José Antonio Marina es un filósofo, escritor y pedagogo al que debemos algunas de las reflexiones más brillantes que se han vertido sobre la naturaleza de inteligencia, entendida desde un punto de vista neuronal y ético. Su interés por la filosofía práctica le ha llevado a emprender diferentes proyectos educativos, sociales y empresariales, que son una muestra de lo que investiga y defiende en su obra escrita. Fruto de este interés, ha puesto en marcha el movimiento de Movilización Educativa, y es presidente de la Fundación Educativa Universidad de Padres, un conjunto de proyectos que incluye la Universidad de Padres on-line. Junto a Orange, la Universidad de Padres impulsa FamilyON, un espacio web para disfrutar de la tecnología en familia. Como curiosidad, a Marina también le interesa la horticultura, y ha inventado una berza, “la emperatriz de las jaras”.
– Años hablando de la mejora de la calidad educativa y la sensación sigue siendo que hay mucho camino por recorrer. En su opinión, ¿cuál debería ser el destino de ese camino y qué tramos habría que superar para llegar a él?
Hemos entrado en la “sociedad del aprendizaje”, que se rige por una Ley universal: “Toda persona, institución, empresa o sociedad para sobrevivir necesita aprender al menos a la misma velocidad a la que cambia el entorno; y si quiere progresar, ha de hacerlo a más velocidad”. Necesitamos implantar una “cultura del aprendizaje” a todos los niveles, a todas la edades. Y para ello, en la escuela debemos ayudar a desarrollar la pasión por aprender, y aquellas destrezas y conocimientos básicos, que permitan seguir aprendiendo, con rapidez y eficacia.
En la escuela debemos ayudar a desarrollar la pasión por aprender, y aquellas destrezas y conocimientos básicos, que permitan seguir aprendiendo
– Los distintos informes sobre calidad educativa muestran una gran diversidad en los resultados obtenidos según las comunidades autónomas. ¿Eso no limita las oportunidades de los jóvenes en función del lugar de la geografía española en el que residen? ¿Cómo superar esta situación de aparente desigualdad?
En efecto, cuando un sistema educativo no funciona bien se está perjudicando a los alumnos e, indirectamente, a toda la sociedad. Se ha criticado mucho la transferencia de las competencias educativas a las Comunidades Autónomas, pero al menos ha servido para comprobar que con las mismas leyes y los mismos presupuestos, los resultados son diferentes. En España no hemos tenido nunca una buena gestión educativa. Tal vez hemos pensado que “el buen paño en el arca se vende”, pero eso no es así. Un sistema tan complejo como es el educativo, en el que trabajan setecientas mil personas, y que da servicio a siete millones de alumnos necesita expertos en gestión.
– Usted ha protagonizado frecuentes debates sobre los modelos educativos “neoliberal” y “socialista”, ¿cuál serían las líneas maestras del pacto educativo que usted propone para superar esta tensión ideológica que impregna las sucesivas reformas y sistemas propuestos?
En los “Papeles para un pacto educativo”, mi equipo y yo estudiamos los problemas que habían impedido hasta ahora la consecución de un pacto. Unos son falsos problemas y otros han sido solucionados en otros países, por lo que debemos aprender de ellos. Un sistema educativo mejora cuando mejora lo que sucede en las aulas, y para ello debemos actuar sobre los entornos educativos: aumentar la atención a las familias, formar al profesorado, y mejorar la acción de los equipos directivos.
La palabra “felicidad” se ha puesto de moda, y con facilidad se confunde con una especie de laxitud un poco boba.
En Despertad al diplodocus di un mensaje optimista. Era el objetivo 5-5-5. España puede tener un sistema educativo de alto rendimiento, equiparable al de Finlandia, para entendernos, en 5 años, dedicando el 5% del PIB a educación (ya lo hemos tenido) y cumpliendo cinco objetivos mensurables: disminuir el abandono escolar al 10%, como nos pide la UE; subir 35 puntos en PISA; atender a los alumnos con necesidades educativa especiales, bien porque tienen dificultades de aprendizaje o bien porque tienen altas capacidades; disminuir las diferencias entre los alumnos, en especial las que proceden de la procedencia socioeconómica de los alumnos; y desarrollar las llamadas “competencias del siglo XXI”.
Sabemos cómo hacerlo, y lo que necesitamos es ponernos a ello. Pero desde que publiqué ese libro han pasado cuatro años, y no se ha hecho nada. Hace tres elaboré para el Ministerio, a solicitud suya, un “Libro blanco de la profesión docente”; pero está guardado en un cajón. Hay una exasperante pasividad en temas educativos.
– ¿Alguien está escuchando las voces de los jóvenes y sus padres a la hora de diseñar el modelo educativo?
La relación entre familia y escuela no es fluida. Ambas instituciones de miran con recelo. Y, sin embargo, necesitan trabajar juntas. Los padres no pueden educar sin la escuela, y la escuela no puede educar sin las familias.
– ¿Es sostenible un modelo educativo que no introduzca la “felicidad” del alumnado –entendida como disfrute de un proceso que sea puente y no muro- como elemento vertebrador?
La palabra “felicidad” se ha puesto de moda, y con facilidad se confunde con una especie de laxitud un poco boba. La escuela debe ser lo suficientemente atractiva para que los niños estén contentos de ir. Pero es un lugar de trabajo. El concepto de felicidad que manejamos en la Universidad de Padres, y en sus programas educativos, es más complejo. Felicidad es la armoniosa satisfacción de tres deseos fundamentales: pasarlo bien, mantener relaciones profundas, amables y afectuosas con otras personas, y sentir que se progresa. Si insistimos en el término “armoniosa”, es porque a veces entran en contradicción. Pasarlo bien no es el nivel máximo. A veces hay que sacrificarse para mantener unas relaciones cordiales, o para progresar.
– ¿PISA aporta información real y de valor sobre la eficiencia de nuestro modelo educativo para formar a los ciudadanos que deben dar forma a la sociedad del futuro?
PISA es un indicador de resultados a una edad y en tres dominios: comprensión lectora, matemáticas y ciencias. Debe ser completado con otros indicadores. Pero no nos da ninguna indicación acerca de cómo mejorar el sistema, ni de cuáles deben ser sus objetivos. En ese sentido su utilidad es muy limitada. Sin embargo, los Estados están obsesionados por ocupar un buen lugar en PISA y corremos el peligro de que todos los esfuerzos vayan dirigidos a esa meta.
– ¿Cómo introducir el elemento de competitividad en el sistema educativo –entre distintas administraciones, centros y profesorado- equilibrando los resultados con los distintos entornos socioeconómicos en los que desarrollan su labor las distintas comunidades educativas?
Es una cuestión que tiene una respuesta técnica. Para compensar las diferencias de origen se debe fomentar la escolarización desde edades muy tempranas. Después debemos personalizar la educación, para conseguir que cada alumno alcance sus mejores posibilidades. Los centros deben disfrutar de la autonomía suficiente para poder organizar sus propios programas y métodos, dentro de un marco señalado por la Administración. Debemos premiar las buenas iniciativas, a los mejores profesores y directores. E implicar a la sociedad. Por ejemplo, la municipalización de las escuelas ha dado muy buenos resultados en muchos países, porque el municipio vigila el éxito de sus centros, anima a la ciudadanía a colaborar, implica a sectores de la sociedad civil, culturales y empresariales. Como he repetido muchas veces, “para educar a un niño hace falta la tribu entera”.
Necesitamos introducir la tecnología dentro del mismo proceso de aprendizaje.
– La tecnología ha irrumpido en las aulas al mismo tiempo que otras disciplinas como la filosofía parecen haber quedado relegadas a un segundo plano. ¿Es posible hacer un uso socialmente enriquecedor de la tecnología sin conocer a Platón?
Es posible “utilizar” la tecnología sin saber filosofía. Lo que no se puede es “comprender” la tecnología. Y en este momento esto resulta especialmente necesario por la rapidez con que las nuevas tecnología están penetrando en nuestras vidas.
– Orange, con la colaboración de la Universidad de Padres, impulsa FamilyON, un espacio web (que se presenta el jueves 14 de junio en Madrid) para disfrutar de la tecnología en familia, con actividades lúdicas que permiten, asimismo, trabajar habilidades como la creatividad, el pensamiento crítico, la inteligencia racional o la innovación. ¿Será capaz la tecnología de cambiar tan rápido la forma de aprender como parece o hay cierta burbuja mediática?
Este es el tema educativo más complejo y prometedor de la actualidad. Como ha señalado la OCDE los resultados de la introducción de las nuevas tecnologías en el aula no están teniendo el éxito que se esperaba. La razón es que no las estamos utilizando bien. Las empleamos fundamentalmente como fuente de información, cuando el problema que tienen nuestros alumnos es que no comprenden la información que tienen. Necesitamos introducir la tecnología dentro del mismo proceso de aprendizaje. Por ejemplo, puede permitirnos la “enseñanza personalizada” con la que todos soñamos. Imagine que un profesor dispone para cada lección de cinco diseños diferentes, adecuados a las diferentes velocidades de aprendizaje, conocimientos previos, o estilo de aprendizaje de los alumnos. Podría elegir el más adecuado para cada alumno.
Es una buena noticia que empresas como Orange muestren su interés por la educación. Necesitamos toda la ayuda posible.
– En este sentido, ¿cómo está siendo su experiencia en la Universidad de Padres?
En los nueve años que lleva funcionando, hemos asistido a muchos cambios en la actitud de los padres acerca de la tecnología. Todos se aprovechan de ella, pero están con frecuencia preocupados y asustados con el uso que sus hijos hacen de ella. Por eso es imprescindible fomentar una cultura del buen uso de la tecnología. Es el mismo problema que se ha presentado siempre que ha aparecido una tecnología rompedora. Hay que aprender a manejarla. Las TIC son herramientas poderosísimas que pueden mejorar nuestra calidad de vida. Es una buena noticia que empresas como Orange muestren su interés por la educación. Necesitamos toda la ayuda posible.
En este momento estamos empeñados en una investigación de gran envergadura, que denominamos “Proyecto Centauro”. La generalización de potentes sistemas de Inteligencia Artificial nos va a obligar a rediseñar todos nuestros currículos educativos, porque tendremos que definir lo que el alumno debe guardar en su memoria personal (neuronal) y lo que debe guardar en su ordenador. El objetivo de la educación es “ayudar a tomar buena decisiones y a actuar en consecuencia”. Esto implica manejar información, gestionar las emociones, y desarrollar las funciones ejecutivas, es decir, las virtudes de la acción. Esto vamos a tener que hacerlo en estrechísima colaboración con máquinas muy inteligentes, que exigirán de nosotros un conocimiento nuevo y muy especial. Nos preocupa que este tema no se esté investigando con la suficiente intensidad y, en vez de quejarnos, nos hemos puesto manos a la obra.