencia online) recibe miles de retuits y decenas de miles de “favoritos”. Para crear una ola de admiración en la red social de los trinos, Cristiano no necesita casi nada. Cristiano no tiene que entrar en polémicas estériles para movilizar a su ejército de followers, como hacen los también futbolistas Arbeloa y Piqué, casi siempre en el ojo del huracán a base de espolear los sentimientos más inconfesables en las previas del clásico Madrid-Barca.
Cristiano solo tiene que ser Cristiano
A Cristiano muchas veces le basta con un monosílabo, un simple “wow”, o su mundialmente conocido “sí” proferido tras recibir el Balón de Oro en 2014, para llenar un tuit con categoría de trending topic. Y una foto dando unas patadas al balón en un entrenamiento o moviendo unas pesas en el gimnasio para incendiar la red. Cristiano es directo y casi nunca sufre las estrecheces del Twitter. Los 140 caracteres que para cualquier hijo de vecino de verbo torrencial son una cortapisa insalvable, a él le bastan y le sobran. Y es que Cristiano no tiene que convencer a nadie con discursos ni sesudas argumentaciones. Su poder está en la imagen de sí mismo que se ha creado, mostrada una y otra vez a través de fotos y vídeos donde le vemos sonriente, luciendo un físico portentoso y mimado al extremo, una espléndida dentadura, un bronceado que da envidia o una gafas de sol de muchos cientos de euros.
Sin ir más lejos, el pasado 1 de junio Cristiano colgó en su Twitter una fotografía en la que mostraba su famosísima y trabajada tableta abdominal mientras conducía una lancha a motor, y esa instantánea banal tuvo la friolera de 47.000 favoritos y casi 12.000 retuits. Para que nos hagamos una idea de lo que eso significa, conviene decir que unas semanas más tarde Antonio Caño, director de El País, el diario más leído de España, escribía un tuit pidiendo a nuestros indolentes políticos que formen de una vez Gobierno, y su llamada de emergencia sólo recibió 18 retuits e igual número de favoritos.
Cristiano es una marca mundial y una industria en sí mismo, y eso también se nota en su Twitter. Es raro el día en que no sale promocionando unas botas de fútbol de Nike, un reloj de gama alta, una línea de comida sana, su gama de ropa exclusiva o incluso una aplicación para invertir en Bolsa o en moneda extranjera desde el móvil. El twitter de Cristiano es una loa a su persona y a su físico, y eso hace las delicias de su comunidad, pero también se ha convertido en un negocio planetario, como la Champions o el Real Madrid de Florentino Pérez.
En cualquier caso, Cristiano también muestra en Twitter un perfil cercano y hogareño. Este verano, sus seguidores le han podido ver tomando el sol en la piscina y luciendo pectorales en una hamaca en un hotel de cinco estrellas, pero rodeado de los suyos: comiendo con sus amigos y con la misma familia que durante todo el año le observa atentamente desde el palco acristalado del Bernabéu y a la que él corresponde dedicando goles y victorias, consciente de que, a pesar de la fama y el lujo, ellos son lo más importante que tiene. La familia, siempre la familia. No en vano, su hijo –Cristiano Ronaldo Junior, como no podía ser de otra manera- es protagonista de un buen número de tuits, quizá con la vista puesta en convertirle en una estrella antes de tiempo.
Eso sí, Cristiano no usa su perfil para promover buenas causas o denunciar injusticias. El culto a su persona, los compromisos comerciales y las estampas de familia bien avenida lo llenan casi todo. En los últimos seis meses, fueron muy escasos los tuits donde él y su entorno -los jugadores de Portugal o el Real Madrid, su familia o su amigo Ricardo, el director de marketing de Nike en Portugal- no fueron protagonistas. Sólo a mediados de enero lanzó una llamada de atención sobre el fracaso escolar en Haití. Una gota de filantropía en un océano de narcisismo y negocio.
Uno se pregunta qué no conseguiría este fenómeno del deporte y del ciberespacio si se entregara a la divulgación del cambio climático o a la denuncia de la matanza de ballenas, o a la defensa de los derechos de las mujeres en los países árabes. ¿Qué pasaría si en vez de enseñarnos su lujosa mansión madrileña, Cristiano Ronaldo nos contara con pelos y señales los estragos de la crisis en su Portugal natal, o nos hablara de las miserias de los campamentos de refugiados en países en guerra?
¿Embajador de buenas causas?
Y no hace falta ir tan lejos ni ponernos tan dramáticos. A la vista del extraordinario influjo de futbolistas como Ronaldo, ¿no deberían recurrir los dirigentes políticos del viejo continente a personalidades de este tipo para recuperar la mancillada imagen de la Unión Europea? Y ya en España, ¿no sería más efectivo involucrar a las figuras del deporte en una campaña pidiendo una reforma general y consensuada del sistema educativo, que mantener ese debate –tan necesario- sólo en la esfera del Parlamento y de los expertos?
Peor aún andan los escritores, economistas e intelectuales que intentan escribir la agenda política y social de este país. Un escritor como Antonio Muñoz Molina hace muy poco que pasó de los 100.000 followers y Javier Marías ni siquiera tiene cuenta oficial, y de Fernando Savater, un referente ético para muchos, no hay noticias. Mientras tanto, Pedro J. Ramírez, un periodista que ha presumido de quitar y poner gobiernos, se queda en 495.000, y el director de El País no llega a 65.000.