Ramón López de Mántaras, investigador del CSIC y director del Instituto de investigación en IA
Uno de los objetivos más ambiciosos de la ciencia es dotar a las máquinas de una inteligencia similar a la humana. Ya se han conseguido logros excepcionales en la resolución de situaciones específicas en campos tan diversos como la medicina, videojuegos, robótica, vehículos autónomos o sistemas de lenguaje, pero aún queda mucho trabajo para conseguir que una máquina tenga algo parecido a la inteligencia humana. “El gran escollo con el que nos encontramos a la hora de construir máquinas inteligentes es la dificultad de dotarlas de sentido común”, afirma Ramón López de Mántaras, director del Instituto de investigación en Inteligencia Artificial y coautor, junto al investigador del CSIC Pedro Meseguer, del libro “¿Qué sabemos de inteligencia artificial”.
Cada cierto tiempo agoreros ilustres como Stephen Hawking o Elon Musk señalan a la inteligencia artificial como jinete del apocalipsis que acabara con nuestra civilización una vez que los robots se hagan con el control de nuestro destino.
Sin embargo, López de Mántaras considera que estamos muy lejos de un escenario así. Con cierta sorna explica que, la mejor manera de evitar el ataque de los robots sería subir al piso de arriba y cerrar la puerta. Y es que, a día de hoy, estas sencillas acciones que un humano realiza casi de forma inconsciente, se antojan imposibles de realizar para el más avanzado de los robots.
sistemas expertos… y frágiles
“El vasto conocimiento que todos los humanos tenemos se denomina de sentido común y viene de nuestra experiencia con el mundo, desde que nacemos hasta que somos adultos, permitiéndonos comportarnos de manera inteligente en situaciones muy diversas. Sin embargo –añade- este tipo de conocimiento es difícil de proporcionar a un ordenador”, explica López de Mántaras.
Eso hace que los sistemas expertos sean frágiles ya que, si un problema a resolver requiere algún conocimiento que no está presente en sus reglas, entonces, aunque se trate de una situación dentro de su área de especialización, fracasan estrepitosamente.
“Por ejemplo – tal como se explica en el libro “¿Qué sabemos de inteligencia artificial”- si un sistema experto en medicina no contiene el conocimiento de que únicamente las mujeres pueden tener embarazos, dicho sistema podría preguntar por los resultados de una prueba prenatal para pacientes varones”.
una aproximación corpórea a la inteligencia artificial
A pesar de estas limitaciones, son indudables los grandes progresos realizados en el ambito de la IA durante el segundo decenio del siglo, con aplicaciones como Deep Blue, AlphaGo, Watson, vehículos autónomos o robots en Marte. Todas ellas son muy mediáticas, tanto como los torneos de ajedrez o de Go en los que grandes maestros humanos son derrotados por contrincantes artificiales y ello hace que la percepción del público general sobre el desarrollo de la Inteligencia Artificial -en todos estos casos se trata de IA débil-, quizás sea demasiado optimista.
“De hecho -según López de Mántaras-, la lección más importante que hemos aprendido a lo largo de los 60 años de existencia de la inteligencia artificial es que lo que parecía más difícil (diagnosticar enfermedades, jugar al ajedrez y a Go al más alto nivel) ha sido realizable y lo que parecía más fácil ha resultado ser lo más difícil”.
«Deberíamos reflexionar sobre las limitaciones éticas al desarrollo de la inteligencia artificial».
Para afrontar este reto, el investigador del CSIC, considera fundamental una aproximación corpórea, ya que la cognición humana es situada y obtenida a través de la interacción con el entorno a través de los sentidos. “Las aproximaciones no corpóreas no permiten interacciones directas con el entorno por lo que dan lugar a falsos problemas y falsas soluciones”, afirma el experto.
el futuro de la inteligencia artificial
¿Y cuáles serán los campos de desarrollo futuro de la inteligencia artificial? Pues los autores del libro “¿Qué sabemos de inteligencia artificial?” apuntan al análisis de datos, la visión artificial, la robótica humanoide, y animaloide, la comunicación persona-máquina, la ciencia de materiales, el medioambiente, la economía, la sociología o, incluso, el arte, entre otros.
Son muy diversas las áreas que serán impactadas en el futuro por la inteligencia artificial que, sin embargo y según los investigadores, nunca será igual a la inteligencia humana y este hecho, que hace que esta inteligencia robótica sea ajena a valores y necesidades humanas “debería hacernos reflexionar sobre posibles limitaciones éticas al desarrollo de la inteligencia artificial”.
“Ejemplos claros de usos que no deberían permitirse por motivos éticos son las armas autónomas, los bots que operan en bolsa tomando decisiones de compra y venta en milisegundos y las aplicaciones que atentan contra nuestra privacidad”, señalan.
Tras las lecturas de las páginas del libro de López de Mántaras y Meseguer queda claro que el camino hacia la IA de tipo general será largo pero no desesperemos. Para animarnos en esta travesía, los autores concluyen su libro con esta cita de Gabriel García Márquez:
“Desde la aparición de la vida visible en la Tierra debieron transcurrir 380 millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y morirse de amor”.
Sentido común y capacidad de amar parece, por tanto, las grandes asignaturas pendientes de los robots.