La confluencia de una multiplicación en la capacidad de procesar datos con el empleo de algoritmos avanzados que permiten tratarlos está acelerando la disrupción tecnológica. La expresión de dicha revolución confluye, entre otras, en cinco tecnologías clave analizadas en el último informe realizado por la firma de asesoramiento financiero Arcano y presentado en la asociación DIGITALES por su socio y economista jefe Ignacio de la Torre: la inteligencia artificial y sus implicaciones robóticas, el internet de las cosas, el vehículo autónomo, blockchain y la impresión en tres y en cuatro dimensiones. Todas estas innovaciones plantean grandes interrogantes que afectan a personas, gobiernos y empresas ante las cuales, “la educación se eleva como protagonista absoluta como instrumento de adaptación”, según este experto.
Doctorado en historia medieval, Ignacio de la Torre recurre a la historia para afrontar con cierto optimismo los radicales cambios que la disrupción tecnológica está causando y causará en los próximos años, con extraordinarias consecuencias sociales que merecen un debate profundo para actuar sobre ellas e intentar minimizar el daño que se generará entre los más desfavorecidos. “Porque, aunque a medio plazo, el ser humano será capaz de crear nuevos puestos de trabajo suficientes, la realidad es que, en el periodo intermedio, la destrucción será más rápida que la creación, especialmente entre las capas de trabajadores menos cualificados y en los países más pobres”, explica de la Torre.
“Sin embargo –añade- la tecnología también presentará importantes oportunidades en forma de trabajos más divertidos, mejor remunerados y con jornadas laborales más reducidas. Además, nos permitirá vivir muchos más años con una salud sensiblemente mejor”.
A medio plazo, la destrucción del empleo causada por la disrupción tecnológica será más rápida que la creación, especialmente entre las capas de trabajadores menos cualificados y en los países más pobres.
Para sacudirse el pesimismo que suscitan las previsiones a corto y medio plazo, Ignacio de la Torre, recuerda cómo ya en etapas históricas anteriores el progreso tecnológico fue recibido con preocupación, escepticismo cuando no con radical oposición, con movimientos como el del ludismo en la Revolución Industrial. Economistas como Keynes, en 1930, ya hablaban de desempleo tecnológico como “el debido a que el ritmo de descubrimiento de tecnologías que automatizan el uso del trabajo está superando al ritmo con que estamos creando nuevos trabajos”.
El mismo Aristóteles anticipó en su Política (350 a. c.) la IA cuando propuso analizar un conjunto de reglas sobre el funcionamiento de la mente para así extraer automáticamente conclusiones racionales. Según el sabio griego, esto podría desembocar en la automatización de tareas, lo que permitiría hacer desaparecer la esclavitud: «supongamos que cada herramienta que tengamos pudiera realizar su tarea, ya sea por nuestra voluntad o por su autopercepción de la necesidad; los maestros artesanos no tendrían necesidad de siervos ni los amos de esclavos». Estas ideas fueron aplicadas por Ctesibio de Alejandría (250 a. C.), quien construyó un regulador del flujo de agua (racional, pero sin razonamiento).
miedo y desconocimiento
Tal como explica Ignacio de la Torre, a medida que las innovaciones van provocando profundos cambios sociales y económicos (el ejemplo de Uber y el taxi es paradigmático) se generan emociones de todo tipo, entre las que prevalece el miedo, “miedo a un futuro que desconocemos y del que nos sentimos desapegados, a veces por falta de capacidad para entender las disrupciones tecnológicas. La otra emoción es el desconocimiento.”
Sin embargo, tal como destaca de la Torre, “independientemente de las resistencias coyunturales históricas frente al avance tecnológico, éste, en el largo plazo, siempre ha terminado contribuyendo a elevar sensiblemente la calidad de vida de toda la población, independientemente de su estrato social.”
Hoy, con unos 7.500 millones de habitantes en el planeta, casi la mitad (aproximadamente 3.500 millones) dispone de acceso a internet y de este segmento, la inmensa mayoría (3.000 millones) lo tiene mediante un smartphone, lo que nos da una idea del enorme poder disruptivo que en la actualidad puede tener la tecnología frente al pasado. En la actualidad, una persona humilde con un smartphone en Paquistán –accesible ya por unos treinta dólares– puede tener mucha más información que un presidente de los EEUU en 1990.
la disrupción y el trabajo
El porcentaje del número de puestos en peligro por la revolución tecnológica es objeto de debate y fuente de gran preocupación. Las hipótesis más agresivas hablan de un 47%, y otras más conservadoras (OCDE), de un 9%. En cualquier caso estamos hablando de decenas de millones de trabajos, y en general el riesgo será mayor entre la gente con menor nivel educativo, en donde los porcentajes de desaparición serán mayores (las estimaciones más conservadores hablan de la desaparición de una quinta parte de estos trabajos), lo que abre enormes consideraciones sociales.
Hay que incentivar un sistema educativo que sea capaz de responder adecuadamente a las demandas asociadas al rápido avance tecnológico.
Ante este panorama que ya se vislumbra en el horizonte, Ignacio de la Torre plantea dos factores clave a tener en cuenta para mitigar los efectos negativos del desarrollo tecnológico. En primer lugar, el experto cree necesario incentivar en la medida de lo posible un sistema educativo que sea capaz de responder adecuadamente a las demandas asociadas al rápido avance tecnológico, planteándonos diariamente las siguientes preguntas “¿cómo educamos a nuestros hijos?” y “¿cómo reeducamos a nuestros mayores?”.
«Se ha estimado que cuando un niño entra en la etapa educativa, al terminarla, dos terceras partes de los nuevos trabajos habrán cambiado. Este sencillo cálculo nos debería prevenir sobre las enormes consecuencias que debemos afrontar como padres, dirigentes políticos o empresarios», señala de la Torre.
¿renta básica universal?
Por otra parte, frente a la posible confirmación de pérdida significativa de empleo por la disrupción tecnológica y el esperado aumento de la desigualdad de rentas entre los dueños del capital tecnológico y las personas que pierdan sus puestos de trabajo, Ignacio de la Torre cree que el gobierno “deberá mitigar el posible descontento social transitorio, por ejemplo, diseñando sistemas fiscales y ayudas temporales bien enfocadas que puedan reducir las desigualdades excesivas. O implantando la Renta Básica Universal, aunque por ahora parece muy difícil una implementación realista desde el punto de vista económico.”
“En cualquier caso, cabe mencionar que podrían utilizarse los ahorros para las arcas públicas generados por la tecnología (como la reducción de accidentes por el vehículo autónomo) para financiar cualquier tipo de ayuda”, concluye.